La vuelta de una austeridad edulcorada es una muy mala noticia y no ayudará en la construcción del proyecto europeo.
La austeridad 2.0 es la receta equivocada para gestionar el dinero público en esta década clave en la que debemos realizar la mayor transición a la que se ha enfrentado la humanidad, una que tiene que ser ecológica, justa y en la que nos jugamos el bienestar y el futuro de las próximas generaciones. No lo ven así unos ministros de finanzas de la UE que desde recetas fallidas se empeñan en buscar la salud de las cuentas públicas y de la economía sin atender a la salud de los ecosistemas y de la sociedad en su conjunto. El acuerdo de reglas fiscales alcanzado en el Ecofin empeora el planteamiento inicial de la Comisión y anticipa, con pocos visos de cambio, un resultado final que llegará antes de las elecciones de junio, tras unas negociaciones con el Parlamento Europeo.
Las lecciones de la crisis de 2008 y de los impactos de la austeridad inducida por las reglas fiscales vigentes, y su suspensión tras la crisis sanitaria y energética y del coste de vida, mostraron que había que imaginar algo diferente. Sin embargo, ahora en un ejercicio de pragmatismo los países decidieron no abrir tratados y no tocar los “qués” del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, ni los límites del 3% de déficit y del 60% de deuda, y se buscaron fórmulas para mejorar el “cómo”, con planes por país a la carta que conceden algo más de margen para la negociación que las imposiciones de los antiguos “hombres de negro”.
La fórmula definitiva de austeridad 2.0 suavizará algo los rigores de la austeridad 1.0 de las reglas precedentes y dará a los países más margen de maniobra
La fórmula definitiva de austeridad 2.0 suavizará algo los rigores de la austeridad 1.0 de las reglas precedentes y dará a los países más margen de maniobra. Pero es un marco tremendamente equivocado para resolver dos de los principales problemas que tiene la economía europea: el estrecho margen de acción para tener un clima y unos ecosistemas estables y la superconcentración de sus beneficios con el escaqueo fiscal. En el caso de la acción climática, la propia Comisión Europea ha estimado que se necesitan 620.000 millones de euros adicionales por año para cumplir los objetivos de su Pacto Verde Europeo y los planes RepowerEU, y no hay ninguna propuesta de cómo se va a saldar esa cuenta en el marco de esta nueva austeridad 2.0.
El elefante en medio de la habitación
La “islas del tesoro” -en Amsterdam, Irlanda, Luxemburgo…-, los subsidios públicos a combustibles fósiles y la burbuja militar -cambiamos el ladrillo por tanques-, son las tres cuestiones que las reglas fiscales han ignorado.
El observatorio europeo fiscal hizo sonar la alarma del tamaño del escaqueo fiscal. Por ejemplo, mostraba que, en 2022, 500 multimillonarios europeos disponían de una fortuna de 2,4 billones de euros (doble del PIB español) en jurisdicciones de baja o nula tributación y en las que no existe un intercambio automático de información. Y cifró en unos 140.000 millones de euros el agujero fiscal dejado por las multinacionales y multimillonarios en España. Dinero que, tributado adecuadamente, sería suficiente para un año de educación y salud pública.
El FMI denunciaba este verano que nos encontramos en un pico histórico de la financiación pública global de los combustibles fósiles, con 7 billones de dólares, y que en Europa alcanzaron 123 mil millones. A pocos meses de la declaración del Parlamento Europeo proponiendo el fin de los subsidios fósiles a 2025 y tras el compromiso adquirido en la COP28, llama la atención esta clamorosa ausencia.
Según el SIPRI, vivimos el tiempo de mayor gasto militar de la historia, algo que no ha contribuido ni contribuirá a la paz y la seguridad del mundo. En la última década, el gasto militar en los países de la UE que pertenecen a la Alianza Atlántica ha aumentado un 48%, de 145.000 millones de euros en 2014 a una previsión de 215.000 millones en 2023, una cifra más elevada que el PIB anual de Portugal. Según una investigación de Greenpeace, cada 1.000 millones de euros de gasto militar en España se crean únicamente 6.500 nuevos empleos, mientras que una inversión equivalente en el sector del medio ambiente y la economía verde crearía casi el doble, unos 12.000 puestos de trabajo. Así que, y a pesar de no ser un buen negocio, las nuevas reglas dan un carácter preferente al gasto militar, lo que tensionará más los recursos públicos.
No podemos resolver los problemas del siglo XXI con recetas fallidas del siglo pasado
Invertir en futuro
Como se ha reclamado desde la sociedad civil a nivel estatal y europeo, es urgente tener otras reglas que nos permitan salir del default ecológico, minimizar el riesgo de inestabilidad climática y resolver el insoportable pasivo social -95 millones de personas en riesgo de exclusión social-, y hacerlo invirtiendo en seguridad humana y no militar. La vuelta de una austeridad edulcorada es una muy mala noticia y no ayudará en la construcción del proyecto europeo. No podemos resolver los problemas del siglo XXI con recetas fallidas del siglo pasado. Necesitamos sentar las bases de una gestión democrática de salida de la burbuja fósil y poner límite a la concentración masiva de beneficios como base para el uso del dinero público. La nota positiva es que la ciudadanía, también la que no vivió los recortes de la década pasada, está empezando a despertar y a exigir una democratización de la economía frente a la austeridad 2.0.
Carlos García Paret. Greenpeace. @_CarlosParet