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Entrevista al economista Federic Lordon, jefe de investigaciones del CNRS francés

«Grandes rentas traen grandes riesgos»

Fuentes: Página12

El respetado economista que predijo la crisis en su último libro dice que no se acabó el capitalismo, sino apenas una de sus fases. Avisa que la Argentina y América latina corren peligro y que EE.UU. entró en un colapso irreversible.

Frédéric Lordon escribió un oráculo sobre el sistema financiero internacional. Este economista francés, jefe de investigaciones en el CNRS, Centro Nacional de la Investigación Científica, autor de decenas de trabajos reconocidos mundialmente y de varios libros, expuso los resortes de la crisis y su resultado final -la actualidad- mucho antes de que los mercados mundiales y el sistema bancario internacional quedaran de rodillas. Su último libro, ¿Hasta cuándo? Para terminar con las crisis financieras, ofrece un aplicado diagnóstico de las raíces que condujeron al sistema al abismo de las pérdidas megamillonarias y a la intervención de los Estados. Al mismo tiempo, en el análisis técnico de las desviaciones del capitalismo aparecen en el horizonte las líneas del futuro. Esas líneas ya son un presente cuyo efecto se propagó por todo el planeta. Lordon no duda en vaticinar un futuro que se anuncia crítico, recesivo, con desempleo. En esta entrevista con PáginaI12, Lordon vuelve sobre la «matriz» de la crisis, analiza sus componentes y refuta la idea de que el colapso sea, como muchos sueñan aún, el fin del capitalismo.

-La crisis financiera dio lugar a una suerte de canto universal. Muchos analistas, economistas, ideólogos y dirigentes políticos proclaman que el capitalismo llegó a su fin. ¿Cree usted que ese enunciado es pertinente?

-Ni lo uno ni lo otro. Lamentablemente tengo serias dudas de que el episodio que estamos viviendo sea el fin del capitalismo. Por lo general, la gente cae en una confusión conceptual entre el capitalismo y las configuraciones del capitalismo. En la realidad histórica nunca observamos el capitalismo. Observamos siempre una configuración del capitalismo. Esas configuraciones cambian en la historia. Por ejemplo, en Europa, de 1945 a 1975 vivimos en una configuración del capitalismo. Esa configuración entró en crisis y se instaló otra, que es lo que podríamos llamar el capitalismo desreglamentado con una línea financiera fuerte. Es esa configuración la que está en crisis.

-Todo parece estar entre las manos de quienes pugnarán por mantener el esquema y quienes, por el contrario, quieren regularlo, cambiarlo.

-Sí, todo dependerá de la reacción de los políticos. En este contexto se puede temer que, bajo la influencia de los grupos de presión, de la industria financiera, el sistema siga vigente gracias a un compromiso por lo bajo, un compromiso para hacer lo mínimo. En ese caso ingresaríamos en una variante más regulada de la configuración del capitalismo financiero actual.

-El otro discurso de moda es la celebración de la vuelta del Estado.

-Posiblemente vamos a asistir a una modificación de la proporción del Estado y del mercado en la organización económica de las sociedades. El mercado probó su quiebra absoluta y habrá que sacar conclusiones. Desde ya, las presiones políticas, las de la opinión pública, serán de mucha potencia. Imagínese que hace años que nos vienen diciendo que no hay cien millones de euros para financiar la protección social pero, de pronto, así, de la nada, se pueden encontrar cientos de miles de millones de euros de un día para otro para rescatar a los bancos. Eso impactó a la opinión pública. Creo entonces que esa tendencia del retorno del Estado en la reglamentación y la organización de la economía se va a reafirmar.

-Como usted lo demuestra en su libro, el colapso actual es una crisis profunda de re-gulación.

