La crisis es sistémica, y con las medidas actuales no tiene solución. Este planeta ha tenido en las últimas décadas un importante aumento de la productividad, y los economistas oficiales lo juzgan como un fenómeno deseable, pero no lo admiten como algo que permita al género humano liberarse de una parte de su carga […]
La crisis es sistémica, y con las medidas actuales no tiene solución.
Este planeta ha tenido en las últimas décadas un importante aumento de la productividad, y los economistas oficiales lo juzgan como un fenómeno deseable, pero no lo admiten como algo que permita al género humano liberarse de una parte de su carga de trabajo, si no que lo consideran exclusivamente como un beneficio para la rentabilidad económica de las empresas.
El incremento de la productividad es producto de la evolución tecnológica y de la intensificación en la explotación de la mano de obra, especialmente de la semiesclava en los países que acogen a las deslocalizaciones empresariales, por otra parte se produce un desequilibrio ya que se incrementa el capital necesario para la producción (automatización y mecanización) y disminuye la cantidad de trabajo humano necesario, las plusvalías se incrementan, pero ocurre que el capital no puede reproducirse plenamente por el exceso de capacidad productiva ya instalada, por lo que se origina un excedente económico y ese excedente se desvía a los circuitos financieros en busca de rentabilidad.
Además las políticas fiscales neoliberales han acentuado las diferencias en el reparto de las rentas entre el capital y los trabajadores, aumentando significativamente el porcentaje de la renta que disfrutan las clases privilegiadas. Esto disminuye el tamaño del mercado y reduce aun más el consumo
Por ello el incremento de productividad se traduce en un incremento y acumulación de los activos financieros, que toman vida propia y se multiplican en busca de mayor rentabilidad, como el otorgamiento de créditos de alto riesgo y en la creación de burbujas especulativas como la inmobiliaria, resulta como arrojar gasolina a un fuego originado por las contradicciones que imponen los límites del planeta a este tipo de desarrollo.
Porque la gran contradicción de los economistas liberales, clásicos, neoliberales, keynesianos e incluso algunos que se consideran como promarxistas, es que sus razonamientos de crecimiento perpetuo están aplicados a un planeta virtual plano, ergo infinito, son los que en algunos círculos se denominan como «economistas de la tierra plana». En los medios de comunicación habitualmente solo se reflejan las opiniones de este tipo de economistas.
Pongamos un ejemplo, estos economistas juzgan como deseable un crecimiento del PIB del 3% anual, para que así el sistema funcione correctamente, esto supone más que duplicar el PIB cada 25 años. La mayor parte del PIB se basa en el consumo, luego implicaría por ello duplicar el consumo de recursos de todo tipo, como los energéticos, materias primas, etc., es evidente que la tierra no puede soportarlo.
Hemos de admitir que si no se desea disminuir el empleo y aumentar el número de parados, la productividad solo se puede aumentar cuando es posible un incremento proporcional del consumo, y que el mercado absorba lo producido. Y como dice el catedrático Santiago Niño Becerra «el mercado es el que es».
Los límites físicos de este planeta, redondo y finito, tanto de recursos como de mercado implican que el incremento de la productividad, aumentada aun más por las deslocalizaciones, produzca un excedente creciente de mano de obra de imposible colocación, ni ahora, ni nunca dentro del actual sistema.
Con el desarrollo del actual sistema capitalista una fracción creciente de la población laboral está abocada a un paro permanente sin solución. Al mismo tiempo que se ha creado un excedente, una sobreacumulación, de capital y de producción.
Es la gran contradicción básica que el sistema capitalista vigente no puede superar, hasta ahora capearon el temporal con una sobredosis de crédito, la goma se estiró todo lo que pudo, y ya no da más de si, es por ello una crisis sistémica, no es cíclica, ni financiera como predican algunos.
La solución es un cambio de sistema por otro que se adapte a esta nueva realidad energética y productiva, lo que con seguridad forzará a decrecer y distribuir justamente el trabajo y los recursos, que mejor sería que se hiciese ordenadamente y no traumaticamente, pero me temo lo peor.
Antonio Gramsci tenía razón, la hegemonía cultural del pensamiento único en función de los intereses de los privilegiados, se impuso sobre cualquier otro razonamiento más acorde con las necesidades y el futuro de la humanidad.