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Filosofía de la ciencia, conocimiento real y naturaleza en la ética

Fuentes: Rebelión

Como se sabe, hoy vivimos en tiempos de posverdad. En donde lo real y verdadero es construido por los diversos medios de comunicación, de opinión y redes sociales, que están en las manos predominantes de los poderes fácticos de todo tipo. La posverdad es alentada por modernidades, idealismos o postmodernidades con su individualismo y, su […]

Como se sabe, hoy vivimos en tiempos de posverdad. En donde lo real y verdadero es construido por los diversos medios de comunicación, de opinión y redes sociales, que están en las manos predominantes de los poderes fácticos de todo tipo. La posverdad es alentada por modernidades, idealismos o postmodernidades con su individualismo y, su consecuencia, el relativismo. Ya no importa la esencia y naturaleza de las cosas, de lo real y humano. La verdad es sometida a la construcción cultural, social e histórica de las diferentes fuerzas e influencias que aspiran a controlar al poder, a detentar la hegemonía. ¿Pero es acaso importante lo real y verdadero, esta esencia y naturaleza de la realidad, por ejemplo en el campo de la ciencia y del conocimiento? Algunas corrientes, que se pretenden científicas, afirman que la materia y la realidad no existen, que todo es fluido, líquido y energético; que todo depende de nuestro punto de vista u observación. En esta línea, así caracterizó Z. Bauman a nuestra sociedad y mundo líquido.

¿Puede haber pensamiento crítico, ético y liberador sin está búsqueda de la verdad y de la realidad, la verdad real? Veamos pues. En un apasionante diálogo de Einstein con Bohr, denominado «el gran debate acerca de la realidad», se estuvieron abordando todas estas implicaciones científicas y filosóficas. Se trataba de la trascendental cuestión de describir la naturaleza misma de la realidad. Y con toda razón, frente a todos estos idealismos e individualismos relativistas, Einstein no admitía el que «cosas no existen si no las estamos observando». Afirma que «eso que llamamos ciencia se ocupa de decir qué es la naturaleza». Trata de comprender la realidad tal como es, con sus características intrínsecas, independientemente de quién y cómo la observara. El mismo Einstein muestra que si uno no comienza con la persuasión de que el mundo es real, no se puede hacer ciencia, que existen unas causas y finalidades de lo real.

Esta actitud de búsqueda científica y honrada de lo real, en forma poética, se expresa muy bien en este himno del científico y pensador T. de Chardin. «Bendita seas, impenetrable materia, tú que, tendida por todas partes entre nuestras almas y el mundo de las esencias, nos haces consumir en el deseo de atravesar el velo inconsútil de los fenómenos». Como es sabido, la actitud científica e intelectual de genios como Einstein, en sus anhelos de verdad, no estaba separada de su vida ética y militancia social. Profundo admirador de Gandhi, y como lo estudió F. Fernández Buey, Einstein desarrolla una ciencia con conciencia. En la búsqueda de la paz, de la justicia y de la equidad en la distribución de los bienes que le llevo a oponerse al mal e injusticia del capitalismo

Todo ello es lo que pretende conseguir la ciencia: conocer la realidad como es, no admitiendo ningún tipo de relativismo irracional; con el valor universal del conocimiento, en una serie de principios epistemológicos y filosóficos. En el conocer lo que son las realidades (principio de identidad), por ejemplo, lo que es la economía. Y que no puede ser otra cosa a la vez (principio de no contradicción). La economía no es lo mismo que la poesía. En esta línea, la realidad tiene una razón suficiente, unas razones y causas que la originan. Siguiendo nuestro ejemplo, la vida económica responde a nuestra constitutiva naturaleza biológica, material y corporal. El ser humano requiere de esos bienes y recursos que, con unas condiciones sociales e históricas, deben satisfacer las necesidades vitales que tenemos como es, por ejemplo, la alimentación.

Estas cuestiones científicas y filosóficas, que podrían parecer muy teóricas o abstractas, como se puede comprobar (en realidad) son de sentido común y vitales. ¿Podemos afirmar que las desigualdades e injusticias, como el hambre y la pobreza o las guerras, no existen porqué yo dejé de observarlas; o por el motivo de pensar que lo material y corporal no es real, no existe? ¿Es cierto que la materia y el cuerpo no son reales, no tienen una consistencia antropológica? Probemos por ejemplo a atravesar una pared o muro con la cabeza, o dejemos de comer sin alimentar a nuestro cuerpo. En la línea de Einstein , como nos muestra desde la filosofía Zubiri, es cada vez más necesaria e imprescindible una ciencia y conocimiento real, objetivo que se religue a la realidad. El ser humano es una animal de realidades y con sus sentidos, en una inteligencia sentiente, se fundamenta e implanta en lo real. Frente a los idealismos e individualismos, hay que acoger y aprehender la realidad en su respectividad estructural, en la religación de todas las diversas e inherentes dimensiones de lo real, y dinámica. Desde esta filosofía y antropología integral, sin oposición ni dualismo, es la co-relación inseparables entre la realidad física, biológica, material, corporal, personal, social, histórica y trascendente en su apertura con el dinamismo de lo real.

