En el enfrentamiento respecto a la crisis de la deuda, Atenas ha puesto al orden del día la deuda de Alemania proveniente de la época nazi, así como las demandas de compensaciones por los crímenes cometidos por Alemania en Grecia, introduciendo así una dimensión suplementaria en la discusión sobre la legitimidad de la deuda. Por […]
Por primera vez desde el fin de la Segunda Guerra mundial, un gobierno de Atenas ha inscrito seriamente en su agenda política el tema de los daños de guerra causados por la ocupación alemana (1941-1945). La República Federal, como sucesora jurídica del Reich alemán, debería a Grecia 278.700 millones de euros.
El 11 de marzo de 2005, con ocasión de un discurso ante el parlamento griego, el primer ministro Tsipras expuso así la posición de su gobierno. «A pesar de los crímenes del Tercer Reich y de las destrucciones masivas de los soldados de Hitler, a pesar de la monstruosidad del Holocausto, se ha dado a Alemania la posibilidad de beneficiarse -y ello a justo título- de un conjunto de medidas. Principalmente: el tratado concerniente a la deudas de la Primera Guerra mundial, los acuerdos de Londres de 1953 sobre las deudas, y por supuesto las enormes sumas acordadas por los Aliados a Alemania para su reconstrucción. El tratado de Londres sobre las deudas especifica también que las reparaciones relacionadas con la Segunda Guerra mundial deberían estar sujetas a un tratado final de paz. Ante el hecho de la división de Alemania, sólo en 1990 se firmó un tratado de paz. Sin embargo, los sucesivos gobiernos alemanes han escogido callarse posteriormente, explotar las sutilidades jurídicas, temporizar, diferir. ¿Es eso, verdaderamente, una actitud moral?».
«Es una idiotez», ha declarado el presidente del Partido Social-demócrata alemán, Sigmar Gabriel, hablando de las reivindicaciones de Atenas. Según el gobierno, el caso de Grecia está «cerrado de una vez por todas».
Para Alemania, quizás. Pero no para Grecia, para quien las masacres forman, todavía, parte de su memoria. Como ocurre, por ejemplo, en el pueblo de montaña del centro del país, Distomo, donde el ocupante alemán masacró un total de 218 personas el 10 de junio de 1944; allí, se rememora cada año este acontecimiento, tal como lo describió en detalle el Spiegel en 1987. «Hombres y niños cogidos al azar fueron fusilados; fueron violadas y asesinadas mujeres a las que los soldados habían cortado los pechos; se destripó a mujeres embarazadas; varias víctimas fueron asesinadas a golpes de bayonetas en el vientre; a otras se les cortó la cabeza o se les arrancaron los ojos».
El gobierno alemán rechaza todas las reivindicaciones
En resumen, se trata de tres casos muy diferentes jurídicamente:
- un préstamo forzoso de 476 millones de marcos que el régimen colaboracionista griego de la época tuvo que entregar al régimen fascista y que no ha sido reembolsado nunca;
- pagos en reparación de los daños infligidos a los pueblos, a las ciudades y a las infraestructuras, tanto en el continente como en las islas, especialmente en Creta;
- demandas individuales de indemnización, provenientes de víctimas o de descendientes de víctimas de las masacres cometidas por el ocupante alemán.
En el debate público se trata ante todo del primer punto: el préstamo forzoso de 1942. Desde hace años circulan en Atenas informes secretos, encargados por diferentes servicios del gobierno, según los cuales, tanto hoy como ayer, Alemania debería desembolsar los 476 millones de marcos extorsionados en aquella época. Según un reciente documento del Ministerio de Finanzas griego, el equivalente de la deuda acumulada ascendería a, aproximadamente, 11.000 millones de euros. El informe proviene de la época de Antonis Samarás.
El gobierno alemán rechaza todas las eventuales reivindicaciones de los griegos. Según diversos funcionarios y portavoces que, manifiestamente siguen la «forma de hablar» interna, el tema está cerrado jurídica y políticamente.
Perspectivas en derecho internacional
El asunto podría ser simple, pero no lo es. En un primer momento, el gobierno griego de la época, presente en la Conferencia de Londres de 1953 sobre las deudas externas de Alemania, había estado de acuerdo con demorar sus propias exigencias «hasta la solución definitiva de la cuestión de las reparaciones». Con ello, Atenas no renunciaba a ninguna eventual pretensión.
