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Franz Kafka, la insustancialidad de la Ley y la Operación Lava Jato en el Brasil

Fuentes: Rebelión

En el cuento En la colonia penitenciaria (1915), Franz Kafka (1883-1924), su autor, narra la dedicación de un extraño Funcionario (u Oficial) a una máquina de tortura que tatua (sic) en el cuerpo del condenado los motivos de su condena a muerte.   El Funcionario, a la vez operador de la máquina de tortura, juez […]

En el cuento En la colonia penitenciaria (1915), Franz Kafka (1883-1924), su autor, narra la dedicación de un extraño Funcionario (u Oficial) a una máquina de tortura que tatua (sic) en el cuerpo del condenado los motivos de su condena a muerte.  

El Funcionario, a la vez operador de la máquina de tortura, juez y carcelero, como si cumpliese una misión civilizatoria, operaba públicamente su máquina de matar, escribiendo los interdictos de la Ley en el cuerpo del condenado.

Este, el cuerpo del condenado, por otra parte, puede y debe ser analizado como una metonimia (la parte por el todo) de este otro cuerpo: el cuerpo de la geografía.

Es, pues, antes de ser el cuerpo de una persona, un lugar, al cual Kafka simplemente designa como en la colonia penitenciaria (o colonia penal).

Existe, pues, en el cuento de Kafka una indiscernibilidad entre el lugar donde se vive, la colonia, y los cuerpos que en ella habitan, los cuerpos de los colonizados. Este doble lugar, en la indiscernibilidad que lo fundamenta es, pues, el doble lugar de la máquina de tortura. Esta, por lo tanto, es la colonia penal, lugar donde todas las voluntades de la ley serán posibles -como una estructura de ficción contra la periferia.

Resulta así evidente que la colonia, esto es, el colonizado, solo por existir, está o debe estar en la colonia penitenciaria: el lugar de los parias. Por esto mismo, su condena estaba escrita en las estrellas, así como su tortura, así como el tatuaje que inscribe en su cuerpo el Código Penal de la Metrópolis.

Se ve, por lo tanto, que el condenado ya lo es de antemano: y lo es normalmente, perdónese la redundancia, un condenado, solo por ser oprimido, periférico, brasileño, argentino, africano, ruso, chino, venezolano, obrero, negro, indio, mujer, gay, puta, representante de una variable no estándar de su idioma; izquierda, revolucionario.

Sólo por ser otredad -esta metonimia de la máquina de tortura en la y de la colonia penitenciaria.

Existe pues una redundancia de y en la pena. El condenado ya lo es, por ser oprimido. Será doblemente condenado, sin embargo, si se atreve a oponerse a su situación de condenado de «existencia corrupta» (eso es lo que juzgan), caso en el que será necesario el uso de la máquina de tortura.

Situación semejante se observa al comienzo de la novela El proceso (1925), del mismo Franz Kafka, cuando dice en la narración: «Alguien había calumniado a Joseph K. pues una mañana él fue detenido sin haber hecho ningún mal.»

«Sin haber hecho ningún mal» significa simplemente que, para ser condenado, basta serlo de antemano. Basta ser y vivir «en la colonia penitenciaria». 

Antes que metafísica, sin embargo, el asunto es físico y se relaciona con el proceso jurídico. De ahí el nombre de la novela de Kafka, El proceso.

Lo que se evidencia en la novela de Kafka, El proceso, es la narración paródica del proceso jurídico presentado como insustancial y que, por lo tanto, la ley no tiene razones fundadas: desde que se admite que condenar a alguien de antemano, por ser la metonimia de la «colonia penitenciaria», es, bajo cualquier punto de vista, absolutamente insustancial.

La novela El proceso, de Kafka, por lo tanto, es la narrativa de la insustancialidad de la Ley. Es una parodia de la voluntad de la justicia burguesa o de cualquier otra justicia anclada de antemano en una orden dividida entre opresores y oprimidos, soberanos y súbditos, colonizadores y colonizados, metrópolis y colonia.

En este sentido es posible afirmar que el cuento En la colonia penitenciaria, como el lugar de castigo, es ante todo el de la insustancialidad de la Ley, de la voluntad del soberano, del opresor, del colonizador, del patrón, de la metrópolis.

