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Gabriela Mistral a cincuenta años de su muerte

Fuentes: La Jornada

Afirma Octavio Paz, en Las trampas de la fe, que la interpretación biográfica es un camino para llegar a la obra de los escritores, pero que después hay un desprendimiento de los textos y éstos se vuelven autónomos. El caso de la poetisa chilena Gabriela Mistral es singular porque su obra literaria es el justo […]

Afirma Octavio Paz, en Las trampas de la fe, que la interpretación biográfica es un camino para llegar a la obra de los escritores, pero que después hay un desprendimiento de los textos y éstos se vuelven autónomos. El caso de la poetisa chilena Gabriela Mistral es singular porque su obra literaria es el justo reflejo en pro de la justicia y de la dignidad de los pueblos indígenas por los que siempre luchó.

Los poemas que la dieron a conocer y que más tarde la consagrarían son los sonetos de la muerte, escritos cuando tenía veinticinco años y con los que ganó los Juegos Florales de Santiago, en 1914. Sonetos de una maestría impecable en donde la rítmica y la rima pesan mucho menos que el discurso (característica ya de esta ortodoxa forma poética en el siglo XX).

Lucila Godoy Alcayaga (Gabriela Mistral desde1908), refleja en su poesía y en su prosa una queja social contra la pobreza rural. Obra poética de una solidez lírica y de discurso, comparada con la del poeta de Fuente Vaqueros, Federico García Lorca. La fuerza expresiva de Gabriela Mistral radica en haber vivido cada uno de los días de su vida con la mayor intensidad posible y en estar comprometida por la lucha de los pueblos: su fuerza radica en que en su búsqueda del amor sólo se encontró a ella misma.

Gabriela Mistral, una luchadora en pro de los derechos de los pueblos indígenas, la justicia en el problema agrario, la democracia genuina. Una maestra que educó a los indígenas pobres y descubrió ahí la génesis de su voz. Sin duda, fue esta lucha incansable la que contribuyó a que fuera galardonada con el Premio Nobel de Literatura en 1945 (primera vez otorgado a un escritor latinoamericano), y ese difuminar la línea entre las convicciones literarias y las obligaciones morales y éticas de una intelectual convencida de no separar su realidad literaria de la realidad que le tocó vivir. Impulsos encaminados siempre a la paz y la igualdad: «No se trabaja y se crea sino en la paz; es una verdad de Perogrullo, pero que se desvanece apenas la tierra parpadea de uniformes y hiede a quemados infernales.»

Cristo, el desamor y lo cotidiano en lo rural son los tópicos de sus primeros poemas en Desolación, versos llenos de angustia y desesperanza. Para conseguir ese sentido de reflexión utiliza versos endecasílabos o alejandrinos, lo que provoca que la rima se aleje y la atención caiga en las ideas:

¿Cómo quedan, Señor, durmiendo los suicidas?

¿Un cuajo entre la boca, las dos sienes vaciadas,

las lunas de los ojos albas y engrandecidas,

hacia un ancla invisible las manos orientadas?

(fragmento de «Interrogaciones», Desolación, 1922)

En Ternura -su segundo libro, 1924- repite algunos de los tópicos como la madre, el hijo, los niños, la pobreza; sin embargo, hay un gran contraste entre ambos libros. Los tópicos son mucho más ligeros y son un pretexto para jugar con las palabras; al utilizar heptasílabos y octosílabos el lenguaje que atrapa es el que tiene que ver con las herramientas musicales del ritmo y el juego sonoro de la rima:

A niño tan dormido

no me lo recordéis.

Dormía así en mi entraña

con mucha dejadez.

Yo lo saqué del sueño

de todo su querer,

y ahora se me ha vuelto

a dormir otra vez.

(fragmento de «Sueño grande», Ternura)

Incluso son tan lúdicos que muchos de ellos podrían ser incluidos en una antología para niños:

El pavo real

Que sopló el viento y se lo llevó las nubes

y que en las nubes iba un pavo real,

que el pavo real era para mi mano

y que la mano se me va a secar,

y que la mano le di esta mañana

al rey que vino para desposar.

¡Ay que el cielo, ay que el viento, y la nube

que se van con el pavo real.

