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¿Girará Latinoamérica hacia la izquierda? Desarrollo e Historia Económica

Fuentes: Rebelión

La reciente y aplastadora victoria del candidato del MAS -Movimiento al Socialismo-, Evo Morales, que en breve visitará España, en las últimas elecciones bolivianas ha vuelto a poner en boca de los analistas políticos occidentales el denominado escenario del «Viraje hacia la izquierda» como modelo de referencia para el área geopolítica de latinoamericana. Y es […]

La reciente y aplastadora victoria del candidato del MAS -Movimiento al Socialismo-, Evo Morales, que en breve visitará España, en las últimas elecciones bolivianas ha vuelto a poner en boca de los analistas políticos occidentales el denominado escenario del «Viraje hacia la izquierda» como modelo de referencia para el área geopolítica de latinoamericana. Y es además un excelente pretexto para poder aproximarnos a cuestiones de fondo de mayor importancia, como pueden ser el crecimiento económico y el desarrollo en latinoamericana en el mundo en general.

Dentro de un paradigma que podría venir a coincidir con lo que los teólogos de la liberación denominaban como «conquista de espacios políticos dentro de la sociedad burguesa» algunos movimientos políticos latinoamericanos han conseguido infiltrarse dentro de la estructuras de poder político de algunos estados latinoamericanos, llegando incluso a la cúspide de dicho poder político en ciertas ocasiones.

La adopción de este tipo de paradigma por parte del la «izquierda» viene determinado, básicamente, por dos tipos de motivos, por una parte la imposibilidad manifiesta de acceder al poder mediante una confrontación directa de fuerza, y por otra la creencia de que desde las estructuras «burguesas» de poder se puede lograr una mejora material de las condiciones de vida del conjunto de la población.

El primer motivo que propicia este cambio es totalmente cierto, el segundo probablemente sea totalmente falso. La idea de fondo es lograr una mejora gradual de las condiciones de vida de la población dentro de un sistema capitalista, tomando como referencia el modelo de las socialdemocracias escandinavas e, incluso, hispánicas.

Si bien éste paradigma podía resultar acertado para las sociedades occidentales dentro del periodo 1917-91 probablemente sea totalmente erróneo para los sociedades latinoamericanas post-guerra fría por diversos motivos.

Para empezar el equilibrio de fuerzas en las sociedades europeas era mucho más incierto que en las latinoamericanas. Es indiscutible que uno de los factores principales que llevó a la mejora de las condiciones generales de vida de los trabajadores occidentales fue la fuerza y vigor del movimiento obrero durante los dos primeros tercios del Siglo XX en el mundo occidental.

Una gran parte de las mejoras en las condiciones de vida de los trabajadores occidentales fueron logradas gracias al puro miedo por parte de las élites burguesas ante la posibilidad de un estallido revolucionario. La posibilidad de estallidos factibles de corte revolucionarios en las suciedades latinoamericanas de la actualidad es, por decir algo, marginal.

En el occidente liberal-capitalista del Siglo XX las sociedades burguesas occidentales se vieron en la necesidad de integrar al conjunto de la sociedad dentro del modelo económico liberal-capitalista. Para garantizar su supervivencia las sociedades burguesas occidentales se vieron en la necesidad material de integrar al conjunto de la población dentro de los beneficiarios de su sistema económico, avanzando hacia el denominado «estado de bienestar», lo que se materializó en la práctica, en una mejora sustancial de las condiciones de vida generales de los trabajadores (2).

Pero en una mejora de condiciones que, además de incoherente en última instancia con el sistema capitalista -como podemos observar en la actualidad- fue lograda, en general y para no alterar la distribución de renta las sociedades occidentales, mediante una transferencia de renta desde lo que hoy denominamos Tercer Mundo hacia el occidente capitalista. Occidente articuló a lo largo de todo el Siglo XX un sistema económico mundial que primaba sus intereses, y que, en esencia, propiciaba la transmisión de recursos desde áreas periféricas del sistema económico mundial hacia su centro.

Es decir: para integrar al conjunto de la población de los estados occidentales dentro de los beneficiarios de su sistema económico se estructuró una transferencia de renta desde el Tercer Mundo hacia éstos. El objetivo era mejorar las condiciones de vida de los trabajadores de los estados desarrollados lo suficiente para alejar a estos de tentaciones y experimentos revolucionarios, pero sin alterar la distribución general de la riqueza en el occidente capitalista.

