En un plazo de cinco días hubo dos acontecimientos que marcaron, una vez más, la clara situación en que se encuentra nuestro país, y de como los gobernantes se comportan, en todas las esferas, ante la lucha y la resistencia de los trabajadores. El asesinato de la misionaria norteamericana Dorothy Stang, de 74 años, La […]
En un plazo de cinco días hubo dos acontecimientos que marcaron, una vez más, la clara situación en que se encuentra nuestro país, y de como los gobernantes se comportan, en todas las esferas, ante la lucha y la resistencia de los trabajadores.
El asesinato de la misionaria norteamericana Dorothy Stang, de 74 años, La hermana Dorothy, como era conocida, muerta por pistoleros el día 12 de febrero, en Anapu, en la región Transamazónica de Pará, y el desalojo violento, cumplido por la policía militar de Goiania, entre los días 15 y 16 de febrero, con el posterior asesinato de dos «sin techo», inclusive con indicios de ejecución, además de la desaparición de otros 32, demuestra claramente la disposición de aquellos que defienden el injusto orden vigente
En los dos casos, tanto en el de Pará como en el de Goiania, la tragedia fue anunciada con mucho tiempo de anticipación.
La hermana Dorothy estaba «marcada para morir» desde hacía mucho tiempo, así como también lo están decenas de dirigentes sindicales, ambientalistas y sin tierras de Pará.
En el caso de Dorothy, quién venía pidiendo protección policial y garantías al Estado para poder continuar viviendo y trabajando en Anapu, la sentencia fue dictada por los latifundistas y era ampliamente conocida, ésta fue cumplida como una demostración más de que la ley para las clases dominantes es un detalle que puede ser ignorado.
En Goiania, luego de un primer ataque cuyo fin no tuvo resultados positivos para la policía militar, los «sin techo» llegaron a ir hasta el gobernador y el prefecto de la ciudad para proponerles una nueva negociación.
Tres mil familias fueron tratadas como enemigas del Estado, en una operación militar que contó con más de cinco mil hombres, con el cierre de calles enteras y colocando los barrios cercanos al complejo habitacional Sueño Real en un virtual estado de sitio, prohibiendo la circulación de los vecinos y cerrando el comercio de la región.
En este clima de guerra, la Policía Militar realizó en Goiania aquello que los capangas (capataces matones), hacen en Pará: defender un orden injusto a costa de la vida de dos trabajadores.
Ninguna confianza en el Estado
De estos dos crímenes es necesario sacar una conclusión. El Estado Brasileño y sus estados federativos no son una entidad neutra, ni algo que vaya a proteger a los trabajadores.
El secretario de Derechos Humanos, Nilmário Miranda, el mismo que no garantizó la protección de la hermana Dorothy Stang, llegó a Goiania luego que el desalojo se había realizado.
Los siempre tan rápidos defensores del derecho a la propiedad actúan muy lentamente cuando se trata de defender los intereses de los trabajadores.
No tendrán protección policial ninguno de los trabadores marcados para morir, porque nuestros gobernantes no tienen ningún interés en protegerlos.
El envío de tropas del Ejercito Nacional a Pará, fue un acto de propaganda del gobierno, intenta además encubrir con esto lo que obvio. Si el conflicto en la región se profundiza, las tropas federales defenderán a los propietarios, a los madereros, a los usurpadores y no a los trabajadores sin tierras de la región.
Confiar en la protección del Ejército o del Estado es un error que no podemos cometer, bajo el riesgo de tener nuevas víctimas.
Del mismo modo, pensar que la policía, ya sea civil o militar, estadual o federal, irá a llevar hasta el fin la justicia, castigando a los culpables de los asesinatos de los luchadores sociales, de forma ejemplar, es no ver que en muchos de estos casos son exactamente estos policías los que dan la mano que aprieta el gatillo y no resulta nada raro que, en casos como el de Goiania y El Dorado de Carajás, sea la propia policía como institución quien comete estos asesinatos.
Sigamos el ejemplo del Complejo Sueño Real, organicemos nuestra autodefensa
De la batalla campal que se produjo en Goiania, hay por lo menos un elemento que debemos sacar como ejemplo a seguir: el de que se hace necesario devolver golpe por golpe, y el de debemos luchar de todas las maneras posibles.
Los compañeros del Complejo Sueño Real demostraron en la práctica cual es el camino que debemos seguir: defender las conquistas cueste lo que cueste.
Las barricadas, piedras y cuchillos que defendieron el sueño de estas familias, volvieron a colocar en el centro de la discusión el problema de quién debe defender las conquistas del movimiento de masas, respondiendo esa cuestión con la única respuesta factible. Es el propio movimiento de masas que debe organizar su autodefensa.
Una campaña de solidaridad y denuncia
Ante estos hechos, la CLMP, como parte de la Coordinación Nacional de Luchas (Conlutas), hace un llamado al conjunto del movimiento a sumarse a la campaña de solidaridad con los «sin techo» de Goiania, exigiendo la inmediata libertad de todos sus dirigentes y la devolución a ellos del Complejo Sueño Real, como así también la extinción de todas las investigaciones abiertas ya sea policiales o judiciales
Además de esto, se hace necesario exigir el castigo ejemplar de los asesinos de los dos «sin techo» muertos, como así también el de los asesinos de la hermana Dorothy.
Libertad a todos los «sin techo» presos en Goiania
Por el cese inmediato de las investigaciones abiertas contra los sin techo de Goiania
Castigo ejemplar a los asesinos de los «sin techo» y de la hermana Dorothy Stang
Por tierra, vivienda y empleo