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Faluya como Grozni

Fuentes: El Nuevo Diario

La humanidad asiste pasiva a la destrucción implacable de un país soberano, que tiene en Faluya un nuevo y aterrador episodio. Horrorizan los brutales bombardeos que sufren las ciudades iraquíes -Faluya, Ramadi, Tikrit, Mosul… – porque son poblaciones inermes. Frente al avasallador despliegue militar de EEUU no hay más que milicianos con fusiles y morteros […]

La humanidad asiste pasiva a la destrucción implacable de un país soberano, que tiene en Faluya un nuevo y aterrador episodio. Horrorizan los brutales bombardeos que sufren las ciudades iraquíes -Faluya, Ramadi, Tikrit, Mosul… – porque son poblaciones inermes. Frente al avasallador despliegue militar de EEUU no hay más que milicianos con fusiles y morteros y una población civil abandonada a su suerte. Para minimizar al máximo sus propias bajas, el mando norteamericano demuele barrios enteros, matando e hiriendo a combatientes de la resistencia y también a centenares de civiles que, en el mejor de los casos, ven cómo sus viviendas son destruidas y sus ciudades arrasadas. Si se hubiera tratado del ejército de Milosevic destruyendo ciudades bosnias, Europa herviría de indignación. Como son iraquíes las víctimas y norteamericanos los victimarios, los gobiernos callan.

Según EEUU, las bajas en la resistencia iraquí superan los 1.300 muertos. La cifra es más que sospechosa, pues carece de elementos que permitan distinguir entre víctimas civiles y combatientes caídos. La lógica de combate de toda fuerza guerrillera, que evita el choque directo y usa de la sorpresa y la emboscada, lleva a creer que la mayor parte de los muertos son civiles no combatientes, víctimas del bombardeo brutal que sufre Faluya. La ofensiva militar norteamericana, como muestran las escasas imágenes que llegan, no hace distinción alguna entre objetivos militares y áreas civiles. Se trata de una estrategia de tierra arrasada, para que los soldados avancen sobre cadáveres, sin importar su condición.

En un alarde de crueldad, pero también como forma de evitar testigos incómodos, EEUU ha prohibido el acceso a Faluya de la Media Luna Roja. Terriblemente atroz debe ser la devastación en la ciudad para que el mando invasor no deje pasar ayuda humanitaria. Puede que lo haga para dar tiempo a que sus máquinas borren en lo posible las huellas de los crímenes de guerra que son perpetrados contra civiles y combatientes, como demuestran las imágenes de soldados norteamericanos rematando a un guerrillero herido. Si se da por cierto que unos 100.000 civiles iraquíes permanecen en la ciudad, los muertos han de ser centenares y miles los heridos, impedidos hasta ahora de recibir asistencia médica.

Faluya recuerda Grozni, aunque al contrario de lo acontecido cuando el devastador ataque ruso sobre la capital chechena, la ceguera amenaza caer sobre Faluya. En abril de 2000 la Comisión de DDHH de Naciones Unidas aprobó una resolución, presentada por la UE y EEUU, que pedía la creación de una comisión independiente que investigara las denuncias de atrocidades cometidas por el ejército ruso en Grozni. Por iguales razones cabe requerir que NNUU, con el apoyo de la UE, designe una comisión similar, que investigue la conducta del ejército de EEUU en todo Iraq. El invasor debe explicar por qué impide la entrega de ayuda humanitaria a la población de Faluya y por qué fueron destruidos los pocos hospitales que funcionaban en la ciudad sitiada y tomada. Es de elemental justicia una investigación internacional que no deje en la impunidad los crímenes de guerra que a diario se perpetran en Iraq. Eso, para no ser cómplices de una barbarie sin calificativos.

Augusto Zamora R. es profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid [email protected]