Hoy en día es indiscutible que un alto porcentaje del bienestar del que disfrutan en la actualidad los trabajadores occidentales se ha logrado, y se logra, mediante la transferencia de renta desde otras áreas. Si las socialdemocracias occidentales son el modelo a imitar, y ni analizamos la evolución histórica de sus economías, resulta difícil tratar de encontrar un área desde la cual se puedan transferir recursos hacia Latinoamérica. El capitalismo occidental no se basó sólo en unas mejores estructuras productivas, y una mejor gestión económica, como expresa lúcidamente Jean Bricmont, el capitalismo occidental se basa también, y de manera desgraciada, en :

«un largo periodo de relaciones desiguales con esta vasta reserva de materias primas y de trabajo gratuito o muy barato que hoy se llama Tercer Mundo. Nadie puede decir qué habría sido de nuestro sistema (ni tampoco cómo habría podido desarrollarse el resto del mundo) sin el tráfico de esclavos, la conquista de América y su pillaje, lo mismo que el de África y de las Indias, las guerras del opio, el flujo ininterrumpido de petróleo barato en el siglo XX o la transferencia de recursos (Norte-Sur) púdicamente llamado «servicio de la de l´uda» (1)

Resulta difícil imaginar qué regiones pueden surtir de recursos a Latinoamérica para permitir un desarrollo económico suficiente para poder comenzar la construcción de un «estado de bienestar «.

Las condiciones de vida de la clase trabajadora en los estados del capitalismo desarrollado son fruto de un proceso único e irrepetible, y por sus características y condicionantes históricos no pueden servir de modelo hacia el desarrollo para otras sociedades.

Si dejamos a parte la transferencia de renta desde otras áreas el camino para lograr la mejora de las condiciones de vida de la población radica en buscar una distribución más equitativa de la propia renta nacional. Sin contar con que esto implicaría variar la articulación de la economía mundial, cosa que occidente seguramente no toleraría, es dudoso que las élites económicas de los estados subdesarrollados estén interesadas, ante la falta de una amenaza revolucionaria creíble, en iniciar las transformaciones necesarias para avanzar hacia la construcción de un verdadero estado del bienestar en el seno de las sociedades latinoamericanas. Desarrollo de un estado de bienestar que se edificaría en esencia sobre una merma de su posición de influencia económica y política.

En definitiva, por la estructuración del sistema mundial de relaciones económicas vigente la mejora de las condiciones de vida generales del grueso de la población de ese área que denominamos Tercer Mundo no es factible sobre políticas de crecimiento económico. La articulación de la economía mundial tal y como se da en la actualidad impide que en la mayor parte de las áreas subdesarrolladas del planeta el crecimiento económico, cuando se da, se materialice en una mejora de las condiciones de vida de la población en general.

Si realmente queremos lograr una mejora de las condiciones de vida del conjunto de la población planetaria esta mejora debe articularse sobre políticas de distribución de la riqueza. Las circunstancias históricas que rodearon el desarrollo del capitalismo occidental hacen de éste un modelo muy preciso particular, y desde luego un modelo que no puede ser propuesto como modelo general, precisamente por sus particularidades históricas -a pesar de que desde diversos organismos así se haga, con los desastrosos resultados que eran, por otra parte, previsibles-.

La estructuración de la economía mundial en función de los modelos occidentales sólo sirve en la práctica, y la realidad podemos remitirnos, para mantener el sistema de relaciones internacionales vigente, sistema vigente articulado, por supuesto, en beneficio del occidente capitalista: esto es para perpetuar la preeminencia económica de un área determinada sobre el resto del planeta. Preeminencia económica caracterizada en su origen por un acceso desigual a los recursos mundiales, y perpetuada mediante la articulación de la economía mundial, muchas veces mediante la fuerza, en beneficio del propio occidente capitalista.

En definitiva, dadas las características de la economía mundial tal y como se dan el la práctica una mejora de las condiciones de vida generales del conjunto de la población en el «Tercer Mundo» es irrealizable mediante políticas de crecimiento dentro de un sistema liberal-capitalista. En las áreas subdesarrolladas, por la articulación del sistema de relaciones socioeconómicas vigente, el crecimiento económico, cuando se da, no se materializa en una mejora efectiva de las condiciones de vida del conjunto de los ciudadanos.

