He visto la película Guernica esperando encontrar una exposición sobre el drama sufrido por el pueblo vasco y la crueldad de la barbarie nazifascista. Por el contrario, me encontré con un esperpento de tal calado, que seguro que los abonados a los canales de «nodovisión» (13tv, mediaset, atresmedia, etc.), no tendrían reparo en valorarla como […]
He visto la película Guernica esperando encontrar una exposición sobre el drama sufrido por el pueblo vasco y la crueldad de la barbarie nazifascista. Por el contrario, me encontré con un esperpento de tal calado, que seguro que los abonados a los canales de «nodovisión» (13tv, mediaset, atresmedia, etc.), no tendrían reparo en valorarla como una «obra maestra» digna del mejor «cine de barrio», porque es eso «cine de barrio». La película no va sobre el bombardeo de Guernica, ese es el trasfondo, el decorado, nada más. La película va de un melodrama de amor y celos que ni cuaja ni cuela, maniquea con buenos, buenísimos y malos malísimos. Y si para ello hay que distorsionar la historia, los guionistas demuestran no tener grandes reparos en hacerlo.
La versión oficial del Guernica de Koldo Serra
Nos presentan una película de ficción donde sobresalen los malos, malísimos que se pintan como unos auténticos psicópatas. Pero, ¡sorpresa!, éstos no son los franquistas, ni si quiera la Legión Cóndor, su coronel Richtoffen o su comandante en jefe Goering, sino los soviéticos, los comunistas, que sin saber porqué y de qué forma misteriosa controlaban nada menos que el gobierno de Euskadi. Los culpables de la guerra deambulan por el decorado de la trama a un segundo plano casi desapercibidos.
En el otro lado de los buenos-buenazos encontramos al periodista yanqui Henry Howell, que nada tiene que ver con el periodista inglés Georges Steer quien con tono antifascista destapó internacionalmente el bombardeo de la ciudad. Aquí el periodista de ficción que se nos presenta como indiferente con la causa republicana y aburrido de tanto antifascismo, es el héroe que nada que ver con los «malos» estadounidenses que realmente estuvieron en la guerra, de la brigada Lincoln, ya que eran «rojos» y algunos hasta afroamericanos. Pero sobre todo, tampoco tiene nada que ver con el pueblo vasco, con el ejército republicano y con los luchadores antifascistas que dieron su vida por defender la democracia y la independencia de España frente al fascismo, los cuales Koldo Serra los presenta como humanoides sin ideales y sin conciencia.
E incluso encontramos a un simpático periodista que trabaja para un periódico de la Portugal de Oliveira Salazar, partidario del fascismo (Marco Navas), que andaba por allí como Pedrito por su casa, que Koldo y sus guionistas nos muestran con más humanidad que todo ese revoltijo de «rojos, republicanos y separatistas». Durante toda la película sólo aparece un militar franquista sin la mayor relevancia argumental, como si con ellos no fuera la guerra, y los fascistas italianos que ya bombardearon y destruyeron Durango y que también participaron con sus Savoias en el bombardeo de Guernica, no aparecen ni por asomo.
Las patadas que pegan los guionistas a la historia y al antibelicismo son tremendas. La película comienza criticando la propaganda antifascista contra la guerra de agresión, por ser eso, propaganda. Critica la censura realizada por la república en tiempos de guerra, llevada a cabo misteriosamente ¡por consejeros soviéticos! Critica y eleva a las chekas hasta mismísima Euskadi, aunque ni existieran. Se coloca a Dimitri Shostakovich nada menos que en la cárcel en 1937 en la URSS, aunque éste ni antes ni después fuera encarcelado.
Presentan a la Luftwaffe, con el coronel Richtofen al frente, como angelitos que sólo cumplen ordenes de Franco, que ¡se lamentan de tener que destruir fábricas! (sic), aunque estas nunca fueran destruidas y aunque sólo bombardearan el casco urbano y dispararan a matar civiles, en vez de objetivos militares como las fábricas de armas y puentes, las cuales y los cuales, misterio de los misterios, quedaron intactas e intactos. Esto no aparece en la película ya que los guionistas y el director estaban perdidos en la soberbia de su anticomunismo.
