La globalización deja a las grandes trasnacionales el poder sobre la agricultura, lo que genera un mayor éxodo de campesinos y la imposibilidad de acabar con el hambre en el mundo, pues la producción queda sólo en manos de quienes pueden pagarla. »El mercado no puede acabar con el hambre porque no está hecho para […]
La globalización deja a las grandes trasnacionales el poder sobre la agricultura, lo que genera un mayor éxodo de campesinos y la imposibilidad de acabar con el hambre en el mundo, pues la producción queda sólo en manos de quienes pueden pagarla.
»El mercado no puede acabar con el hambre porque no está hecho para cubrir necesidades, no equilibra oferta con necesidad, sino oferta con demanda», afirmó el francés Marcel Mazoyer, durante su intervención en el Foro Mundial sobre la Reforma Agraria (FMRA) que se celebrará hasta este miércoles en Valencia.
Mazoyer, ex presidente del Programa Alimentario Mundial (PAM), resumió así una de las principales críticas hechas en el foro -que reúne a representantes de 68 países- a la actual estructura agrícola mundial, donde las grandes trasnacionales tienen el poder de dictar las normas y crear un mercado a su medida, apoyadas por las recomendaciones del Banco Mundial.
»Una sola empresa tiene el control de 80 por ciento de la producción de pescado, desde su pesca hasta su distribución», aseguró Pedro Avendaño, director ejecutivo del Foro Mundial de Pescadores, en alusión a la compañía conservera Pescanova.
Avendaño, como el resto de ponentes en la conferencia »La globalización neoliberal y sus amenazas sobre la soberanía alimentaria, el acceso a la tierra y a los recursos naturales», alerta sobre estas trasnacionales, entre las que también se citó al gigante suizo Nestlé, que favorecen las concentraciones de las explotaciones en detrimento de los agricultores y pescadores artesanales.
Esta concentración y la especialización, en particular en los países desarrollados ha llevado a una caída de los precios que, junto con la liberalización de los intercambios, bloquea el desarrollo de los campesinos tradicionales, mayoritarios en los países del tercer mundo.
Cada minuto desaparece un campesino
Los dictados de la globalización están imponiendo un modelo de producción agrícola destinado a la exportación frente a la producción dirigida al mercado interno, más propio de las pequeñas explotaciones.
Esto lleva a la paradoja de que en Latinoamérica »estamos exportando productos agrícolas, digamos de lujo, y estamos importando productos básicos», dijo el ex ministro de Agricultura del derrocado gobierno chileno de Salvador Allende (1970-73), Jacques Chonchol.
Los asistentes no han dejado de clamar »reforma urgente agraria y necesaria», al tiempo que aplaudían a los ponentes.
Argentina y Brasil son citados como ejemplos de éxito exportador, pero »lo que no se dice es que al mismo tiempo se está produciendo una desaparición de la producción para el mercado interno», lo que obliga a importar productos de consumo básico, explicó Chonchol.
Los pequeños agricultores no pueden competir con las grandes extensiones, que cuentan con capital y tecnología, lo cual provoca un masivo éxodo a las ciudades, que se convierte en mano de obra barata.
»En Europa, cada minuto desaparece un campesino, y en Estados Unidos está desapareciendo la agricultura» minifundista, señaló el español Paul Nicholson, de la Coordinación Campesina Europea, al recordar que la crisis rural afecta al globo.
En el mundo »hay 840 millones de personas que pasan hambre todos los días; 2 mil millones de personas que sobreviven con carencias alimentarias fuertes, malnutridas; 3 mil millones de campesinos con situaciones terribles para producir y alimentarse», advirtió Vicent Garcés, coordinador del Comité Promotor de este foro, que aspira a formar parte del Foro de Porto Alegre.
Mazoyer explicó que con un volumen de producción de 30 por ciento de lo que actualmente se cultiva en el mundo, sería suficiente para acabar con el hambre.
El experto recordó que la modernización del campo ha causado una caída de los precios que, junto con la liberalización de los intercambios, bloquea el desarrollo de los campesinos tradicionales, mayoritarios en los países del tercer mundo.
Además, el empobrecimiento de los campesinos tradicionales favorece a los latifundistas y las grandes trasnacionales, que sólo se interesan por »las tierras rentables y no por los 3 mil millones de personas que no tienen poder adquisitivo», añadió Mazoyer, quien abogó por una redistribución de las tierras.