La victoria de Evo Morales en Bolivia se puede considerar como una de las derrotas más aplastantes que ha sufrido la política de privatizaciones neoliberales impulsada por Estados Unidos y los organismos financieros internacionales en la región. El triunfo del cocalero boliviano en las elecciones generales de 2005 solo es comparado con el revés que […]
La victoria de Evo Morales en Bolivia se puede considerar como una de las derrotas más aplastantes que ha sufrido la política de privatizaciones neoliberales impulsada por Estados Unidos y los organismos financieros internacionales en la región.
El triunfo del cocalero boliviano en las elecciones generales de 2005 solo es comparado con el revés que tuvo esa política económica en la IV Cumbre de las Américas, en Argentina, en la cual pese a las presiones y la presencia del mandatario estadounidense George W. Bush fue prácticamente enterrado el Area de Libre Comercio para las Américas (ALCA).
Por primera ocasión en la historia de los comicios bolivianos, desde el inicio de la actual serie de gobiernos civiles iniciada en 1982, un candidato presidencial alcanza el 51 % de los votos. El mas cercano fue Gonzalo Sánchez de Lozada quien tras esgrimir una intensa campaña mediática a favor de la privatización, la ciudadanía boliviana lo apoyó ( 32 %) pues creyó en el beneficio que traería las llamadas medidas de «modernización».
Bolivia, el país más pobre de América del Sur y entre los 18 del mundo en esa peyorativa escala, inició sus andanzas dentro del modelo liberal en 1985, luego de una gran hiperinflación y de numerosas movilizaciones sociales que motivaron la renuncia del presidente Hernán Siles Zuazo. El sustituto, Víctor Paz Estensoro, impuso el decreto 21060 denominado «relocalización» mediante el cual se decretó el despidió de 25 000 mineros, protección de la inversión extranjera, desmontaje de empresas estatales y los precios se fijaron por la economía de mercado.
Para 1993, con la llegada de Sánchez de Lozada al poder y su «plan para todos», el neoliberalismo se desató en su etapa más agresiva: al privatizarse los ferrocarriles, los servicios de agua, electricidad, teléfono y los recursos naturales como el petróleo y el gas natural.
Además, se prohibió a las empresas y a los ciudadanos bolivianos participar en las privatizaciones porque los naturales del país «resultaban corruptos y el inversionista extranjero era más responsable».
El saqueo del país por las transnacionales no se hizo esperar y se establecieron capitales sumamente especulativos como los de la Enron norteamericana o la brasileña VASP que llevó a la quiebra a la línea Lloyd Aéreo Boliviano. En solo dos años la Lloyd que contaba con un capital de 68 millones de dólares antes de privatizarse, se devaluó y fue vendida en solo dos millones.
Pero el golpe central a la economía boliviana se dirigió al corazón de su riqueza: el petróleo y los hidrocarburos. Esta nación andina ostenta el segundo lugar (después de Venezuela) en reservas de gas natural en América Latina y el Caribe con 53 000 millones de pies cúbicos, y de esas exportaciones depende el 10 % de su Producto Interno Bruto, cifrado en solo 8 000 millones de dólares.
Para que las empresas transnacionales invirtieran en el país, la ley de capitalización de Sánchez de Lozada, disminuyó los impuestos hasta un 50 % que más tarde se estabilizó en solo 18 %. Es decir, el país recibía menos de 1/5 % de las ganancias que extraían las multinacionales.
De esa forma aparecieron en los antiplanos bolivianos la Repsol, Total Fina ELF, British Energy Gas, Panamerican Energy, Enron. El saqueo no tenía límites.
La mayoría de los bolivianos penetraron al nuevo siglo con grandes frustraciones y mayor pobreza pues ninguna de las promesas se habían alcanzado y lejos de disminuir el desempleo y crecer en 12 % el PIB, la inversión foránea llevó especulación y corrupción a la nación.
Pero el Fondo Monetario Internacional exigía apretarle aun más el cinturón a los bolivianos y con ese fin una delegación del FMI llegó a la Paz en febrero de 2003 para que el gobierno decretara un alto impuesto a los deprimidos salarios y reducir, de esa forma, el déficit fiscal que llegaba al 9 % del PIB.
Las reyertas no se hicieron esperar y el régimen reprimió violentamente a los trabajadores y campesinos con saldo de más de 30 muertos. Sánchez Lozada huyó del país y desde entonces ni el gobierno de Carlos Mesa ni el de Eduardo Rodríguez tuvieron disposición para subir los pagos de impuestos a las compañías transnacionales que extraen hidrocarburos y petróleo, lo que motivó numerosas manifestaciones y reclamos de los pobladores.
Un antecedente a los sucesos de 2003 fueron los enfrentamientos de abril de 2000 en Cochabamba, tercera ciudad de importancia en Bolivia, cuando el movimiento social se rebeló contra las tarifas al agua impuesta por la transnacional estadounidense Bechtel y logró que la compañía saliera del país.
Evo Morales, al frente del Movimiento al Socialismo (MAS) tiene ante sí grandes retos pues recibe un país saqueado por las políticas neoliberales, con altos índices de desempleo, pobreza y enorme brecha entre ricos y pobres.
En Bolivia, el PIB por habitante se ubica en 960 dólares, el 70 % de la población vive por debajo del índice de pobreza y el hambre y la desnutrición infantil afloran por doquier. Entre los campesinos e indígenas el negativo por ciento de pobreza se eleva a 80 por cada 100.
A este problema se agrega el de la desigualdad, ya que según organismos internacionales, en Bolivia el 10 % de la población más pobre capta el 1,3 % del ingreso que se genera, mientras que el 10 % más rico se queda con el 32 %. Entre estos últimos aparecen los descendientes de emigrantes europeos que viven en la zona oriental (departamento de Santa Cruz) la que cuenta con abundante gas natural y minerales y desde años presionan para independizarse.
En su programa de trabajo, Morales plantea eliminar las políticas neoliberales llevadas a cabo por las anteriores administraciones, realizar programas sociales a favor de la mayoritaria población indígena y campesina, elevar el salario mínimo nacional, renacionalizar, poco a poco, la industria petrolera, controlar las exportaciones y elevar el nivel de salud y educación de la población.
El alto porcentaje a su favor obtenido en las urnas y el referendo popular sobre los hidrocarburos aprobado en julio de 2004, son dos herramientas que permitirán una mejor gestión de Morales ante los grandes retos que tiene por delante.
Por lo pronto, otro bastión del neoliberalismo se ha desplomado en América del Sur y su halo puede que ayude a despertar a unos pocos gobiernos de la región que aún insisten en aplicar políticas neoliberales.