Y este anticomunismo, les lleva a mostrar un bombardeo como daño colateral que parece una fiesta de petardos más que otra cosa, en la cual no aparecen las bombas incendiarias que redujeron Guernica a cenizas, escombros, polvo, etc., ni los ametrallamientos indiscriminados contra la población. Omisión histórica que a los guionistas y al director se la traen, porque les sirve para mostrar cómo gracias al bombardeo ¡¡¡los presos políticos de la malvada checa son liberados gracias a las bombas de la Luftwaffe!!! (sic). Y al final, el villano de la película es ¡el consejero soviético! (sic). Vamos, para tocarse las narices.
En fin, una «obra cinematográfica» que historiadores franquistas como Pío Moa o Salas Larrazabal aplaudirían sin dudarlo. Porque a fin de cuentas ellos también presentan la guerra como un conflicto fratricida, absurdo, ¡una conspiración de los comunistas y de Moscú! (sic). Ellos también borran las causas de la guerra y las responsabilidades de quienes la desencadenaron, falseando y revisando la historia, silenciando a la República, sus logros, sus reformas, sus conquistas sociales y su legitimidad democrática, enterrando los crímenes del fascismo internacional y el franquismo, enterrando la lucha de clases, desprestigiando el antifascismo de los trabajadores, las mujeres y los pueblos de España que con su lucha, convicción, conciencia y sacrificio resistieron con heroísmo la barbarie nazifascista a pesar de la conjura de las democracias burguesas occidentales contra la IIª República española. Y de poco sirve que tanto al principio como al final de la película la narrativa se nos advierta en sólo 50 segundos quienes fueron los culpables del bombardeo sobre Guernica (Franco y los nazis) ya que el desarrollo argumental de la misma va por derroteros totalmente opuestos.
Una oportunidad para explicar cinematográficamente lo que Picasso reflejó en su Guernica tirada al cubo de la basura por el anticomunismo barato de especialistas en hacer cine basura a lo Inda-Marhuenda, algo que desgraciadamente está muy de moda por estos lares. McCarthy nunca hubiera llamado a estos «cineastas» al comité de actividades antiamericanas, a no ser que tuvieran algo que declarar, por ejemplo, ¡que malos que eran los comunistas! (sic).
No recomendable, y de cero a 10 para los cinéfilos, mi opinión un cero grande. Si no la habéis visto, a no ser que la curiosidad os mate, no os perderéis nada.
La historia real de Guernica frente a la barbarie fascista
El 26 de abril de 1937 Guernica fue bombardeada por la Luftwaffe, por su unidad aérea Legión Cóndor y la aviación legionaria italiana que actuaban al servicio del bando franquista. En esta acción bélica intervinieron 31 bombarderos y 26 cazas contra una población de 5000 habitantes que no disponía de defensa antiaérea, con tropas republicanas que se retiraban para preparar la defensa de Bilbao y refugiados que huían del avance de las tropas franquistas. Dos días más tarde los requetés carlistas se apoderarían de la ciudad.
Fue la primera ciudad destruida por la Luftwafe y el segundo bombardeo que destruyó una ciudad entera en España. Días antes lo fue Durango, destruida por la aviación italiana. Pero no fue el primer bombardeo contra la población civil. Los primeros raids aéreos por orden directa de Franco se realizaron en noviembre de 1936 en Madrid por la aviación alemana e italiana, con el objetivo de desmoralizar a la población y conseguir la rendición militar, sin éxito, debido a la resistencia, unidad, organización militar y política del pueblo, los milicianos y el ejército republicano.
Tampoco fue el primer bombardeo realizado en Euskadi. Los nazifascistas ya lo habían hecho en Ochandiano, Irún, Eibar, etc. y el 31 de marzo los fascistas italianos bombardearían la citada Durango, ametrallando a la población, causando 336 muertos, dejando claro que el objetivo de estos bombardeos no era militar (destrucción de nudos de comunicación, fábricas de armas, artillería, etc.), sino simplemente destruir a la población para sembrar el pánico y de esta manera forzar la capitulación en los frentes de guerra.
En esta orgía de sangre y destrucción la Legión Cóndor ya había destacado su vileza al bombardear columnas de refugiados en la carretera de Málaga-Almería. En Guernica atacaron con bombas explosivas e incendiarias el casco urbano de la ciudad, provocando un incendio que duró días, destruyendo el 70% de los edificios y viviendas y ametrallando indiscriminadamente a la población, causando según historiadores diversos y la prensa de la época entre 1000 y 1654 muertes, y aunque investigaciones recientes reducen la cifra a 300 (6% de la población) hay que añadir que los franquistas hicieron desaparecer todos los censos y documentos para impedir la contabilidad de la catástrofe humana.