Por su parte, la República Federal Alemana se comprometía en 1960, mediante un acuerdo con el gobierno griego, a pagar 115 millones de marcos alemanes, en compensación a los ciudadanos griegos que habían sufrido por su pertenencia étnica, religiosa o sus convicciones políticas. El importe objeto del acuerdo fue, de hecho, muy reducido y, además, muchas ayudas no han llegado nunca.
El asunto se convirtió en apasionante en 1990, cuando la RFA, la RDA y los aliados de la Segunda Guerra mundial concluyeron el Tratado Dos más Cuatro. El gobierno alemán y el Tribunal Federal sostienen hoy que en virtud de ese acuerdo quedaría excluido todo derecho suplementario a compensaciones. Sostienen, también, que Alemania puede referirse igualmente a la pretendida «Carta de París para una nueva Europa» de 1990 ya que los Estados que, en esa Cumbre de París, formaban parte de la CSCE (Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en Europa), entre ellos Grecia, obtuvieron «con gran satisfacción» información sobre el Tratado Dos más Cuatro. ¿Equivale ello a una renuncia a las reparaciones, como pretende Berlín?
Lo que se conoce de la historia va contra la posición actual. El Spiegel ha informado recientemente, basándose en documentos de archivos, que el gobierno alemán de Helmut Khol evitó, en 1990, el término «tratado de paz». Un tratado de paz habría puesto fin automáticamente a la precedente moratoria de los países martirizados y el tema de las reparaciones habría metido nuevamente presión a la Alemania reunificada. Los negociadores de Khol inventaron entonces el concepto de un «Tratado 2+4» y mantuvieron deliberadamente a Grecia fuera de la mesa de negociaciones [1]. A la vista de estos elementos, el gobierno de Berlín está desacreditado cuando mantiene, pretendidamente ofendido, que los griegos deberían haberse anunciado más rápidamente.
La posición legal de Alemania es inconsistente
Dos informes de expertos del servicio científico del Bundestag -fechados en 2013- aportan un mínimo de clarificación. Los documentos tienen por objeto, por una parte, el préstamo forzoso de 1942 y, por otra parte, la cuestión de las reparaciones y ambos han sido clasificados como secretos de Estado durante un año. Pero, bajo presión de la oposición, acaban de ser accesibles libremente. Sin embargo, ellos no hacen justicia, imparcialmente, al punto de vista griego.
La evaluación del préstamo impuesto a la fuerza muestra de forma detallada que el importe podría ser considerado como una parte de las deudas de compensación o como un préstamo «según las disposiciones legales en materia de pretensión o reembolso de préstamos». Según las diferentes apreciaciones, se observan enormes diferencias. Para sus pretensiones a compensaciones, Grecia dependería, a falta de una disposición contractual posterior a 1945, de la buena voluntad de Berlín -una causa perdida de antemano-. Por el contrario, un préstamo no devuelto, incluso resultante de presiones, podría ser tratado en el marco del derecho civil.
Una prescripción de las reivindicaciones griegas, tanto en relación con el préstamo como las eventuales pretensiones a compensaciones, no parece tampoco tan evidente como pretenden los representantes del gobierno alemán. En el momento del préstamo, en período nazi, entre el régimen colaboracionista griego y el régimen fascista de Berlín, no se había anunciado ninguna fecha para su reembolso. En virtud de la moratoria pronunciada en 1953, el Tratado Dos más Cuatro podría ser considerado como una ruptura, a partir de la cual podría haber comenzado un plazo de prescripción. De hecho, los gobiernos griegos de la época perdieron esa ocasión para poner esta cuestión al orden del día. Pero, pese a ello, la cuestión de las compensaciones ha sido constantemente abordada en público por los políticos griegos y Berlín debería tener, por tanto, buen conocimiento de lo mismo. Y, en noviembre de 1995, el gobierno griego hizo llegar una nota verbal a Berlín en la que se abordaba directamente esta cuestión.
Sobre el tema de los pagos de las reparaciones y otras reivindicaciones ligadas a la guerra, el gobierno alemán se refiere hoy también al Tratado Dos más Cuatro. Pero, todavía una vez más, las cosas no son tan simples. En efecto, la cuestión de las compensaciones no ha sido nunca evocada en dicho tratado. Además, Grecia no participó en sus deliberaciones y no lo firmó.
