Para Sandra Mirna 1. Se agota la energía integradora bolivariana? Se comienza a observar un preocupante enfriamiento de la «magma revolucionaria» que el volcán de la Revolución Venezolana había empezado a desparramar por toda América Latina. Si esta hipótesis es correcta, deben analizarse cinco probables causas principales: 1. la incesante ofensiva antibolivariana de Washington en […]
Para Sandra Mirna
1. Se agota la energía integradora bolivariana?
Se comienza a observar un preocupante enfriamiento de la «magma revolucionaria» que el volcán de la Revolución Venezolana había empezado a desparramar por toda América Latina.
Si esta hipótesis es correcta, deben analizarse cinco probables causas principales: 1. la incesante ofensiva antibolivariana de Washington en todo el subcontinente y a nivel mundial; 2. el corto tiempo de consolidación del proceso bolivariano; 3. la escasa obra científica sobre el carácter político-económico de la Revolución que permite un desproporcional dominio de discursos superficiales que dificultan la comprensión de las posibilidades y límites objetivos de la evolución del proceso y, al mismo tiempo, la influencia de discursos sectarios; 4. la considerable ineficiencia de los Estados latinoamericanos, con excepción del cubano, tal como se observa, por ejemplo, en sus deplorables aparatos diplomáticos que son incapaces de def! ender a la Amazona — que en menos de dos años podría estar entregada (!) por el caballo de Troya de Bush, la Dra. Rosalía Arteaga de la OTCA, al Departamento de Estado estadounidense, a la GTZ de Alemania, al programa de Biocomercio de la ONU, a la AECI y el CYTED españoles, al GEF del Banco Mundial, a las varias agencias de vigilancia satelital de la UE, a Francia y a través de ella a la OMC, a la Bayer, la Novartys, entre otras transnacionales; 5. la incapacidad teórica-práctica de las fuerzas bolivarianas del continente de convertir el Proyecto Histórico de Chávez en sujeto transformador de su propia realidad nacional.
Este ensayo se dedica al análisis de la quinta variable (independiente) de la hipótesis.
2. La identificación con la Revolución Bolivariana
El tipo de identificación con la Revolución Bolivariana que prevalece fuera de Venezuela puede ser calificada de diferentes formas. Podría llamarse un proceso de identificación subjetivista, formal o de materialismo mecánico, según el lenguaje científico que se pretenda usar para el análisis.
Dos aspectos predominantes del fenómeno, sin embargo, son inmediatamente detectables: a) una especie de actitud milenarista combinada con facetas de mercantilismo político; y b) que la identificación dialéctica-materialista con la experiencia venezolana, que sería la más necesaria y la más idónea para latinoamericanizarla, prácticamente no ha arraigado en la Patria Grande.
La configuración mental sobre el proceso venezolano que prevalece en el resto de América Latina es, esencialmente, equivalente a la disposición de importar la revolución. Pero tres mil años de historia nos han enseñado que querer importar una revolución es tan fútil como tratar de exportarla. Y los primeros resultados frustrantes de este ejercicio inútil comienzan a revelarse con claridad.
3. Vanguardia e importación de la revolución
Durante la Revolución Cubana era un deseo generalizado de las fuerzas antiimperialistas latinoamericanas que se apareciera un Fidel o un Che en cada uno de nuestros países, para conducir sus respectivos procesos de emancipación. La fundamentación racional que se le dio a este deseo era la tesis, de que las condiciones objetivas para la revolución existían en toda América Latina y que, por lo tanto, solo faltaba el factor subjetivo para derrotar a los regimenes burgueses. Sobre esta base, Regis Debray divulgo la «teoría del foco».
Sin embargo, al no disponerse en tierra firme de una vanguardia del nivel de la cubana, el vacío de liderazgo fue llenado por los sectores más abnegados y sensibilizados de los pueblos latinoamericanos, con los trágicos resultados que conocemos. No era una consecuencia inevitablemente determinista, como decía el reformismo después, pero, desde el punto de vista de la dialéctica materialista, era altamente probable, porque, en última instancia, el factor subjetivo también es una condición objetiva.
La ausencia de esta condición objetiva no pudo ser sustituida por la voluntad de cambio de los más concientes y comprometidos, ni tampoco por la «exportación» de la vanguardia experimentada —tal como demostraron las experiencias del Che en Argentina (Salta), Africa y Bolivia— porque una vanguardia no se puede improvisar. Es un producto de la lucha y como todo producto tiene sus tiempos objetivos que no se pueden saltar, sin malograr el resultado.
Sin embargo, ante la desesperación por el cambio tan necesitado, los pueblos no le hacen caso a esas verdades científicas, sino recurren a sus vehículos de transformación subjetivamente posibles, y es por eso que hoy día se repite el proceso de identificación espontánea con la vanguardia externa, el héroe-libertador Hugo Chávez.
