Los jefes de Estado y de gobierno de los ocho países más poderosos del mundo terminaron su cumbre de tres días con gran satisfacción, mientras organizaciones no gubernamentales manifestaron su profunda desilusión, más allá de avances parciales.
Antes de la clausura de la reunión este miércoles, activistas presentes en la septentrional localidad japonesa de Toyako habían manifestado su beneplácito por las declaraciones que los líderes se aprestaban a aprobar sobre el desarrollo de África, la seguridad alimentaria y la corrupción.
Pero, globalmente, el resultado de la reunión en Toyako «fue otra traición a los pobres y a los ciudadanos de los países del Grupo de los Ocho» (G-8), dijo a IPS Kumi Naidoo, copresidente del Llamado Mundial de Acción contra la Pobreza (GCAP).
«El resultado muestra una falta de comprensión sobre las causas profundas del hambre y de la desesperación en muchos países. Esperamos que los ciudadanos del G-8 presionen más a sus líderes», manifestó.
«El planeta se incendia mientras el G-8 juguetea», agregó Naidoo.
Representantes del GCAP naturales de diez países que observaron la cumbre están, según el activista, profundamente preocupados por la falta de contacto de los líderes del G-8 con la realidad en las cuestiones relativas al fin de la pobreza.
El GCAP es una alianza de sindicatos, organizaciones de la sociedad civil, grupos religiosos, femeninos y juveniles con sede en más de 100 países. La red exige a los líderes cumplir con su promesa de acabar con la pobreza y la inequidad.
«La falta de discusiones reales sobre biocombustibles en relación con el precio de los alimentos es horripilante. Las referencias a la salud, la educación y el agua no están, desgraciadamente, apoyadas por recursos adecuados y por metas con plazos fijados», afirmó Naidoo.
Mientras el G-8 le «sirve de boca a los Objetivos de las Naciones Unidas para el Desarrollo del Milenio», su compromiso real sugiere que se fracasará en el intento de cumplir con esas metas para el plazo establecido de 2015, según el activista.
Los Objetivos, adoptados por la Asamblea General de la ONU en 2000, plantean en primer lugar reducir a la mitad la proporción de la población mundial que sufre pobreza extrema y el hambre en el mundo para el año 2015, respecto de 1990, así como alcanzar una cobertura completa de educación primaria en todo el planeta.
Promover la igualdad de género y el empoderamiento de la mujer, disminuir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna, combatir el VIH/sida, la malaria y otras enfermedades graves, asegurar la sustentabilidad ambiental y crear una alianza global de Norte y Sur a favor del desarrollo son las otras metas.
En su declaración sobre Desarrollo y África, el G-8 indicó que «aunque se han logrado avances, persisten desafíos importantes. Renovamos nuestro compromiso con esas metas, fortaleciendo nuestros esfuerzos y nuestra alianza con los países en desarrollo, basados sobre la responsabilidad recíproca».
El director de la Campaña del Milenio de la ONU, Minar Pimple, comentó: «La reafirmación del compromiso con los objetivos es una señal positiva, pero los recursos financieros sobre la mesa son mucho menos de lo requerido para que los alcancemos en 2015.»
GCAP consideró que el G-8 se limitó a reiterar sus promesas anteriores, a pesar de que «el mundo ha cambiado para peor desde 2005».
El encarecimiento de los alimentos, estimado entre 30 y 45 por ciento, tuvo un efecto devastador, en especial sobre mujeres y niños que tratan de sobrevivir con menos de un dólar diario, según GCAP. Millones de personas se ven empujadas a la pobreza.
El representante japonés de GCAP en Toyako, Tatsuo Hayashi, dijo que esperaba un mayor liderazgo de su país, en su carácter de anfitrión de la cumbre. «El pueblo japonés quería más acciones contra la pobreza, así que hay mucho desaliento aquí».
Estas expresiones contrastan con los aplausos cosechados por el primer ministro japonés Yasuo Fukuda a comienzos de esta semana por su «liderazgo, compromiso y sensibilidad», como dijo uno de los participantes en la conferencia.
GCAP mostró su aprobación al compromiso de 10.000 millones de dólares como aporte del G-8 para abordar la crisis alimentaria mundial, pero advirtió que se trata de una respuesta tibia «que no ataca las causas estructurales y de largo plazo».
«La promoción de ‘mercados agrícolas y alimentarios abiertos y eficientes’ por parte del G-8 le negó a los pobres la posibilidad de alimentarse a sí mismos», dijo Joseph Ssuuna, de la Asociación PELUM de Uganda, organización que integra GCAP.
«Resulta trágico que el desarrollo conducido por el mercado, una de las principales causas de la actual crisis alimentaria, sea la solución ofrecida por los líderes del G-8», se lamentó Dian Kartika, de GCAP Indonesia.
«No entendemos por qué los líderes del G-8 pretenden solucionar la crisis alimentaria con más libre mercado, pues fue la liberalización de los mercados agrícolas y alimentarios fue lo que nos llevó a esto», dijo Yoshitaka Mashima, del sindicato mundial de agricultores Vía Campesina.