El economista Marcio Pochman, de la Universidad Estatual de Campinas, Brasil, creó el término «neopobres» para referirse a los jóvenes que no obstante que gozan de instrucción superior, inclusive instrucción universitaria, sencillamente no consiguen empleos duraderos. Ante los recientes acontecimientos de Francia, el neologismo se puede aplicar a escala mundial.De nuevo el país se estremeció […]
El economista Marcio Pochman, de la Universidad Estatual de Campinas, Brasil, creó el término «neopobres» para referirse a los jóvenes que no obstante que gozan de instrucción superior, inclusive instrucción universitaria, sencillamente no consiguen empleos duraderos. Ante los recientes acontecimientos de Francia, el neologismo se puede aplicar a escala mundial.
De nuevo el país se estremeció en días pasados a causa de las desigualdades socio-económicas producidas por la globalización financiera. Como ya es común y corriente en el mundo globalizado: las conquistas sociales que se alcanzaron en luchas de siglos anteriores son ahora obstáculos para la «competitividad» de las empresas europeas; se cuenta con mano de obra asiática a salarios reducidísimos (en gran medida empleada por trasnacionales occidentales), que es proporcionada por la reducción salarial mundial que ha sido uno de los pilares del mal económico-financiero internacional.
La causa inmediata de los nuevos motines, que se comparan inadecuadamente con los disturbios estudiantiles de 1968, fue la creación del llamado Contrato del Primer Empleo (CPE), que propuso el gobierno francés para estimular la contratación de jóvenes de hasta 26 años, supuestamente para promover la reducción de cargas sociales a los empresarios -el tema más polémico prevé despidos por causa justificada después de dos años de trabajo-.
El desempleo entre los franceses de entre 18 y 25 años alcanza el 20 por ciento de la Población Económicamente Activa de esa edad, más del doble del índice nacional.
El pasado domingo 19 de marzo, en el periódico brasileño Folha de Sao Paulo, el portugués Luis Rego, quien vive desde hace 45 años en Francia y quien asistió a la gran manifestación de París el pasado 18 de marzo, con su hija, resumió el sentimiento general: «Quieren acabar con la seguridad social. La globalización es la idea estúpida de crear en países ricos mano de obra tan mal pagada como la china o la india. Olvídese del 68, entonces no había crisis económica, la situación es totalmente distinta.»
La verdad es que la gran presencia de los padres al lado de sus hijos fue una constante de las manifestaciones que movilizaron a más de un millón de personas en todo el país el fin de semana pasado. Los eventos de 1968, protagonizados, irónicamente, por la generación de los padres de los jóvenes desempleados de hoy, fueron el momento culminante del cambio de modelo cultural que tuvo lugar entre 1960 y 1970, cambio que abrió la senda para la crisis económica de hoy, entre otras cosas, con la conversión de los «jóvenes rebeldes» de entonces a ideologías misantrópicas como el ambientalismo y el fundamentalismo de los mercados.
La ironía no pasó desapercibida al enviado del Financial Times, John Thornhill, cuando registró la opinión de sectores de la derecha francesa, para los que los «activistas de mayo de 68 están entre las generaciones más egoístas de la historia, pues heredaron de sus padres una economía vibrante y con pleno empleo, y le entregan a sus hijos una economía incapaz de competir, endeudada y con desempleo enorme.»
Esto no deja de ser válido, no obstante que el tradicional órgano de la City de Londres atribuya el problema a la falta de disposición gala a sumarse a las bendiciones de la «globalización.»
A pesar de las airadas reacciones populares contra su propuesta, el Primer Ministro, Dominique de Villepin, quien había presentado la medida inicialmente en enero pasado, afirmó que no dará marcha atrás y que gran parte de la oposición es fruto de la «desinformación» (posiblemente semejante a la que llevó a la mayoría de los franceses a rechazar la Constitución de la Unión Europea, el año pasado, se dijo). La verdad es que Villepin se metió en camisa de once varas, ya que es enorme el desgaste político al que se someterá si mantiene su posición tanto como si da marcha atrás. El asunto perjudicará seriamente sus aspiraciones a suceder en el puesto al Presidente Jaques Chirac en 2007. Se reconoce esto a tal grado que el CPE se traduce ahora por «Cómo Perder unas Elecciones.»
Como era de esperarse, los «eurócratas» de Bruselas se preparan par respaldar el CPE. El lunes 20 de marzo, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, manifestó su apoyo y su encomio a las reformas, a pesar de la resistencia popular. Para él, Europa demuestra una «nostalgia por la revolución, pero también miedo a las reformas.»
El presidente del Banco Central Europeo, Jean-Claude Trichet, también saltó a la arena para afirmar que es «imperativo» que las economías flexibilicen su legislación laboral, si quieren superar el problema del desempleo .
Es evidente que la transformación del «arbitraje internacional de la mano de obra de salarios bajos,» como la llaman algunos especialistas, es algo que pasa muy lejos de las mentes de estos tecnócratas globales.