De lo contrario, como hace por ejemplo la ciencia social y psicología posmoderna, ante la injusticia de la pobreza nos quedaremos mudos y diremos que no podemos afirmarla, que no existe realmente…. Los hermanos y profesores Castro Nogueira, en sus diversas obras sobre la filosofía y metodología de las ciencias sociales, han resaltado la importancia de la naturaleza humana, con su realidad, creencias y relaciones; frente a la ciencia social estándar que engulle a la persona real, con un constructo (totalidad) social imaginario que domina y se impone al ser humano. En un célebre debate sobre la naturaleza humana, frente a Foucault, Chomsky nos transmite muy bien la relevancia e importancia de la naturaleza humana para el conocimiento y transformación de la realidad. El sujeto humano que se compromete por la justicia, para una sociedad más humana y un mundo mejor. Como nos ha mostrado el pensamiento y la filosofía, en Auschwitz no solo se exterminó físicamente al judío. Previamente, a través de la ideología y propaganda nazi con su construcción social de lo real, lo aniquiló antropológica, ética y metafísicamente. El judío no era un ser humano ni persona, no era nada, no tenía razón de ser ni de existir.

Aunque se ha hablado de una especie de falacia naturalista, en la que el ser y la naturaleza no tenían implicaciones éticas ni sociales, sin dejar de tener algo de razón esta falacia naturalista ha sido criticada y corregida. Fruto de una visión científico-empirista reduccionista, que no capta la globalidad de lo personal y humano, niega el ser real y a la naturaleza humana con razones sesgadas e insuficientes. Es cierto que, como se quiere argumentar con dicha falacia, hay aspectos naturales que no llevan a consideraciones éticas como el tener barba o no, el pelo corto o largo. Más hay dimensiones de la naturaleza humana, de lo real y personal como lo físico o biológico (material) y corporal, que si no son afirmadas ni respetadas llevan al mal y a la destrucción. Como muestra en la línea de Zubiri el pensamiento latinoamericano, por ejemplo autores como I. Ellacuría o E. Dussel, con su pasión por la real la ética debe encarnarse en toda esta realidad y vida física, material, corporal, social e histórica. La cual, si no se defiende y promueve, lleva a la muerte e injusticia como es el hambre, la pobreza o la violencia estructural con sus guerras. Todo lo que no respete ni promueva toda esta realidad y vida global e integral: es injusto e inmoral, no es ético.

La cuestión tan trascendental como es la ecología, con la dominación y destrucción de la naturaleza sin respetar su realidad natural con el orden de la vida ambiental, muestra hasta qué punto es tan importante todo lo que venimos exponiendo. A este respecto, como afirma Ellacuría frente a la civilización del capital y de la riqueza, es vital la civilización de la pobreza solidaria en la justicia con los pobres. Una civilización que, en palabras de Ellacuría, «lejos de ser en lo cultural consumista y activista, tiende a ser naturalista y a potenciar las actitudes contemplativas y comunicativas. Más que las activo-consumistas en unos casos y, puramente, pasivo-receptivas en otro». La historia de la filosofía y del pensamiento nos ha mostrado esta naturaleza de la realidad y del ser humano, en sus diversos aspectos o matices. Con genios del pensamiento como Aristóteles, Tomás de Aquino, la escuela de Salamanca, Kant, Marx o los ya citados Zubiri y Ellacuría. Por ejemplo, Marx afirmaba la naturaleza humana que se realizaba en la vida física y en el cuerpo, en la relación y unión de un hombre con una mujer (Marx, 1981: 110, 114).

La mencionada Escuela de Salamanca con Vitoria y en América con Montesinos, Bartolomé de Las Casas tan estudiado y querido por F. Fernández Buey, etc. revindican la naturaleza humana, libre y digna de los nativos americanos. En la defensa de sus derechos y de la justicia, frente a la dominación de los conquistadores que los oprimían y empobrecían. Tal como, por ejemplo, afirma Fr. Antonio de Montesinos en su célebre sermón, que se considera como un antecedente (pionero) de lo que luego se reconocería en los derechos humanos. «La crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin dalles de comer ni curallos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los matáis, por sacar y adquirir oro cada día?…¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amallos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis, esto no sentís? ¿Cómo estáis en tanta profundidad, de sueño tan letárgico, dormidos?»

Por tanto, nada más profundo, crítico y liberador que toda esta ciencia y conocimiento de las leyes naturales, antropológicas (humanas) y éticas por las que se afirman la vida y dignidad de la persona humana. En contra de los ídolos del capital, del mercado y del estado, de la economía y la política, que sacrifican la vida digna del ser humano en el altar del lucro, del poder y la violencia. Es la defensa de la vida y humanidad de las personas, ante todas estas idolatrías de la riqueza-ser rico y de la dominación violenta que causan tanto mal, desigualdad e injusticia. En este sentido, hay que mostrar que el ser humano es por naturaleza un ser personal y a la vez social, comunitario y solidario Por lo que la socialización universal de los bienes, con una justa distribución de los recursos, está antes que la propiedad que no es un derecho natural ni absoluto e intocable. Vemos pues toda la verdad, bien y belleza de toda esta trascendente realidad y naturaleza humana, social y ecológica que estamos llamados a cuidar y a defender con la promoción de la vida en todas sus fases y dimensiones. Es el buen vivir y la ecología integral con la comunión personal (ecología mental), con los otros en la justicia con los pobres de la tierra (ecología social) y con la naturaleza en la justicia (ecología) ambiental.

Agustín Ortega es trabajador social y doctor en Ciencias Sociales (Departamento de Psicología y Sociología). Asimismo ha realizado los estudios de Filosofía y Teología, doctor en Humanidades y Teología. Profesor e investigador de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador y actualmente de la UNAE (Universidad Nacional de Educación) así como invitado en diversas universidades latinoamericanas. Autor de diversas publicaciones, libros y artículos.

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