Los ministros de finanzas y los banqueros centrales de las 20 principales economías del mundo se reunieron el pasado fin de semana en Riad, Arabia Saudí. La cumbre financiera del G20 tuvo mucho que reflexionar. Primero, la epidemia de coronavirus. ¿Se convertirá en una pandemia? ¿Será tan grave el impacto en el crecimiento global, el comercio y la inversión como para empujar a la economía mundial a una recesión en 2020? Además, ¿qué se debe hacer para frenar y reducir las emisiones de gases con efecto invernadero mientras las temperaturas continúan aumentando en todo el mundo más allá del objetivo del último acuerdo internacional sobre cambio climático? Finalmente, ¿no se puede hacer nada sobre la enorme y creciente desigualdad de riqueza e ingresos y el continuo trasvase de ganancias de las multinacionales y los oligarcas ricos a los ‘paraísos fiscales’?
El comunicado del G20 de Arabia Saudí no proporcionó respuestas a ninguna de estas preguntas. En Riad, la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, que había anunciado previamente una reducción de las previsiones del FMI para el crecimiento mundial a solo un 2,9%, advirtió sobre una nueva reducción debido al COVID-19. Cree que la epidemia probablemente reducirá un 0.1% el crecimiento económico global hasta el 2.8%, la tasa más baja desde el final de la Gran Recesión hace más de diez años. Y arrastrará consigo el crecimiento de la economía de China al 5.6% este año desde 6.0% pronosticado previamente. “En nuestro escenario de referencia actual, se implementaran las políticas anunciadas y la economía de China volverá a la normalidad en el segundo trimestre. Como resultado, el impacto en la economía mundial sería relativamente menor y de corta duración”, dijo. Pero incluso eso podría ser optimista. «Pero también estamos analizando escenarios más graves en los que la propagación del virus continúa durante más tiempo y de manera más global, y las consecuencias para el crecimiento son más prolongadas».