Al tiempo que escribimos estas notas los medios de comunicación siguen informando de que se siguen produciendo combates en las calles de Trípoli entre rebeldes y leales al coronel Gadafi. Sin embargo, todo parece indicar que la guerra civil, en la que la OTAN ha apoyado de una manera decidida a los rebeldes, está llegando […]
Al tiempo que escribimos estas notas los medios de comunicación siguen informando de que se siguen produciendo combates en las calles de Trípoli entre rebeldes y leales al coronel Gadafi. Sin embargo, todo parece indicar que la guerra civil, en la que la OTAN ha apoyado de una manera decidida a los rebeldes, está llegando a su fin.
El conflicto libio ha generado argumentos encontrados en diferentes sectores de la izquierda mundial que no conviene despreciar y que podrían llevar a hacer paralelismos, a nuestro juicio muy peligrosos, entre lo que ocurre en Libia y lo que ocurre (o podría ocurrir) en Venezuela.
Encabezados por Hugo Chavez, algunos líderes latinoamericanos no han dudado en mostrarse empáticos con el coronel Gadafi y entender la agresión de la OTAN a Libia como un ataque imperialista dirigido exclusivamente a controlar de los recursos petrolíferos de este país. Mientras, en muchos otros lugares del mundo, grupos y personalidades de la izquierda, sin dejar de rechazar las retóricas de la «guerra humanitaria», se han negado a considerar al régimen libio y a su líder como «uno de los nuestros» o como un aliado.
Es indudable que el petróleo de Libia es una de las causas de la agresión de la OTAN pero no es, ni mucho menos, la única. Las revueltas populares así como las crisis de régimen que se han producido en los últimos meses en varios países árabes son muy complejas y han tenido características diferentes en cada país. Lo fundamental de todas ellas es que han amenazado la estabilidad política de varios Estados, así como el orden geopolítico del Magreb, diseñado para favorecer los intereses de las grandes potencias occidentales y sus empresas.
A la hora de defender sus intereses EEUU y Francia han tenido muchas dudas y han aplicado recetas diferentes en función del país y de las circunstancias. Mientras que en Túnez y Egipto apoyaron a sus gobiernos casi hasta el final, en Libia, tras dudas y muchos debates, se decidieron por controlar y dirigir el conflicto apoyando militarmente a los sublevados. Pero resulta difícil de creer que hayan atacado Libia porque el coronel Gadafi representara una amenaza a los intereses imperialistas. Empresas como la British Petroleum, la italiana ENI, la francesa TOTAL o REPSOL-YPF, obtenían grandes beneficios en Libia que además representaba un importante aliado de la Unión Europea para el control de las migraciones africanas a Europa. Además, desde hace por lo menos diez años, Gadafi había emprendido una exitosa campaña internacional para dejar de ser un enemigo de occidente y convertirse en su aliado (el caballo que le regaló a Aznar y la buena sintonía entre ambos dirigentes no es más que un ejemplo de ello).
¿Por qué atacaron Libia?
Al inicio de la crisis, incluso en los EEUU fueron muchas las voces, incluidas las de reputados militares como la del general Wesley Clark, ex comandante supremo de la OTAN, que no veían clara una intervención militar en Libia. Parecía que Obama iba a poder resistir la presión de los neo-cons que Bush no había podido resistir tras el 11S, pero fue entonces cuando la Liga Árabe, presionada por Arabia Saudí, decidió respaldar la aplicación de lo que se conoció como zona de exclusión área siempre que no fuera acompañada de una intervención terrestre de tropas. Tras varios meses de bombardeos, asesoramiento militar, apoyo financiero y diplomático a los sublevados, la OTAN parece que ha acabado con la resistencia del régimen libio y se abren nuevas posibilidades de reconfiguración de la geopolítica del Magreb, cuyas consecuencias son difíciles de prever pero que, sin duda, afectarán en aspectos tales como el control de los recursos naturales o la capacidad de intervención de los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN para decantar hacia sus intereses conflictos que puedan aparecer en diferentes lugares del mundo.
Pero ¿Por qué Arabia Saudí alentó la agresión a Libia? La clave hay que encontrarla en la amenaza al status quo que estaban significando las revueltas populares. Con la militarización, tutelada por la OTAN, del conflicto libio, de alguna forma, se ha aplicado una vacuna a la autonomía soberana de los pueblos árabes a la hora de decidir su propio destino.
¿Qué riesgos implica para Venezuela empatizar con Gadafi?
No hay nadie más interesado que los enemigos de Venezuela en establecer paralelismos con Libia, así como comparar a su presidente con el Coronel Gadafi. Si además eso sirve para que una parte de la izquierda global dé la espalda al proceso bolivariano en este asunto, mejor que mejor para la derecha venezolana y sus aliados internacionales.
Es el momento de hacer recordar a todo aquel que lo necesite que Venezuela es una democracia consolidada, cuyos procesos electorales han sido avalados por los organismos internacionales y cuyo presidente se ha sometido al veredicto de las urnas más veces que ningún otro en el mundo.
Tras el fracasado golpe de Estado encabezado por la derecha y la patronal venezolana en 2002, los conflictos políticos de ese país se resuelven en la arena electoral y, más allá de la virulencia discursiva de la oposición venezolana (por mucho que se vea amplificada por los medios de comunicación internacionales), en Venezuela no hay nada parecido a una crisis de régimen ni rebelión alguna susceptible de ser apoyada desde el exterior. Venezuela forma parte además de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), símbolo de la estabilidad y la soberanía de una región donde la democracia goza de mejor salud que en cualquier otro lugar. A través de su integración económica y política, América Latina aspira además a convertirse en un poderoso actor geopolítico en el que la injerencia extranjera sea un elemento de su pasado y no de su presente y su futuro.
La agresión de OTAN que ha costado ( y está costando) la vida a millares de civiles libios ha sido algo mas sutil que la intervención contra Iraq. Uno de sus posibles efectos más desastrosos podría ser el de destruir el protagonismo de los movimientos democráticos y anti-neoliberales, cuyo ejemplo en Túnez y Egipto animaron la indiganción en Europa. América Latina y Venezuela en particular, son ejemplos consolidados de la posibilidad real de lograr avances sociales con políticas redistributivas y soberanas. No caigamos en las trampas de los que sólo quieren pelear en el escenario de la violencia y la desestabilización.
* Pablo Iglesias Turrión es profesor de Ciencia Política en la Universidad Complutense y miembro de la Fundación CEPS.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.