Si así es, ¿por qué, es posible preguntar, el personaje, el Funcionario, de En la colonia penitenciaria, se toma tan en serio su jeringonza de torturar y matar, tanto, al final del cuento, una vez decretada la anacronía de la máquina, por la máquina, con la máquina, previendo, incluso, su retorno triunfante al futuro?

A partir de ahí, aparece una diferencia importante entre el Funcionario y el Explorador: este es pragmático, es el agente de la metrópolis, sabe que la Ley es insustancial; aquél, a su vez, es el que oficializa la aplicación de la Ley insustancial, transformándola en sustancial. El Funcionario, pues, cree en la Ley (de la metrópolis, que quede bien entendido), por esto muere por ella, con ella, encarnándola en su propio cuerpo, como parte y contraparte del condenado.

El Funcionario es pues el intermediario entre la metrópolis y la colonia; entre la insustancialidad de la Ley y su sustancialidad: para el oprimido.

El poder judicial Oficial brasileño

Bajo este punto de vista, ¿es posible suponer que el poder judicial brasileño sea como el Funcionario del cuento de Kafka, pronto un intermediario entre la Metrópolis, Estados Unidos de América, y la colonia penitenciaria, a la que damos el sencillo nombre, aunque al rojo vivo, de Brasil?

Sí, es posible, principalmente porque, como sabemos, el Brasil se encuentra en la periferia del sistema-mundo. Es un país cuya historia ha sido un ejemplo negativo de megalomáquina de torturar a su propio pueblo condenado de antemano.

El poder judicial solo dejará de ser el Funcionario de los Exploradores de la metrópolis, cuando la colonia penitenciaria Brasil deje de ser una colonia penitenciaria: lo que jamás ocurrirá verdaderamente si permitimos un Oficial poder jurídico de la Metrópolis actuando sin cesar en el cuerpo tatuado del oprimido pueblo brasileño, de forma absolutamente arbitraria, aunque crea que sea la encarnación de la sustancialidad de la Ley. 

El Oficial Lava Jato en la «no colonia penitenciaria Washington»

La prueba cabal de esto, de la Oficialidad sustancial del poder judicial brasileño, y llega a ser caricaturesco, es el viaje del Procurador General de la República de Brasil, Rodrigo Janot Monteiro de Barros, a Washington, el 8 de febrero de 2015, siguiendo al grupo de trabajo de la Operación Lava Jato, nombre dado al equipo de policías federales y de procuradores que investigan procesos de corrupción en Petrobrás, teniendo en cuenta la relación de esta con proveedores, diversas empresas en el campo de la construcción civil, naval, de sondas, a través de mediaciones con políticos de diversos partidos.

Nuestro Oficial (o Funcionario) Rodrigo Janot, con una significativa comitiva del Ministerio Público Federal de Brasil, fue a Washington a negociar una cooperación con Exploradores estadounidenses vinculados al Banco Mundial, al Departamento de Justicia, a la Agencia Federal de Investigaciones (FBI), a la Organización de Estados Americanos (OEA), en la suposición de que esos neutrales Exploradores no tuviesen ningún interes en el final del sistema de participación y en la política de contenido nacional que regula la actual Ley (¿insustancial?) del petróleo en el Brasil; Ley cuyo objetivo no es otro que la conquista de una autonomia tecnológico-productiva para el Brasil, en función de la exigencia de que parte significativa de los equipamentos necesarios, incluyendo navios, sondas, para la extracción del petróleo y del gas, sea producida por empresas brasileñas.

Sorprendentemente, por lo tanto, el Ministerio Público Federal Oficial, com recursos públicos, fue a pedir ayuda a Washington para la investigación de la Operación Lava Jato que pone en el banquillo a Petrobrás, principal empresa brasileña y, también, en consecuencia, nuestra industria de infraestructura, en proceso de formación.

¿Será que no conocen, nuestros Oficiales del Ministerio Público, el arma de guerra petrodólar, esta sustancial (a los ojos de la metrópolis) tecnología legal de tortura que incesantemente escribe guerras de saqueo, genocidios, infanticídios, ecocidios, destrucción de infraestructura, como un eterno holocausto planetario, en la carne, en la sangre de los pueblos de la colonia penal Medio Oriente, Asia, África, América Latina, planeta Tierra?