El crecimiento económico en áreas subdesarrolladas se materializa en el mejor de los casos en una mejora del status económico de las elites de los estados del «Tercer Mundo», cuando no directamente en la fuga de recursos, canalizados hacia el occidente capitalista a través de los grandes intereses multinacionales. Los intereses de la élites de las naciones subdesarrolladas y los del occidente capitalista vienen a coincidir de hecho para constituir un freno casi siempre insalvable a la hora de lograr una mejora efectiva de las condiciones de vida generales en áreas atrasadas. Dentro del sistema mundial de relaciones socioeconómicas es dudoso que «mediante la conquista de espacios políticos dentro de las estructuras de poder burguesas (3)» se pueda lograr una transformación estructural de las economías subdesarrolladas.En definitiva:

«una de las grandes paradojas de la actuales es que, aunque la democracia electoral progresó en términos globales, el ejercicio real de la soberanía popular nunca fue tan ultrajado. Para algunos de sus promotores la democracia electoral sólo tiene sentido si preserva los intereses socioeconómicos de los grupos dominantes en el marco de alternancias políticas vaciadas de toda idea de transformación social y económica.»(4)

Dicho de otra manera: desde un sistema democrático liberal-burgués, con el ejercicio limitado de la soberanía popular, es imposible, especialmente en el «Tercer Mundo», lograr una transformación estructural de la realidad socioeconómica de un estado. Esencialmente ésto se debe a la naturaleza inherente de las democracias liberales, y al reconocimiento de una serie de condiciones, inalienabilidad de la propiedad privada con independencia de su origen o legitimidad por ejemplo, como condiciones Ad Hoc para la instauración de un sistema democrático. Se trata, en definitiva, de frenos al ejercicio de la soberanía de las masas (5).

Las élites aceptan el funcionamiento democrático a cambio de que éste no pueda socavar en ningún caso su posición económica, ni pueda permitir una transformación estructural de la realidad socioeconómica de un estado, aunque si parchear su realidad social. Se trata de un modelo que en efecto ha propiciado, por su particularidades precisas, una mejora de las condiciones de vida de la población occidental en su conjunto, a pesar de la existencia de una importante cantidad de marginados dentro de las sociedades desarrolladas, pero que en modo alguno puede propiciar, por las características del sistema económico mundial, una mejora de las condiciones de vida de la población mundial en su conjunto (6).

(1)BRICMONT, Jean (2004), «¿Cambia de Bando la esperanza?», Revista Il Manifesto, n° 47, en www.Rebelion.org, Traducido del francés para Rebelión por MORALES BASTOS, Beatriz.

(2)Tipo de estructura económica en franco retroceso en todo el mundo por otra parte.

(3)En las palabras de Leonardo Boff.

(4)CARROUÉ, Laurent, (2004), «Los Incierto Pasos de la democracias», Valencia, Cybermonde, p.71, en El Atlas de Le Monde Diplomatique Vol.I

(5)Por ejemplo, si la soberanía recae, como reconoce por ejemplo la actual constitución española, en el pueblo de un estado, el reconocimiento de la propiedad privada, como también reconoce la constitución, podría chocar frontalmente con el ejercicio de la soberanía popular. Expresado en otros términos: el ejercicio de la soberanía popular acaba -o debe acabar, en función de la interpretación que se haga- cuando el pueblo decide, por ejemplo, que los las instituciones bancarias no puedan cobrar intereses por los créditos que concedan, penalizando fiscalmente además la acumulación de pasivos financieros.

(6)Esto más que a las deficiencias del sistema democrático en sí se debe más a una determinada interpretación del mismo -la de los politólogos liberales y neoliberales- que juzga indispensable el recorte al máximo del ejercicio de la soberanía para el funcionamiento de un sistema democrático. En definitiva de una interpretación que entiende que la democracia es meter una papeleta cada 4 años en una urna para escoger a los diferentes niveles de la administración pública, sin que dicha elección pueda en ningún caso alterar la estructura económica de un estado. En definitiva de una «democracia mutilada» o «formal» en la cual los verdaderos ejes de vertebración estatal quedan al margen de ámbitos electorales y lejos del alcance de la soberanía de las masas. Esta interpretación de lo que es una democracia llega al paroxismo en algunos estados, en los cuales, por ejemplo, ni siquiera se llega a consultar al pueblo sobre cuestiones tan trascendentales como la forma de estado o el m odelo de ley electoral.