Según el servicio científico del Bundestag, el conocimiento tardío del acuerdo suscrito entre los dos Estados alemanes y los aliados en la Carta de París no debe ser entendido como una renuncia a las compensaciones. La información recibida «con gran satisfacción» podría hacer también referencia a la unidad de Alemania o al abandono de los antiguos territorios del este alemán. No existen, tampoco, precedentes sobre la prescripción de reivindicaciones en derecho internacional. Solo el atraso de su reclamación puede ser (y será puesto) en el pasivo de Grecia.
Sin embargo, el problema está sobre la mesa. También existe en Grecia, por primera vez, una voluntad política de comprometerse seriamente con la justicia histórica. El año 2000, cuando un abogado de las víctimas de la masacre de Distomo hizo que se valorasen el Goethe-Instituto de Atenas y otros bienes inmobiliarios alemanes para conseguir que se pagasen materialmente las demandas de reparaciones individuales, esa acción fue rápidamente bloqueada por el Ministerio griego de justicia. Pero hoy, la voluntad de Atenas está bien presente.
«Fondos para el porvenir»: solo política simbólica
Bajo la presión del debate internacional, el gobierno alemán ha debido ya retroceder sobre su bloqueo total de toda reivindicación griega. Entre tanto, Berlín se encuentra dispuesto a utilizar un «Fondo para el porvenir germano-griego», establecido en 2014 para responder, al menos simbólicamente, a las reivindicaciones. Con este objetivo, el gobierno alemán puso a su disposición, en 2014, un millón de euros, destinados a la financiación de los proyectos de memoria histórica hasta 2017. Un punto fuerte se basa en la financiación de proyectos de investigación.
A decir verdad, para Berlín se trata de guardar el control sobre eventuales iniciativas y, de paso, resolver el dilema moral existente. Pero justamente, ¿en qué condiciones tiene lugar el trabajo de memoria? Las respuestas del Departamento de Asuntos Extranjeros a una cuestión del partido de izquierda Die Linke aportan algunos esclarecimientos. Para él, «las peticiones de proyectos pueden ser presentadas al Departamento del exterior así como a la embajada en Atenas y al consulado general en Tesalónica». Es para pensárselo: un eventual proyecto de los descendientes de las víctimas deberá ser verificado por los descendientes de los culpables.
Según Triantafillia Thiesing-Kostopoulou, de la Asociación de universitarios griegos de Berlín-Brandeburgo, «el Fondo para el porvenir germano-griego es en realidad un fondo alemán mediante el cual debería cerrarse un capítulo sombrío de la historia alemana mediante un gesto supuestamente generoso pero sin valor jurídico». Todos los eventuales pagos por este fondo se harán exclusivamente bajo el control del gobierno alemán. «Si el gobierno griego, bajo presión del gobierno alemán, aceptase esos proyectos, habría que partir del principio que el gobierno alemán puede rechazar cualquier reivindicación legal posterior». El acceso a cualquier acción judicial por las víctimas individuales y sus herederos sería de esta forma definitivamente cerrado.
El debate concerniente a las reparaciones o, concretamente, a la deuda histórica de Alemania, no puede más ser tratada objetivamente en el país de los culpables. Desde hace mucho tiempo, se ha instalado una mentalidad de «repliegue tras la barricada de los carros», que el inconsciente colectivo alemán cultiva en los foros de internet. Según un sondeo, las tres cuartas parte de los alemanes están en contra de las compensaciones a Grecia. Y eso es la expresión más civilizada de esa posición. Al mismo tiempo ello muestra la debilidad alemana inherente a la cuestión. Ya que, en caso de duda, según las estructuras jurídicas europeas, no es en Berlín donde serán debatidas las demandas de Atenas y las de al menos 90 «ciudades mártires», sino ante las instancias internacionales competentes. E incluso si los demandantes debieran inclinarse, Berlín habría perdido moralmente la partida.
Notas
[1] Wissenschaftliche Dienste: WD 2.3000-041/13,WD2-3000-093/13, Berlín 2013.
Traducción del original alemán al francés Andrée Durand, Coorditrad.
Traducción del texto en francés al castellano VIENTO SUR.
Harald Neuber es miembro del consejo científico de ATTAC Alemania.