Cuando se inició el proceso de desregulación financiera se argumentó que traería mayor inversión y crecimiento económico en el mundo. Lo que se ha podido ver es que desde los años 80 hay más volatilidad en los mercados financieros y que hasta el año 2003 no había señales de que el crecimiento económico estuviera en […]
Cuando se inició el proceso de desregulación financiera se argumentó que traería mayor inversión y crecimiento económico en el mundo. Lo que se ha podido ver es que desde los años 80 hay más volatilidad en los mercados financieros y que hasta el año 2003 no había señales de que el crecimiento económico estuviera en proceso de recuperación estable. Otros dirán que esto sigue sin ocurrir por la evidencia del G7. Fue en marzo del 2003, cuando se observó el alza brusca de los precios de los commodities y de los índices de bolsa mientras las tasas de interés administradas por el FED iniciaban su viaje de descenso conllevando auges de precios de commodities y crecimiento exportador en las economías emergentes mientras crecían las burbujas de bienes raíces y de bolsas de valores en los países desarrollados. Las inversiones de corto plazo por diferenciales en las tasa de interés entre Estados Unidos, Europa y América latina inyectaron un auge de los mercados de valores de América latina y con ello el abultamiento en los niveles de reservas internacionales y la apreciación cambiaria. Todo esto vino aparejado de contracción del crédito interno para frenar la inflación potencial y plagó de enfermedad holandesa a la región.
En el año 2001, según el FMI, los flujos de capital a corto plazo a los países del Mercosur y de la Alianza del Pacifico desde el resto del mundo sumaba 222,718 millones de dólares. En orden, los fondos estaban invertidos en las plazas de México, Brasil, Argentina y Venezuela que representaban el 90% de los flujos a la región. Dos años más tarde, los flujos crecieron a 272 mil millones y el orden cambió: Brasil, México, Argentina y Chile concentraron el 90% de los mismos en el 2003. El común denominador son los instrumentos de deuda pública en moneda nacional. Al 2011, la cifra se cuadriplicó y sumó 844,867 millones de dólares concentrados en Brasil y México, Chile y Colombia. Los flujos hacia Brasil crecieron más de seis veces de 81,399 millones de dólares a 493,229 entre 2001 y 2011. Los flujos a México poco más que doblaron de 86,000 a 209,000 millones en el mismo periodo. Los flujos a la Argentina se redujeron de 25,000 millones a 23,000 y los flujos a Chile se quintuplicaron de 8,000 a 39,000 millones. Quizás el más sorprendente sea Venezuela que dobló de casi 11,000 millones en 2001 a más de 22,000 millones, diferenciándose de este modo de la tendencia contractiva de Argentina y con una tendencia similar a la mexicana. Hipotéticamente esto ocurre porque los intereses sobre la deuda pública de corto plazo en moneda nacional son más altos en Brasil que en ningún otro país, seguido respectivamente de México, etc.
Esta deuda pública y privada -para la balanza de pagos estos flujos son una deuda de corto plazo- trae consigo el fantasma de los años 70. Solo que esta vez se dice que no hay riesgo cambiario. Salvo que los inversionistas sean extranjeros, y entonces si lo hay. Según El Financiero de México, la mitad de los tenedores de bonos de corto plazo son extranjeros en este país. Esto quiere decir que del total invertido en México en bonos de corto plazo en moneda nacional, la mitad es sujeta de retiro en divisas y esto suma más que el total de reservas internacionales del país. En Brasil debe de ser más acentuado todavía. El impacto de las bajas tasas de interés en los países del G7 sobre los precios de los commodities es análogo a los 70, pero esta vez además hay un proceso de sobre apreciación cambiario, y de auge en las bolsas de valores y los mercados de bienes raíces en las economías emergentes derivado de la desregulación. Que los mercados no teman no es de sorprender. Tampoco temían cuando estaban prestando en exceso en los años 70. Cuando irrumpe la crisis recién temen y salen en estampida como horda. Los que deben de temer son los bancos centrales latinoamericanos y los ciudadanos.
Según la misma fuente, el Perú se benefició con 3,071 millones de dólares de corto plazo en el 2001 y la cifra se multiplicó por siete para llegar a 20,318 millones de dólares en el 2011, casi igual que Venezuela. Esto lo hace el mercado más dinámico y el más pequeño también, con Venezuela. Dichos capitales al país son una combinación de créditos interbancarios, con flujos a la bolsa de valores y apuestas al tipo de cambio. La gravitación de estos flujos en el 2011 en las reservas internacionales totales peruanas de 48, 858 millones de dólares es de 42% del total. Esto explica las altas tasas de interés peruanas fruto de la contracción del crédito interno para evitar la inflación que esos flujos causarían. A esto hay que sumar el peso del oligopolio bancario concentrado. En las semanas pasadas, el presidente del Banco de México ha mostrado preocupación por el tema de las tasas de interés estadounidenses, lo que debería indicarnos que puede haber nubarrones.
Del tema de la desregulación financiera es preciso señalar los movimientos de capitales por medio de paraísos fiscales a las economías que integran el Mercosur (MS) y la Alianza del Pacífico (AP). En el 2008 hay una caída de estos flujos* a causa de la crisis financiera y en el año siguiente continuo con su tendencia anterior a la crisis, impulsada en gran parte por las políticas monetarias de flexibilización cuantitativas a nivel mundial y en gran particular la Fed.
Existe una importante participación de los flujos de capitales en los países integrantes de MS y AP, (ver el caso de Brasil), y dado los niveles de pasivos*, nuestra región se vuelve muy vulnerable financieramente y más en una situación como la actual de «guerra de divisas». Es por eso que se necesita un Comité de Vigilancia de Flujo de Capitales en el Mercosur y en el sistema de UNASUR o de la CELAC que emita recomendaciones de política cambiaria, monetaria y fiscal para garantizar la estabilidad y poder enfrentar mejor los shocks financieros externos en la región.
Para los países que integran la AP y el MS, Luxemburgo es el mayor paraíso fiscal ya que este en el 2011 representaba el 62% y 44% respectivamente, del total del movimiento de flujos de capitales por medio de paraísos fiscales.
* Versión con gráficos en: http://www.alainet.org/active/61945
– Oscar Ugarteche es Economista peruano. Investigador titular del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, México. Miembro del SNI/Conacyt. Coordinador del Observatorio Económico de América Latina (OBELA) www.obela.org y presidente de ALAI www.alainet.org
– Leonel Carranco, Observatorio Económico de América latina, UNAM