No es lo mismo el “derecho” en pueblos que jamás han vivido la justicia social. En cada territorio, son las condiciones objetivas las que determinan la consciencia y la práctica sobre los “derechos humanos”, por más organizaciones especializadas que militen. Ahí donde reina el analfabetismo, el hambre, el desempleo y la insalubridad ¿qué significa la “Carta de los Derechos Humanos”? Poco o nada. La defensa de los derechos conquistados por la humanidad no puede reducirse a una recitación demagógica para decorar el palabrerío reformista o la filantropía de mercado, que abundan. https://www.un.org/es/about-us/universal-declaration-of-human-rights
No hay defensa de la humanidad que valga si sólo es ilusionismo -sin territorio- de “buenos propósitos”. Los territorios no son sólo geografía, son historia y “sentido”, sabores y olores… generados por la lucha de clases que habita en todas las relaciones sociales y todas las escalas emocionales y simbólicas. Los “derechos humanos” no pueden invocarse aislados del territorio ni de las tensiones semánticas de los “terruños”. Donde todo es corrupción, humillaciones y desprecio contra los pueblos, el discurso de los “derechos humanos” simplemente es palabrerío de salón o engañifa de burócratas. A pesar del significado y valor histórico de la Carta de los Derechos Humanos como herramienta opositora al proyecto nazi-fascista que merodeaba en tiempos de su nacimiento el 10 de diciembre de 1948.
Ahí donde los pueblos originarios son golpeados por todas las aberraciones y privaciones impuestas por las burguesías nacionales; ahí donde el acoso policial, militar e ideológico se encarniza contra los indígenas y campesinos para usurparles la tierra, la identidad y la dignidad… los derechos humanos sólo significan, paradójicamente, palabrerío enemigo y e ideología burguesa. El territorio pesa sobre el significado. Ahí donde los obreros son víctimas de la triple extorsión patronal, fiscal y sindical, donde el salario pesa como un féretro alienante, donde se va la vida y se consume el tiempo, a cambio de sueldos míseros e inflaciones obscenas, hablar de “derechos humanos” es simplemente grotesco si no ofrece instrumentos reales de transformación concreta en lugar de idilios escapistas. Es la realidad la que determina a la consciencia sobre los derechos humanos. Semántica en crisis.
Así que no sucumbamos a las tentaciones idealistas de una “declaración de los derechos humanos” que no tenga “los pies sobre la tierra” y la semántica de la realidad. Porque de la ridiculez no hay retorno. De nada sirve construir adoratorios ni sermones para cierto fanatismo “snob” sobre de los derechos que nada significan o que, en todo caso, significan el pensamiento que no es propio o que es ideología enemiga para derrotarnos las esperanzas, las luchas y los programas de transformación revolucionaria.
Y es imprescindible que toda la “declaración de los derechos humanos” sea revisada con la óptica y el escrutinio que interpela el carácter individualista de los “derechos”, contrastándolo con su carácter social ineludible y por definición políticos. Es un debate obligatorio, es una asignatura pendiente e histórica, que va recorriendo las décadas en búsqueda de una consonancia semiótica territorial, es decir geo-semiótica, en la que se haga visible el poder crítico de los “derechos humanos” en los territorios y se haga visible, también, la necesidad de una carta humanista revolucionaria capaz de revolucionar al humanismo. En estas condiciones ya es imprescindible que todo análisis recorra, con detalle, el universo de las cajas de resonancia semántica que tiene todo postulado cuya pretensión ascienda a la generalidad de los seres humanos, a la generalidad de sus problemas históricos y a la urgencia de la praxis transformadora.
Geosemiótica significa aquí el esfuerzo teórico-práctico por caracterizar la red compleja, diversa y dinámica de la dialéctica del sentido, las leyes generales de su desarrollo, en cada territorio. La red compleja, y no pocas veces interconectada, de los significados con que se organiza la conducta de clase cotidiana de los pueblos, sus basamentos filosóficos y sus expresiones morales y éticas. Con el supuesto de que toda acción está precedida de un conjunto de nociones sobre la realidad, y sobre lo que se pretende en el futuro esta idea, la geo-semiótica se enraíza en la necesidad de caracterizar, también, localmente los modos de producción de sentido y las relaciones de producción de sentido, en las condiciones concretas en que se desarrolla. No se trata de una categoría esotérica para hacer, todavía más, incomprensible a la semiótica y a su responsabilidad como instrumento de combate contra la ideología de la clase dominante. Se trata, todo lo contrario, de enriquecer el instrumental de acción o de praxis científica para facilitar su ascenso en las realidades concretas de cada pueblo.
Todas las tareas que sean necesarias en la lucha cotidiana por la emancipación del sentido tienen, ante la “Carta de los Derechos Humanos”, un reto de urgencia crítica que compromete, de manera multidisciplinaria, a quien pretenda contribuir a orientar las luchas emancipatorias para oponerse al humanismo de las formas dogmáticas, mecanicista o esquemático con que se pretende resolver no sólo la problemática humana de nuestro tiempo sino también la idea de un “Derecho” separado del principio urgente de la Justicia Social.
Así cobra sentido nuevo la iniciativa de revolucionar el humanismo para confrontar los campos semánticos de los “derechos humanos” con el campo político de la Justicia Social que está por construirse. Porque está claro que ahí donde todas las penurias humanas se agudizan y se encierran en callejones sin salida, ahí la propia noción de lo humano, la propia idea de Justicia pierden sentido. En todo caso, ese es el sueño de la ideología de la clase dominante, despojarnos de toda noción y toda práctica humanista que pudiera garantizarnos orientaciones concretas ya sea en el territorio de la Filosofía como en los escenarios de su praxis inmediata más urgentes. Es el sentido del sinsentido.
Revolucionar la “Carta de los Derechos Humanos” no es una utopía más cuando la pandemia ha desnudado la crueldad burguesa que atesora vacunas al ritmo del mercado y de la crueldad capitalista. Revolucionar al humanismo implica producir herramientas que muestren permanentemente el rostro de nuestros pueblos atónitos que miran, con desesperanza y rabia, la demora de su Derecho a las Vacunas; que miran la demora del Derecho a la Educación, la nutrición, el trabajo, la vivienda y la cultura emancipada. El Derecho a “vivir viviendo y no sobreviviendo” en las condiciones inmorales en que se “vive” bajo el capitalismo. Revolucionar al humanismo de los “derechos humanos” implica combatir al ilusionismo filantrópico con una declaración de acción concreta contra las sociedades divididas en clases donde reina lo inhumano del modo de producción dominante y de las relaciones de producción alienantes con todos sus significados. Sus medios y sus modos.
Fernando Buen Abad Domínguez, Director del Instituto de Cultura y Comunicación y Centro Sean MacBride, Universidad Nacional de Lanús. Miembro de la Red en Defensa de la Humanidad. Miembro de la Internacional Progresista. Miembro de REDS (Red de Estudios para el Desarrollo Social)