Sí, de un modo u otro, ellos conocen. Como Oficiales fanáticos, por otra parte, saben que su función es volver sustancial, en el Brasil, esa Ley del Petrodólar. Por esto, conscientes o no, fueron a Washington, con el objetivo de decir a los Exploradores: «¡Miren, creemos en la máquina de tortura! Aquí estamos como fieles Oficiales (o Funcionarios) prestos a escribirla con sangre en el cuerpo insubordinado de la colonia penal Brasil».

Sin embargo, esta fidelidad a la sustancialidad de la Ley Petrodólar o, simplemente, la sustancialidad de la Ley Washington, como la única Ley del mundo, en la mentalidad de los Oficiales contemporáneos, desconsidera, parodia, juega con el sistema jurídico de las colonias penitenciarias, razón por la cual la Constitución del Brasil, por ejemplo, para estos Oficiales de la Policía Federal y del Ministerio Público Federal, no pasa de una insustancial ley usada y abUSAda hipócritamente para justificar la voluntad, en nombre de la sustancialidad de la Ley Washington.

Es a partir de ahí que es posible establecer una incisiva crítica a buena parte de la prensa de izquierda brasileña, especialmente aquella vinculada al Partido de los Trabajadores (PT), como intelectuales orgánicos, al estilo Gramsci, por crear, aunque mínimamente, esperanza en el Ministerio Público Federal, así como en la Policía Federal, en una investigación que sólo tiene un objetivo: someter integralmente al Brasil a la sustancialidad de la Ley Washington.

Bajo esta óptica, la esperada lista (filtrada a la TV Globo) de nombres que el Oficial (o Funcionario) Rodrigo Janot recibió del no menos Oficial juez Moro, el hombre de la máquina de tortura de Guantánamo localizada en la sede de la Policía Federal del Estado brasileño de Paraná, no es más que una obra de ficción, una insustancial lista muy probablemente diseñada por la sustancialidad de la Ley Washington, en el momento en que el Oficial Janot estuvo, como quinta columna, en la capital del petrodólar.

No existe (y esto tiene que ser afirmado con todas las insustanciales letras de la libertad de expresión) (1) la mínima voluntad de investigar la corrupción involucrando a Petrobrás, caja-menor de campaña o sea lo que fuere, cuando lo que está en juego es la insubordinación de la colonia penal Brasil que intenta, aunque tímidamente, dejar de serlo a través de la línea de fuga (aunque esté al servicio de la sustancialidad de la Ley del capitalismo salvaje, al que eufemísticamente se le llama hoy «neoliberalismo», como si se tratara de un inofensivo «nuevo liberalismo» económico-político) del BRICS, de la CELAC, de UNASUR, instituciones o designaciones que tratan de dejar, con toda la razón, la sustancialidad de la Ley Petrodólar, Wall Street, Occidente, Washington.

Y, ¿por qué no existe? Por una simple razón: toda ley es insustancial. Lo que garantiza su legitimidad no es su sustancialidad, sino la correlación de fuerzas que en ella se inscribe teniendo em cuenta la lucha de clases que se da en el campo legislativo, jurídico, policial, en el ámbito de su elaboración y de su aplicación.

En Brasil, primero que todo, los poderes judiciales y policiales son básicamente poderes de Oficiales (o Funcionarios), en el sentido aquí propuesto, porque se refieren a los Exploradores de las Metrópolis Washington, Londres, París, Berlín, Roma.

Bajo este punto de vista, basta considerar los procesos de formación de la Policía Federal de Brasil, cuyos agentes u Oficiales aún son entrenados básicamente por el FBI, Mossad, M16 (2), sin contar al Ministerio Público brasileño, que también hace referencia al régimen jurídico de los Exploradores del imperialismo estadounidense-Occidental.

La lucha de clases al interior de la Policía Federal y del Poder Judicial brasileño, en este sentido, sólo tiene una vía, con rarísimas excepciones, a saber: la vía de los Oficiales (o Funcionarios) al servicio de los Exploradores de la Metrópolis.

Por lo tanto, es una lucha de clases en la que el otro lado del frente, la colonia penal Brasil, se encuentra básicamente semimuerto en la máquina de tortura, razón por la cual tiende a creer en la sustancialidad de la Ley Washington, porque la tiene escrita en su propio cuerpo tatuado, colonizado, en estado permanente de vivisección policial, jurídica, epistémica, cultural, informativa.

Si es así, ¿cuál es la real diferencia entre los Oficiales (o Funcionarios) y los Exploradores, si ambos están al servicio de la Metrópolis?

