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Golpe y destrucción del Estado

Fuentes: Brasil de Fato

Traducción del portugués para Rebelión por Alfredo Iglesias Diéguez

El golpe de 1964 destruyó el proceso organizativo acumulado por la lucha popular, eliminando toda una generación militante a través de una dictadura militar que protagonizó la mayor represión de nuestra historia. Se sometió a los intereses geopolíticos de los Estados Unidos en la lógica de la «guerra fría», fortaleció el latifundio, acabó con la estabilidad decenal prevista en la normativa laboral impulsada por Getúlio Vargas (Consolidación de las Leyes de Trabajo, CLT) mediante la creación del Fondo de Garantía del Tiempo de Servicio (FGTS) y estableció una política de ajustes y recortes salariales mediante decretos. No obstante, mantuvo y amplió las bases del proyecto nacional desarrollista inaugurado en 1930, apostando por el fortalecimiento de la intervención estatal.

Incluso en su momento más sanguinario, la dictadura favoreció una política soberana de control de los recursos naturales, protegiendo recursos energéticos y materias primas estratégicas para el desarrollo nacional. Asimismo, en el plano geopolítico surgieron contradiciones: recordemos que en el período Geisel surgieron tensiones que llevaron a la ruptura del tratado militar con los Estados Unidos, por no mencionar la incómoda situación causada por el hecho de que los norteamericanos no reconociesen nuestra soberanía sobre las 200 millas marítimas.

Desmantelamiento actual

Nada comparable con el golpe en curso. En pocos meses, la lista de destrución y amenazas a las bases del Estado brasileño son incomparables. De un modo extremadamente rápido, se ha conseguido desmantelar la capacidad de Petrobras como principal inductora del crecimiento económico brasileño al haberle retirado la exclusividad en la exploración del presal, abriendo las puertas a las empresas estranjeras, y al vender sus principales activos, destruyendo de este modo nuestra mayor empresa estratégica, indispanseble para cualquier futuro soberano de nuestro país.

El gobierno golpista ya ha anunciado que pretende realizar nuevas subastas de petróleo, ahora sin Petrobras como operadora exclusiva. Las empresas estranjeras importarán sondas, plataformas, equipos submarinos y, consecuentemente, dificultarán la expansión de la industria nacional de equipos auxiliares para el sector petrolero. ¡Cuándo hablamos de un lote de petróleo subastado, estamos hablando de una cesión para su explotación por 30 años!

Asimismo, la devolución de 100 mil millones de reales por parte del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) al Tesoro Nacional, una de las primeras medidas del golpista Temer, inutiliza por un buen período de tiempo nuestro segundo mayor inductor económico.

De hecho, dificultarán el proyecto nacional de construción de nuestro submarino nuclear, arma esencial para la defensa de nuestra soberanía sobre la zona económica exclusiva de 200 millas marítimas, donde la explotación de los recursos naturales incluye los depósitos de presal. Además, alardean con la posibilidad de un acuerdo con los Estados Unidos sobre la base de Alcântara, un hecho que compromete el proyecto de desarrollo de un Satélite Espacial Geoestacionario de Defensa y Comunicaciones Estratégicas (SGDC) y supone un grave riesgo de presencia militar estadounidense en nuestro territorio.

La enmienda constitucional que establece un techo para el gasto público en los próximos 20 años es el blindaje más limitante al desarrollo social y económico. Ninguna de las rupturas golpistas de nuestra historia causó un desmantelamiento semejante de las bases del Estado nacional.

Con la reforma de las pensiones buscan acabar con la gran conquista de la Constitución de 1988, la formación de un sistema de seguridade con tres componentes: salud pública (amparo universal a los enfermos), asistencia social (amparo a quienes tengan una minusvalía y a las personas en situación de riesgo social) y pensiones (amparo a quienes sobrepasaron los límites del período laboral activo).

Un ataque sin precedentes a la Nación y al pueblo brasileño. Es mayor retroceso social y civilizatorio que nos lleva a súa situación de explosión social. Cada día crece la insatisfacción popular e incluso sectores que en su momento apoyaron el golpe, empiezan a percibir el fraude del que todos somos víctimas. Nuestro pueblo no se va a dejar destruir.

Fuente: https://www.brasildefato.com.br/2017/02/08/golpe-e-destruicao-do-estado/