Pero, la verdad objetiva no desaparece por la presencia del deseo sino se impone a través de su fracaso. Es por eso que todos los intentos de copiar la vía cubana al poder naufragaron en tierra firme continental, en el pasado. Y que, hoy día empezamos a ver el peligro de un nuevo fracaso regional de una revolución nacional a través del mecanismo de identificación descrito y, por supuesto, el resto de las condiciones objetivas, algunas de las cuales mencionamos arriba.
En este sentido, los Zapatístas estuvieron en lo correcto al no tratar de repetir en México el modelo clásico de la guerrilla latinoamericana y, particularmente, cubana, sino por optar por una forma de lucha que podríamos entender como «propaganda armada». Parece, sin embargo, que el efecto productivo inicial de esa virtud creativa ha sido anulado a través del tiempo, por permanecer ya más de una década en la negación abstracta del viejo problema de la vanguardia y la consecuente caída en ilusiones anarcoides y «autonomistas».
La actitud de negación abstracta de la vanguardia que se manifiesta en determinados voceros del EZLN, encuentra su contrario, el vanguardismo, en este momento en Bolivia, donde un grupo de lideres promueve una insurrección que solo puede terminar en una derrota de las fuerzas populares, porque el factor subjetivo no ha alcanzado el grado de preparación necesario para conducir el país después de la caída de Mesa.
4. Del Libertador vivo al Icono de Liberación
Resumiendo la inferencia central sobre el proceso venezolano: la interpretación e importación no-dialéctica-materialista de la experiencia venezolana tiende a procrear un nuevo icono o tótem de liberación, con su respectivo culto y sacerdocio correspondiente, antes que generar una fuerza material y un sujeto irresistible de transformación antimonroeísta en la Patria Grande, desde los movimientos sociales y los liderazgos de base.
De esta manera, los guardianes del culto, reclutados o autopromovidos en su mayoría entre los intelectuales orgánicos y los burócratas de los Estados, rinden pleitesía anual en lujosos hoteles, no al Libertador y su praxis, sino a su imagen. Todo esto fomentado por los mandarines del imperio que son los primeros interesados en sustituir la calidad expresiva-conductor del héroe-guerrero por la simple dimensión simbólica del icono que les facilita preparar la contraofensiva iconoclasta, tal como hicieron exitosamente durante la Primera Independencia de la Patria Grande.
5. Los «traidores» Lula y Kirchner
Sobre la errónea expectativa milenarista se monta un segundo error que consiste en comparar la realidad nacional y regional con la idealizada figura y praxis del ídolo, convertido en icono. Como en toda comparación de un ideal con una realidad, la realidad sale desacreditada.
Comparando a Lula y Kirchner con Chávez, generalmente de manera personalizante, ahistórica y abstracta, se llega a la conclusión que el brasileño y el argentino, a diferencia del prócer venezolano, son «traidores» a las causas populares, a la revolución y al socialismo. Esta afirmación se repite ad infinitum, pese a que hay ninguna duda sobre el status político de ambos presidentes, dado que los mismos Kirchner y da Silva se han encargado repetidas veces de aclarar públicamente el carácter de clase de su política, enunciando que no son de «izquierda» ni «revolucionarios».
Sobre esta evidencia empírica, sólo cabe en cabezas carentes de consistencia teórica la acusación de «traidores», porque constituye una imposibilidad lógica o contradictio in adiecto: Es lógicamente imposible que un político burgués «traicione» a la revolución o al pueblo porque su misión de clase consiste precisamente en evitar la revolución y la toma del poder por el pueblo. No «traiciona» un compromiso, porque nunca lo adquirió. Y lo que no se tiene, no se puede traicionar.
A confesión de partes, relevo de pruebas, dicen los abogados, y partiendo de esta lógica hay que preguntarse, ¿por qué el sectarismo —empleando fraudulentamente la arcaica lógica binaria del mito, del bien y del mal— procura eternizar la discusión sobre el status de «traidores» de Lula y Kirchner ad nauseam? La respuesta es obvia.
Discutir este tópico todo el tiempo, como sucede por ejemplo en Argentina y, en parte en Brasil, beneficia a los operadores ideológicos y políticos del sistema. Al discutir un pseudoproblema —el carácter de clase de Lula y Kirchner— pseudoproblema, porque los mismos protagonistas han dejado claro para qué clase social realizan su misión política, no queda tiempo para discutir el problema o la pregunta real:
¿En este momento, hay operadores burgueses en Argentina y Brasil, que generarían mejores condiciones para la lucha de los oprimidos que los presentes y que tendrían una posibilidad real de sustituirlos? Si la respuesta es sí, hay que trabajar para ponerlos en el poder. Si la respuesta es no, hay que encontrar un modus vivendi con Kirchner y Lula que permita generar el sujeto transformador con un proyecto histórico viable, con la finalidad de sustituirlos, cosa que obviamente no se logra con un pensamiento maniqueo y la trasnochada frase del «gobierno de obreros y campesinos».
