El francés Dominique Strauss-Kahn asume como nuevo presidente del Fondo. Y prometió trabajar para un «nuevo equilibrio de poder» a favor de los países emergentes. ¿Difícil de creer, no?
El viernes pasado fue elegido Dominique Strauss-Kahn como nuevo presidente del Fondo Monetario Internacional (FMI). Este francés, que en su currículum sobresale su gestión como ministro de Finanzas y de Comercio Exterior de la nación gala durante la administración del Partido Socialista, basó su campaña para quedarse con el puesto más alto en el organismo multilateral en la promesa de una búsqueda de un nuevo equilibrio de poder mundial. Ayer dio su primera conferencia de prensa como flamante titular de la organización con sede en Washington, cargo que prevé asumir el 1° de noviembre próximo. Y reiteró lo que definimos como futuras promesas rotas, ya que introducir cambios radicales en el sistema económico mundial significaría cambiarlo de raíz.
Fue en París que reiteró su intención de dotar al Fondo de «mayor relevancia y legitimidad», y explicó que este noble objetivo busca alcanzar «un nuevo equilibrio de poder» que tenga en cuenta a los países emergentes, o como quiera llamárselos.
Strauss-Kahn dejó claro que países como Brasil, India, China o México, cuya contribución a la economía mundial es cada vez mayor, van a tener que tener «voz» en el FMI si no se quiere cuestionar la propia existencia de la institución.
Pero (siempre existe uno) admitió que el nuevo reparto de poder en el seno del Fondo va a ser complicado porque de momento no hay acuerdo sobre el criterio que se debería seguir para el reparto de las cuotas, si bien advirtió que se trata de un «juego de suma cero».
«No hay manera de lograr una solución si Rusia y Europa no transfieren alguna cuota a otros países», añadió Strauss-Khan, que reemplaza al frente del Fondo al español Rodrigo Rato.
«Para que algunos países estén mejor representados -dijo- hace falta que otros renuncien a una parte de su representación». Es decir, alguien tiene que tener un gesto de grandeza… en el ámbito de las altas finanzas internacionales.
El futuro director del FMI hizo también una fuerte apuesta por el multilateralismo y la combinación entre crecimiento y justicia social, aspectos que lejos de considerar contradictorios juzgó perfectamente compatibles.
«En la globalización no necesitamos menos multilateralismo, necesitamos más multilateralismo. No necesitamos menos FMI, necesitamos más FMI», resaltó Strauss-Khan al inicio de su intervención. Y esta última definición es la que más escozor produce entre las naciones de nuestra Patria Grande.
¿Argentina necesita «más FMI»? Pareciera que no, ya que el cumplir con sus prerrogativas durante una década completa sumergió al país en la mayor depresión de sus casi 200 años de historia. Hoy Buenos Aires tiene tan sólo una relación formal con el organismo
¿Brasil necesita «más FMI»? Pareciera que no, ya que el cumplir con sus postulados en la década de los ´90 (aunque en mucho menor grado que su vecino del sur) los llevó a un crecimiento exiguo de su economía.
¿Uruguay necesita de «más FMI»? Pareciera que no, ya que el crecimiento de su riqueza fue modesto cuando más aplicase las recetas del Fondo.
Motivos similares llevaron a que Brasilia, Buenos Aires y Montevideo cancelasen sus pasivos con el Fondo entre 2006 y 2007, para sólo mantener la membresía como miembro de la institución, pero no tener que recurrir a su auxilio ante dificultades económicas, ya que las condiciones para el auxilio son harto conocidas.
Por lo demás, adelantó que tiene intención de colaborar estrechamente con el Banco Mundial porque no tiene sentido el tradicional reparto de tareas entre el FMI, que presta a los países emergentes, y el BM, que lo hace a los más pobres.
Strauss-Khan se entrevistó ayer con el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, y en una entrevista al diaro `Le Monde` aseguró que el FMI no puede contentarse con ser un «gendarme» que presta dinero a cambio de «establecer reglas muy duras para los países con dificultades»
Por las aclaraciones hechas -y por los inconvenientes de hecho- va a ser difícil que se produzcan cualquiera de las dos alternativas que pueden definirse como «nuevo equilibrio de poder». Para el primer caso -el cambio del sistema económico mundial vigente- ni siquiera hace falta perder demasiado tiempo. Para el segundo caso -introducir cambios para tener en cuenta los intereses de los países menos desarrollados- creemos que sólo hemos escuchado futuras promesas rotas.