Tala -su tercer libro, editado en 1938-, dedicado a los niños huérfanos de la guerra civil española, es más reflexivo, y es lógico si consideramos los catorce años de diferencia entre Ternura y Tala. Diferencia no sólo en los contenidos, sino también en el regreso a métricas más largas. Un libro que se acerca más en su forma a Desolación. Una de las virtudes insuperables es su sentido musical, el sonido que produce es completamente natural, sin sacrificar la profundidad del discurso ni forzar la combinación de las palabras, como sucede con muchos poetas:

Te olvidaste del rostro que hiciste

en un valle a una oscura mujer;

olvidaste entre todas tus formas

mi alzadura de lento ciprés;

cabras vivas, vicuñas doradas

te cubrieron la triste y la fiel.

(fragmento de «Nocturno de la consumación»)

Este contacto tan directo con la realidad del campo y las inequidades, da a su obra una coherencia como pocas en Latinoamérica. «Soy antes que todo obrerista y amiga de los campesinos; jamás he renegado mi adhesión al pueblo y mi conciencia social es cada vez más viva.» Su solidaridad en la desgracia de los pueblos o en los momentos difíciles, como la invasión de Estados Unidos a Santo Domingo, o con las víctimas de la guerra civil española, o a la causa sandinista en Nicaragua: «Es necesario decir algo en favor de la desgraciada Nicaragua. Es preciso acompañar siquiera con palabras a esa gente desventurada y heroica que padece por la justicia.»

Mistral tiene la genialidad de jugar con las palabras, de desdoblar los significados en significaciones personales que al ser leídas nuevamente se desdoblan en universales. Un ejemplo de por qué Mistral merece un sitio en la poesía universal es «Agua», poema de Tala donde los recuerdos de la infancia se vuelven líquidos; ese recuerdo de los segundos que quedan marcados en lo que parecen efímeras sensaciones (así como para Proust la sensación de la magdalena remojada en su boca le redescubrió el mundo). O la sensibilidad de Mistral para no dejar pasar ni los sabores ni los olores y plasmarlos en sus versos:

Victoria, la costa a que me trajiste

tiene dulces los pastos y salobre el viento

Otra condición esencial de cualquier poeta: retratar los paisajes por donde ha vivido:

Viboreas de las señales

del camino del Inca Huayna,

veteadas de ingenierías

y tropeles de alpaca y llama

de la hebra del indio atónito

y del ¡ay! de la quena mágica.

Donde son valles, son dulzuras;

donde repechas, das el ansia;

donde azurea el altiplano

es la anchura de la alabanza.

(fragmento de «Cordillera», Tala)

Dos años antes de su muerte, ya con su salud debilitada, corrigió los textos que formarían Poema de Chile, paisaje a través de la historia y geografía de este país andino.

Mar de Chiloé

(fragmento)

Que vamos llegando al mar

ya se siente en el resuello

de chilote que remase

siempre y sin brazos ni remos

y llega, sin llegar, altos

y ensalmuerados los dedos.

¡Mar dicho por bufonada

Pacífico y llevadero,

que alza cinco marejadas

donde le dan regodeo,

greña suelta, grana suelta,

Mar de Chile sempiterno.

La poesía de Mistral sigue los cánones de su tiempo (me refiero a algunas libertades en la rima y en la métrica sin dejarlas de tajo), y tiene su mayor valor en el hallazgo de lo cotidiano y ese decir sin prejuicios. La desolación sentimental y el desamor que siempre encontró (o quiso encontrar) marcan el carácter de sus versos, en donde busca la esperanza a través de la desesperanza: «Nadie me quiso nunca y me iré de la vida sin que alguien me quiera un día.»

La conciencia mistraliana del presente insatisfecho parte de un profundo conocimiento de la historia de los pueblos indígenas, experiencia vivida en carne propia que convierte su pluma en un reclamo a la reivindicación de los pueblos americanos y su descendencia:

Sol de los Incas, sol de los Mayas,

maduro sol americano,

sol en que mayas y quichés

reconocieron y adoraron

y en el que viejos aimares!*

como el ámbar fueron quemados.

(fragmento de «Sol de Trópico»,)

Así, a cincuenta años de su muerte (10 de enero de 1957), Gabriela Mistral encabeza, junto con Sor Juana Inés de la Cruz, esa selecta lista de poetisas latinoamericanas universales, representando dos pensamientos líricos separado por más de doscientos años, pero unidos por la intensidad que determinó sus vidas.

*Aimara. Individuo de una raza de indios que habitan la región del lago Titicaca, entre el Perú y Bolivia.)