Vaya con Felipe González, mi paisano, el de la vaquería del barrio sevillano de Bellavista, el de los padres modestos, el único de cuatro hermanos que logró acceder a la universidad y graduarse en derecho, qué valiente se ha vuelto en sus tiempos de setentón con marcapasos y todo. Desde luego admiro a quien defiende […]
Vaya con Felipe González, mi paisano, el de la vaquería del barrio sevillano de Bellavista, el de los padres modestos, el único de cuatro hermanos que logró acceder a la universidad y graduarse en derecho, qué valiente se ha vuelto en sus tiempos de setentón con marcapasos y todo. Desde luego admiro a quien defiende sus ideas a capa y espada como González, lo que ocurre es que más admiro a quien las defiende contra la tiranía estadounidense y ése fue Hugo Chávez aunque no me gustaran algunas de sus formas. Nicolás Maduro intenta seguir la escuela de Chávez pero ya es hora de dejar descansar en paz a «papá» porque lo de Maduro y una parte de los venezolanos es ya freudiano (lo de la otra parte también porque no terminan de cortar el cordón umbilical con el Tío Sam).
Hay datos objetivos. González ha sido el encargado por el orden mundial (Estados Unidos y Alemania, los «sátrapas» de los USA en Europa) de instaurar en España algo a lo que llaman democracia en plan el «menos malo de los sistemas», una frase que a estas alturas suena a inmovilismo y excusa para aplastar a la disidencia. Y, claro, así es más fácil gobernar. Maduro ha cometido errores, sin duda, pero sus errores son magnificados hasta la extenuación por los medios de comunicación que sirven al régimen mundial (por eso el periodismo «tradicional» muere poco a poco por no afirmar que ha muerto). Y es que Maduro -y Cristina Fernández y Correa y Morales y…- ha sacado los pies del plato y eso se paga y el poder actual -ya libre de la URSS y con China y Rusia en el redil del mercado aunque sean respondones- es aún más implacable que lo ha sido siempre con el comunismo porque todo esto es para ellos comunismo aunque no sea más que una forma de actuar como la que defendía González en los años 60 y 70 del pasado siglo.
Qué bien le hubiera venido a España que en esos 60 y 70, un González así de lanzado y su partido, el PSOE, así como sus amigos de USA y Alemania, nos hubieran echado una mano a los españoles para librarnos de Franco pero a los citados países les venía bien que el fascismo (la otra cara de la moneda del capitalismo) controlara a la «subversión» y el PSOE estaba temblando y escondido y el señor González, alias Isidoro en la clandestinidad (de los escasísimos socialistas que plantaron cara), ya pensaba en quitar de en medio a la vieja guardia del PSOE para colocarse él al frente, acompañado por su amigo y también paisano mío, Alfonso Guerra. Ambos se montaron el jueguecito del policía bueno, policía malo tras la muerte de Franco, apoyados por sus amigos exteriores que impidieron así que el Partido Comunista de España (PCE) -el que de verdad había luchado por superar a Franco, junto con los anarquistas- llegara a alcanzar la influencia que ya tenía el Partido Comunista de Italia (PCI), vetado por el Vaticano y los USA para que llegara al poder.
¡Qué valiente es González con los enemigos de sus amigos! ¡Qué forzudo y firme se muestra con los heréticos! Ahora tendrá que montar en su Rocinante, tomar su adarga y su espada y marchar contra Rusia porque, claro, las actuaciones presuntamente asesinas de los gobiernos de Colombia y de México serán entuertos que no querrá deshacer porque entonces Carlos Slim podría prescindir de sus servicios, por ejemplo. Tampoco querrá dirigir sus ínfulas de liberador y justiciero contra Marruecos y Arabia Saudita porque son nuestros «moros buenos». Hay pocas cosas tan repulsivas como un pobretón converso, convertido en un listo útil que intenta limpiarles el palacio a sus señores para que esté limpio de rojos y otros «indeseables».
Como el Poder está bien articulado, diversos presidentes y expresidentes del Imperio aplauden al muchacho de chaqueta de pana que cumplió el papel de modernizar España, entendiendo por ello meternos en la OTAN, la UE, comenzar el proceso privatizador de grandes empresas -que luego prosiguió José María Aznar-, alejarse de América Latina y consolidar el bipartidismo del huevo pasado por agua (PSOE) o huevo duro (PP). Por supuesto, del terrorismo de Estado que montaron algunos de sus hombres de confianza, tanto él como la Justicia sostienen que ni se enteró. Y puesto que no existe una alternativa política internacional revolucionaria y bien articulada sino únicamente unos y otros con sus chiringuitos, vociferando, haciendo ruido pero con poco fondo y pocas nueces, señores como González pueden permitirse el lujo de hacer lo que hacen.
Eso sí, ruego a Maduro que se muerda la lengua de vez en cuando porque un servidor, que acaba de romper una lanza a favor de quienes apuestan por el derecho a equivocarse y ser ellos mismos, también es español y europeo y no me gustan nada sus bravuconadas de mal imitador de Chávez porque no quiero ir de nuevo a Venezuela y que allí me miren de mala manera sólo por proceder de donde procedo. Ojo, que uno -por razones emocionales y teoréticas- está contra los González de turno, es decir, contra los que están ganando la guerra, pero no me obliguen a elegir, por favor.
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