La diferencia es evidente. Los primeros, los Oficiales, actúan en la colonia, con el objetivo de transformar la insustancial Ley de los colonizadores en sustancial Ley escrita en el cuerpo de la colonia penal en que se inscriben, como fanáticos funcionarios de la Metrópolis. Los segundos, a su vez, los Exploradores, actúan en la Metrópolis al servicio de la Metrópolis y tienen como objetivo defender los intereses económicos, financieros y militares de la Metrópolis, además de formar Oficiales en las colonias penales del mundo.

¿Significa esto decir que, por medio de la Operación Lava Jato,el Ministerio Público de Brasil y la Policía Federal están literalmente actuando contra los intereses del pueblo brasileño? ¿Son, es preciso preguntar con total claridad, Oficiales de la Metrópolis, al servicio de esta, aunque sean pagos por el esfuerzo colectivo de la colonia penal pueblo brasileño?

¿Dónde está, entonces, la inaceptable corrupción?

Los Funcionarios pueden todo y no serán castigados

Es por esto que integrantes del PSDB, como el propio Aécio Neves, nuestro Oficial Henrique Capriles del Brasil (o Fernando Henrique Cardoso es nuestro Oficial Antonio Ledezma) jamás serán investigados, ni en lo hondo ni en lo pando.

Y no lo serán porque ellos mismos son los Oficiales preferidos, en el campo de la política, de los Exploradores del imperialismo gringo-occidental.

Pueden, por lo tanto, todo. Nada les sucederá.

Es igualmente por esto que el Juez Sérgio Moro, el Funcionario-Mayor de la Operación Lava Jato, actúa como actúa, fuera de la Ley (como cualquier sheriff de western gringo), perdiendo presuntos sospechosos indefinidamente, lo que configura clara tortura, así como alimentando el sistema mediático corporativo Oficial, principalmente la Oficial TV Globo, con aquello que debería ser confidencial, de conformidad con la legislación brasileña, a saber: las confesiones obtenidas por sobornos, por no hablar de otras voluntades conocidas y desconocidas.

Sérgio Moro actúa como actúa porque es un Funcionario. El sistema jurídico de la colonia penal, para él, por lo tanto, no pasa de una insustancial legislación que debe ser absolutamente ignorada en nombre de la sustancialidad de la Ley de los Exploradores policiales (FBI) de, en primer lugar, Washington.

También así es el caso del sistema mediático corporativo Oficial, sea el de soporte papel (la prensa escrita), el televisivo, el de radio o cualquier otro.

Están absolutamente fuera de la Ley, cual forajidos, porque la única ley que existe, para sus dueños, es la de la sustancialidad de la Ley de los Exploradores mediáticos de Washington.

Todo lo demás es absolutamente insustancial; manipulable. Como la libertad de expresión, de los que aún sueñan que la tienen: en Estados Unidos, en Brasil, en Colombia.

Como conclusión insustancial

Teniendo en cuenta estos argumentos abiertamente insustanciales, y no sólo en Brasil, la mayor urgencia de los pueblos no sólo radica en la necesidad fundamental de conocer a los Funcionarios (u Oficiales) de sus respectivas colonias penales, sino también, en consecuencia, militar insubordinadamente contra la guarda legal, mediática y policial del sistema de Oficialidad de la máquina de tortura de Washington y, por extensión, del imperialismo yanqui-occidental, en su entorno regional, nacional, mundial.

Llegó la hora de irnos a las calles contra los poderes jurídicos, mediáticos y policiales, dejando de lado los poderes políticos, los cuales son colocados en las «calles» del frente de batalla precisamente para proteger a la Oficialidad dominante, con su (in)sustancial presunción republicana universal, laica, imparcial, pretextos «serios» que los vinculan directamente a sus respectivos Exploradores, en el mundo jurídico, mediático, policial, no siendo casual, por lo tanto, que el Funcionario Rodrigo Janot haya ido a Washington, porque piensa, tal vez ingenuamente, que la capital del Tío Sam sea el lugar por excelencia de la no colonia penal.

Por lo tanto, el lugar republicano, universal, imparcial, serio, legítimo, democrático, honesto, tal es su lealtad oficiosamente ciega a los Exploradores.

