Entre otros temas económicos en donde las opiniones se van acomodando a las necesidades discursivas, la cuestión de la fuga de capitales ocupa un lugar destacado. Hasta no hace mucho este proceso era señalado como resultado de la inconsistencia macroeconómica, la falta de confianza, los problemas del sistema financiero para canalizar el ahorro y la […]
Entre otros temas económicos en donde las opiniones se van acomodando a las necesidades discursivas, la cuestión de la fuga de capitales ocupa un lugar destacado. Hasta no hace mucho este proceso era señalado como resultado de la inconsistencia macroeconómica, la falta de confianza, los problemas del sistema financiero para canalizar el ahorro y la incapacidad del Estado para fiscalizar al capital más volátil. Hoy algunos pretenden presentarlo como un dato positivo para el país, porque supuestamente contribuye a frenar la apreciación del tipo de cambio en tanto serían menos dólares que el Banco Central tiene que comprar para sostener su valor. Este persistente drenaje de capitales del circuito económico, en los últimos años sólo registró saldo positivo en 2005 como resultado del canje de los títulos de la deuda pública en default.
Pensar que la fuga de capitales es buena para la economía porque ayuda a que el peso no se valorice, es tener una lectura parcial y de muy corto plazo de la trayectoria económica del país. Entre otras cosas, refleja un modo de pensar que prefiere ganar competitividad por manejo de precios y no por inversión productiva; que haya menos riqueza registrada para pagar impuestos al patrimonio y a los capitales, y por lo tanto mayor presión sobre los impuestos a las transacciones. Además, la fuga de capitales implica menos reservas para el Banco Central, activo público imprescindible para sostener el valor del peso en coyunturas desfavorables, además de su actual uso para pagar deuda pública del Tesoro.
La fuga de capitales es un proceso por el cual se sacan recursos que estarían disponibles para la acumulación de riqueza, el financiamiento de la inversión y el pago de impuestos progresivos de hoy. Los capitales que se fugan del circuito productivo y financiero salen del ahorro de quienes ganan por encima de su consumo. Entre otros efectos probables, si los agentes económicos con capacidad de ahorro no lo aplican voluntariamente en el sistema productivo y/o financiero local, puede volverse necesario tener que extraerlo de forma «forzosa» del sistema económico, para garantizar financiamiento de gastos de inversión (y de consumo de quienes gastan por encima de sus ingresos). Más aún cuando la demanda monetaria crece por empuje del gasto público y privado, como en la economía argentina actual. Los mecanismos utilizados para extraer este ahorro «no voluntario» son variados: i) el llamado «impuesto inflacionario»; ii) tasas de interés negativas que se pagan a los pequeños ahorristas en el sistema bancario; iii) apropiación de fondos de la seguridad social (que son «ahorro forzoso» que se toma de los trabajadores por impuestos al salario). Así se ajusta el proceso de acumulación en el país.
La persistencia de la fuga de capitales, al igual que la continuidad de la renta financiera alimentada por la deuda pública, pone en evidencia que en el régimen de acumulación argentino continúan siendo fundamentales procesos estructurales que algunos creen superados. Entre otros efectos, esto significa que el ahorro de los más ricos no se vuelca en el sistema productivo local y presiona para la extracción de ahorro no voluntario sobre los ingresos de los trabajadores activos y pasivos. Creer que la fuga de capitales es positiva para le economía del país porque ayuda a sostener el tipo de cambio y los precios relativos, es confundir crecimiento con acumulación y tener una visión cortoplacista del modo en que funciona el sistema económico del país.-
Rubén Lo Vuolo es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso, Investigador en el Centro Interdisciplinario para el Estudio de las Políticas Públicas (Ciepp) de Buenos Aires y Presidente de la «Red argentina de ingreso ciudadano» (Redaic). Su último libro es Distribución y crecimiento. Una controversia persistente (CIEPP – Institut CDC Pour la recherche – Miño y Dávila Editores).