El ataque carecía de valor militar para los agresores fascistas. La utilización de bombas incendiarias y el ametrallamiento de la población durante 3 horas eran innecesarias si lo que se buscaba era evitar la retirada del ejército republicano y su reagrupamiento en Bilbao ya que el puente y las tres fábricas de armas existentes en Guernica quedaron intactas. El objetivo era únicamente no militar: la destrucción de la ciudad para sembrar el pánico. Tras el bombardeo de Guernica el coronel Richtofen escribió que la operación del 26 de abril fue la más lograda de los bombardeos efectuados en la ofensiva franquista contra Euskadi (1).
A diferencia de este y otros bombardeos realizados contra la población civil por la aviación nazifascista, los bombardeos de la aviación republicana en Oviedo, Zaragoza y Córdoba se dirigieron sobre objetivos militares no sobre la población civil.
Durango y Guernica corrieron la misma suerte que correrían Varsovia, Coventry, Leningrado, Kiev, Stalingrado, asediadas y bombardeadas indiscriminadamente por la Luftwaffe. La Legión Cóndor participaría en los bombardeos de Varsovia y Stalingrado.
La inmediata repercusión internacional del bombardeo hizo que la propaganda franquista hiciera recaer cínicamente sobre los «rojo-separatistas» la destrucción de la ciudad acusándolos de incendiarla. Sin embargo, Goering al regreso de la Legión Cóndor a Alemania no tendría reparo en afirmar: «la flota aérea tenía que incendiar para demostrar al mundo de lo que era capaz» (2). Una confesión en toda regla de un crimen atroz, que a Koldo Serra se le olvidó incorporar.
La realidad de los hechos fue revelada internacionalmente por el periodista británico George Steer de The Times a través de un extenso cablegrama. Steer a diferencia del protagonista de Koldo Serra, sí que se identificaba con la causa republicana y fue despedido por el elevado tono antifascista de sus reportajes, ya que el editor de The Times (Geoffrey Dawson) era un fervoroso simpatizante del fascismo. El gobierno republicano pudo utilizar el bombardeo como símbolo antifascista, y Picasso lo reflejó en el más representativo cuadro antibelicista de la historia contemporánea.
Picasso, Shostakovich y la historia nos lo dicen todo. El cine basura nada.
Al principio de la película aparece el subtítulo «Guernica: un crimen olvidado», al final de su visionado no puedo dejar de preguntarme tras hora y media, ¿de qué crimen están hablando, de las chekas de ficción, de las bombas de verbena, o del crimen que cometen contra la memoria y la historia quienes realizan un guión con omisiones y mentiras? Los golpistas e invasores francofascistas y el ametrallamiento contra la población y la reducción de Guernica a cenizas, son el gran ausente de toda la película. Aquí el anticomunismo del director (Koldo Serra) y sus guionistas (José Alba, Carlos Clavijo, Barney Cohen) nos presentan una historia sin conciencia y la reducen a cenizas con la misma simpleza y falta de humanidad que los fascistas hicieron con Guernica. Ahí tenéis el «crimen olvidado» por estos cineastas de «cine de barrio», que sin pena ni gloria no pasara a la historia.
Lo mismo que gracias a la 7ª Sinfonía de Shostakovich Leningrado como símbolo de lucha del pueblo soviético contra el fascismo existe, gracias a Picasso, pintor y comunista hasta su muerte, el cuadro de Guernica tiene su lugar imborrable en el mundo del arte y en nuestra memoria. Picasso supo reflejar toda la barbarie de la guerra y la tragedia de la muerte de víctimas inocentes en un lienzo encargado por el pintor Josep Renau (Director General de Bellas Artes) en representación del gobierno de la república. Picasso suspendió todos sus trabajos para dedicarse en cuerpo y conciencia, convirtiéndolo en un símbolo contra la guerra de agresión fascista en particular y contra la guerra en general, desnudando con su estilo los sufrimientos que la guerra inflige a los seres humanos. La Sinfonía de Leningrado y el Guernica de Picasso son historia, el culebrón de Koldo Serra, un despropósito.
Notas
1) Guerra y Revolución en España 1936-1939. Georges Soria. Tomo III. Pág. 93. Ed. Grijalbo. Barcelona. 1978.
2) Guerra y Revolución en España 1936-1939. Pág. 143 Tomo III. PCE. Ed. Progreso Moscú 1967.
Blog del autor: https://marxismoleninismo.
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