De cara a esto, es necesario volver en el tiempo, a través del viejo Marx, que ya ha presentado como nadie la salida, en el lejano Manifiesto Comunista de 1848, cuando afirmara que la ley, la moral y la religión son viejos prejuicios burgueses, lo que aquí se traduce como nuevos ataques imperialistas, en este mundo en el que la rueda gira para no salir del lugar, a través de un Funcionario Janot, que no es más que la variación de lo mismo en la metamorfosis de otro Funcionario juez Moro, en cuyo desplazamiento se tiene un Joaquim Barbosa, transformándose en la sonrisa cínica de un William Bonner, encarnados en la fulgurante omnipresencia de traidores de ayer y de hoy, en la colonia penal de ayer en el hoy de los torturadores que (como en los filmes, como en los medios masivos) hablan en nombre de la Ley, de la libertad de expresión, rebotando en un desolado PT, en la eterna entrega de un José Serra bien vestido, reinaugurando su presencia en el Senado brasileño con un pomposo discurso a favor de las transnacionales gringas (3).

Esto es, la antigua y eterna actitud de los Funcionarios u Oficiales que simulan dignidad detrás de su máscara de individuos/fusibles útiles o funcionales al statu quo: no sólo de Brasil. 

Notas

(1) Libertad de expresión: expresión que todas las (falsas) democracias del mundo viven cacareando en libertad, como si se tratara de un hecho irrefutable. La verdad, siete años después de instaurarse en 1791, la I Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos de América, es decir, en 1798, la «libertad de expresión» perdió su sentido cuando se comprobó que había un interes escondido detrás de la inocencia, al crearse la Ley de Sedición. Con ello, hacia el futuro, dado el control de los medios y su manipulación por Estados Unidos se decretó en el resto del mundo, tácitamente, la muerte de la libertad de expresión. La que por el camino ayudó a matar Goebbels, con su tristemente famoso «miente, miente, miente, que algo queda» y luego Hitler al ampliar su alcance: «Una mentira mil veces repetida termina por convertirse en verdad»: ambas frases las incorporó a su vademécum mediático, en el curso del tiempo, Estados Unidos por via del filósofo político Carl Schmitt. Dicha Ley de Sedición, criminalizaba decir o escribir algo «falso, escandaloso o malicioso» contra el Gobierno, el Congreso o el presidente, con el intento de difamarlos (porque alguno de los tres considerara que había el «intento de difamarlos»), desprestigiarlos o excitar el odio del pueblo contra ellos, como cuenta el historiador Howard Zinn en su libro La otra historia de EE.UU (pdf, 512 pp.: p. 75). En cambio, como está demostrado hasta la saciedad, lo que si está permitido es que el Gobierno, el Congreso o el Presidente, digan algo falso, difamen o desprestigien a algún ciudadano honesto o a algún funcionario ético o inciten al pueblo a odiarlos, sin que el asunto pase del escándalo, sin demostrar, jamás, que dicho ciudadano o funcionario faltó a la verdad ni, mucho menos, actuó en venganza. Así ocurrió, por ejemplo, en Colombia, con el Padre del Radicalismo periodístico y político Juan de Dios El Indio Uribe Restrepo (1859-1900), cuando el converso político, que de liberal pasó a conservador para acceder al Poder, Rafael Núñez, decidió desterrarlo «por escritor incontrastable de verdad y de venganza». Para terminar, ¿cómo podría actuar en venganza un ciudadano o un funcionario que, simplemente, se limitó a decirle la verdad a un presidente o a un congresista de un gobierno corrupto? Aquí cobra sentido la frase de Chesterton: «Si no quieres cultivar tu inteligencia, siempre te queda la opción de hacerte político». https://humanidades2historia.files.wordpress.com/2012/08/la-otra-historia-de-ee-uu-howard-zinn.pdf http://es.wikipedia.org/wiki/El_indio_Uribe