-Sí, ésta es una crisis específica, genérica y singular. Todo el problema al que asistimos proviene del hecho de que se dejaron las finanzas de los mercados hacer lo que les diera la gana. Hubo una autonomía casi total y una reglamentación muy débil. La banca financiera se sirvió así de esa libertad para empujar la búsqueda de la rentabilidad hasta los extremos. En regla general -y la buena teoría financiera así lo señala-, cuando la rentabilidad es fuerte el riesgo es también importante. Se creyó que la innovación financiera había permitido emanciparse del riesgo. Se trata de un error trágico. Es obvio que en todo lo que está pasando lo que está en juego es la instauración de la reglamentación. Pero agrego que esta crisis tiene una singularidad que no han tenido otras. Es una crisis que revela las tendencias profundas del régimen de acumulación de capital en el cual estamos desde hace 20 años. Eso es lo nuevo.

-En ese contexto de una nueva regulación, usted plantea cuatro principios de acción y nueve propuestas. El primer principio consiste en impedir la creación de burbujas financieras.

-Eso es un elemento fundamental. La finanza tiene la asombrosa capacidad de crear una situación que se llama «riesgos sistémicos». Y precisamente, el riesgo sistémico se traduce en una suerte de secuestro de los poderes públicos: la finanza tomó como rehén al poder público. Ahora bien, la finanza de los mercados tiene una tendencia espontánea a crear burbujas. Ocurre que en cuanto una burbuja se forma ya es demasiado tarde, la burbuja va a explotar. En ese momento el riesgo sistémico se expande y los poderes públicos son otra vez rehenes de la situación. Si se quiere evitar que situaciones similares se repitan, hay que destruir las causas que producen esos efectos. Y las causas están en la formación de las burbujas financieras. Todo esquema para reglamentar las finanzas debe fijarse ese objetivo estratégico: impedir que se formen las burbujas.

-Dos de los grandes interrogantes que quedan en suspenso es quién va a pagar y en qué proporciones la economía real está dañada.

-Es una cuestión muy dolorosa porque la economía real va a pagar muy caro todo lo que ocurrió. Y lo va a pagar de dos maneras: una, a través de los contribuyentes. Los planes de intervención pública, es decir las nacionalizaciones de los bancos, la recapitalización, no hay duda alguna de que eso sale del presupuesto del Estado. Pero esto es lo menos doloroso. El verdadero dolor vendrá con la recesión que acompaña la crisis financiera. Temo que esa recesión será de una gravedad excepcional. La disminución de las remuneraciones y la explosión del desempleo serán una auténtica carnicería social. Los bancos perdieron tantas sumas, el mercado de crédito interbancario está en una situación tal que el sistema bancario está poniendo término a los préstamos. Y en cuanto los bancos dejan de prestar dinero, la mortalidad de las empresas se vuelve fulminante. Habrá entonces una ola gigantesca de quiebra de empresas. El choque va a ser muy duro.

-Y para los países como la Argentina, ¿cuáles son las consecuencias calculables?

-Creo que hay una fase de la crisis en la que recién estamos entrando y que es la internacionalización. Me refiero a lo que está fuera de la esfera norteamericana y europea. Estamos por ejemplo asistiendo a tensiones en el mercado de cambios, tensiones monetarias, mucho más allá de los Estados Unidos y de Europa. No me llamaría la atención que esas tensiones lleguen a América latina. El fenómeno puede llegar a ser similar. Las instituciones financieras privadas de Occidente que tienen necesidad de liquidez, de fondos urgentes, van a repatriar los haberes que están invertidos en los mercados emergentes y contribuirán así al derrumbe de los mercados.

-¿En qué medida una crisis financiera como ésta marca el ocaso de la superpotencia de los Estados Unidos?

-La era de la superpotencia norteamericana se acabó. La economía y la sociedad norteamericanos en tanto potencias, entraron en una dinámica de ocaso irreversible. Los nuevos polos de potencia están en Asia, en China. En un lapso muy corto, cuatro años, el imperio norteamericano se quebró en dos costados distintos: Irak y la crisis financiera.