6. Fallan los instrumentos de creación del sujeto bolivariano hemisférico
El hecho de que los movimientos de solidaridad con Venezuela en América Latina no han logrado constituirse en una fuerza real dentro de sus países es evidente en múltiples niveles. El más claro indicador de esta situación es, probablemente, el hecho de que la gran mayoría de los movimientos sociales y de los partidos políticos «progresistas» de los países latinoamericanos, donde reside el verdadero poder de los de abajo, siguen planteando la política en términos exclusivamente nacionales.
Los esfuerzos organizativos del Estado venezolano de crear dinámicas internacionales a nivel de los intelectuales y de los pueblos latinoamericanos han ayudado a divulgar de alguna manera el proceso bolivariano, pero no han generado ninguna fuerza real de transformación bolivariana en ningún país.
Con la posible excepción del Movimiento al Socialismo (MAS) de Evo Morales en Bolivia, todos los grandes movimientos de la Patria Grande, cívicos o armados, indígenas o civiles, campesinos o trabajadores, llevan el bolivarianismo como algo tangencial, no constitutivo de su praxis política nacional-regional.
Esto vale tanto para el Brasil, como para Argentina, Colombia, Ecuador y Centroamérica. Y el caso de Evo Morales, que aparece como excepción ante el patrón regional, no se debe a la eficiencia de los instrumentos integrativos del bolivarianismo, sino a su intenso y frecuente contacto personal con Hugo Chávez y Fidel Castro.
7. El dilema teórico-afectivo
La identificación formal-milenarista con el Salvador, que prevalece entre la gente honesta de los movimientos de solidaridad internacional con Chávez —a diferencia de los mercantilistas que pretenden usar a la Revolución Bolivariana como una franquicia para obtener mayor ingreso y poder— impide la identificación dialéctica materialista con el héroe que permitiría recrear en el propio país las condiciones para la repetición del proceso libertador que se da en Venezuela.
Es por eso que del protagonista libertador Hugo Chávez solo se importa la radiante imagen de su praxis actual triunfante, pero no su trabajo constructivo de hormiga de más de dos décadas, ni tampoco el análisis de las condiciones objetivas del proceso venezolano, los contratiempos y los errores cometidos durante los veinte años de su existencia.
La admiración afectuosa, que es el centro de todo ritual culterano y de los grandes mitos fundacionales, eterniza la relación entre el homenajeado y sus seguidores y proporciona fuerza emotiva, pero es un pésimo guía para la teoría y praxis de liberación.
Además de esta disposición subjetiva que dificulta in extremis la aplicación creativa y racional de la experiencia venezolana a la realidad de otros países, existe una condición favorable en el proceso venezolano, que no hay en ningún otro país: la identidad entre la base ideológica del proyecto de nación de Chávez y la del proyecto hemisférico a través del héroe Bolívar.
Al carecer otros países de esta coincidencia a priori entre la dimensión nacional y regional, los actores sociales tienen que crear la «bisagra» teórica y afectiva para generar el sujeto de liberación nacional-hemisférico. Tal tarea, sin embargo, trasciende las capacidades y los intereses del sacerdocio, hecho que explica, que pese a los múltiples fondos que recibe, ha sido incapaz de elevar la praxis de los movimientos latinoamericanos de lo nacional hacia lo bolivariano.
Mientras esta situación siga así, el bolivarianismo latinoamericano e internacional, pese a sus solemnes declaraciones anuales, será un gigante con patas de barro incapaz de derrotar a la ofensiva monroeísta que está arreciando.
8. ¿Hay una solución para triunfar?
Todos los intentos de creación de un Bloque Regional de Poder Latinoamericano (BRPL) han sido derrotados a lo largo de la historia latinoamericana, desde Tupac Amaru y la Primera Independencia hasta el dúo Perón-Vargas.
Si no queremos volver a sufrir el mismo destino hoy día, hay un solo poder capaz de impedirlo: la alianza entre los gobiernos latinoamericanos del desarrollismo democrático y de los pueblos latinoamericanos, con el apoyo de los intelectuales críticos. De las organizaciones creadas para apoyar a Chávez en el exterior o preexistentes a tal fin, como el servicio diplomático, ninguna parece tener la funcionalidad para lograrlo.
La misión quedara entonces, «por default», en manos de los líderes emergentes de las bases combativas de la sociedad latinoamericana, que tienen vocación real antiimperialista y anticapitalista. Esos líderes están emergiendo en toda América Latina y en su totalidad son el único sujeto capaz de «enamorar» a los pueblos para la causa bolivariana y garantizar, de esta forma, su triunfo.
Lamentablemente, esos líderes emergentes no aparecen en los foros de los organizadores del bolivarianismo internacional, que se oligarquizan cada vez mas hacia asambleas de representantes cupulares, intelectuales orgánicos de los Estados y «franquiciatiradores», es decir, representantes del culto.
Ante esta situación de ineficiencia la pregunta decisiva es: ¿tendremos el tiempo necesario para la maduración del sujeto libertador bolivariano, de la vanguardia-masa hemisférica conciente, organizada y dispuesta, o seremos una vez más rebasados por la contraofensiva del Monroeísmo?