(2) Hecho que viene dándose, en Brasil, desde mediados de la década del 60, tras el derrocamiento, por injerencia directa de los yanquis, y probable asesinato, por envenenamiento (como ya lo había declarado el ex gobernador de Rio de Janeiro Leonel Brizola y como lo confirmó al diario Folha de São Paulo Mario Neira Barreiro, ex miembro del servicio de inteligencia de la dictadura de Uruguay, el 27.I.08) del presidente Jo ão Goulart (1961-64), después de haberse deshecho de Juscelino Kubitschek por su acercamiento a los países de la Cortina de Hierro (eufemismo para espantar a cualquier potencial simpatizante de gobiernos como Checoslovaquia, Hungría o Yugoslavia) y desde la importación de la Operación Cóndor, una represión feroz en nombre de la lucha contra el comunismo, primero, en Chile, por vía de Augusto Pinochet y de Manuel Contreras, y luego en Argentina, por vía de Jorge Rafael Videla, en ambos casos por recomendación (muy amistosa, por cierto, siempre que se trate de los gringos) de Henry Kissinger, a quien se considera por ello su «autor e ideólogo». Entre los o rígenes y antecedentes de dicha Operación Cóndor, están: la Organisation de l’Armé Secrète (OAS), el aprovechamiento que de un documental de izquierda, La Batalla de Argel, de Gillo Pontecorvo, hizo la ultraderecha a través, de nuevo, de la importación de los generales franceses Trinquin y Aussaresses, los responsables directos de la represión durante la Guerra de Indochina (1945-54), entre Francia y el Viet Minh de Ho-Chi-Minh (que reclamaba la independencia de la Indochina Francesa: Camboya, Laos y Vietnam del Norte y Vietnam del Sur) y luego durante la ocupación de Argelia (1954-62), a quienes en Argentina se sumaron el general Albano Harguindeguy, el ministro de Economía José Antonio Martínez de Hoz y, entre otros, el general Armando Bussi, responsable de la Operación Independencia para eliminar a los Tupamaros y al ERP. Por esa misma época, ya habían comenzado a actuar la Alianza Anticomunista Argentina o Triple A, su sucedáneo colombiano la Alianza Americana Anticomunista, en el gobierno de Julio César Turbay Ayala (1978-82), la Operación Colombo, en Chile, para sugerir una purga interna, con muerte incluída, de miembros o de simpatizantes del MIR, y la Operación Gladio, red clandestina secreta anticomunista que operó en Europa bajo la dirección de la OTAN y la CIA durante la mal llamada Guerra Fría, porque dejó más muertos que la I y la II guerras mundiales, al decir del profesor Juan Carlos Monedero, hoy candidato a la presidencia de España por el Movimiento político Podemos. También, están los Escuadrones de la muerte, en Brasil y Argentina, La caravana de la muerte, en el Chile de Augusto Pinochet. Para una mayor comprensión de un problema que rebasa, con creces, los alcances de este ensayo, se recomienda ver los documentales Operación Cóndor, de Roberto Mader y Escuadrones de la Muerte – La Escuela Francesa (2003), de la periodista Marie-Monique Robin. https://www.youtube.com/watch?v=G0C3bHr92HU

https://www.youtube.com/watch?v=6-Sz1A2_80A  

(3) Como sucede aquí en Colombia con el presidente Juan Manuel Santos: sólo que él no açude al Senado, ni nadie se lo exige, aunque tenga que aclarar muchos asuntos relacionados con el pasado reciente y, en otras ocasiones, no tan recientes, así como tampoco se abstiene de hablar, abiertamente, a favor de las transnacionales estadounidenses o canadienses o australianas, eso si, sin mencionarlas con nombre propio: para que los colombianos le crean su discurso retórico a favor de la paz, cuando uno sabe, él sabe, los demás, ellos, los responsables de nunca, los gringos, y los sospechosos de siempre, nosotros, los colombianos o los brasileños, todos sabemos que se trata nada más que de una farsa, sobre todo cuando se recorre el país y se verifica que este se desmorona ante nuestros ojos en medio de la desídia gubernamental, se descompone ante la arremetida de los paramilitares, en extensos territorios, se regala a grandes tajadas a la llamada «inversión extranjera», sin que jamás se conozcan los resultados de tales operaciones, las verdaderas regalias para el país, sin que jamás dejen de aparecer cifras y estadísticas infladas, a través del Canal Institucional de televisión. Mientras tanto, los grupos de exterminio a los que ahora se les denomina Bacrims o Bandas Criminales (como quien acaba con una entidad del Estado, por ejemplo el DAS, y la rebautiza: término muy de acuerdo con la filosofia que anima al asunto, entre conservadora y católica) tienen un nuevo nombre para borrar las huellas de antiguas anomalias y siguen haciendo de las suyas a lo largo y ancho del territorio nacional, sin que nadie oiga, vea o diga nada. Por miedo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.