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Gratitud cubana a Eva Forest

Fuentes: CUBARTE

El peso del llamado matrimonio tradicional -con su multisecular marca machista- no será lo que haga difícil pensar en Eva Forest sin la compañía de Alfonso Sastre. La suya fue, es, una de esas grandes parejas humanas en que ambas partes, juntas, forman cimiento y columna, suelo y techo, pasión y energía, ideas y hechos. […]

El peso del llamado matrimonio tradicional -con su multisecular marca machista- no será lo que haga difícil pensar en Eva Forest sin la compañía de Alfonso Sastre. La suya fue, es, una de esas grandes parejas humanas en que ambas partes, juntas, forman cimiento y columna, suelo y techo, pasión y energía, ideas y hechos. Contra todo prejuicio o patrón convencional -dominante- de género cabe decir que en ese edificio Eva puso una particular dosis de consistencia, un aporte fundamental para que la otra mitad se mantenga en pie, creativa, útil, honrándose a sí misma y a la que físicamente le falta hace más de un año.

Otra realidad es también ostensible. Estas palabras empiezan por señalar una ausencia, y se han escrito para el homenaje que amigas y amigos, compañeras y compañeros suyos de ideas y hasta de lucha, han organizado con ocasión del primer aniversario de la muerte de Eva. Pero, como en la generalidad del homenaje, se hablará, ante todo, de una existencia plena, intensa, cuyos frutos no han cesado, ni cesarán en muchos años más.

A finales de 2006 se me invitó a presentar en San Sebastián un libro de implicaciones querenciosas para la historia de Cuba, y acepté con gusto. No conocía la preciosa ciudad vasca, y, sobre todo, desde allí tendría la oportunidad de trasladarme hasta la cercana Hondarribia para disfrutar, en su entorno diario, un encuentro con Eva y Alfonso, con quienes había conversado alguna vez en La Habana.

En su casa de realidad y encantamiento me trataron como a un amigo de siempre. Su naturalidad hizo que me sintiera en familia. Recuerdo las reacciones de eterna muchacha que tuvo Eva ante el arroz negro con el cual quiso agasajarme, y que, según ella, no le había quedado bien. Pero no he comido otro más sabroso, cualquiera que haya sido su color. Mientras lo comía, no imaginaba que pocos meses después, al llamar a aquella casa desde Madrid, la respuesta que recibiría me dejaría petrificado. Con voz desolada Alfonso me dijo que Eva se hallaba en estado crítico en el hospital, y me explicó la causa. El desenlace es conocido. Ocurrió en 2007, un 19 de mayo, fecha que está marcada con fuego por la caída de José Martí en combate.

No me referiré en general a la vida de Eva, ni a sus ideas, ni en particular a su obra literaria, incluida la editorial. Hablaré someramente como un hijo de Cuba, para dar uno de los muchos testimonios de gratitud que podrían dedicársele desde el pueblo cubano.

Días después de la muerte de Eva, se desarrolló la Feria del Libro de Madrid 2007. Junto a la caseta del Centro Regional del Libro de la América Latina y el Caribe -que incluía la muestra de Cuba- se hallaba la de una editorial vasca. La atendía una joven de esa tierra, y no pude contener el impulso de hablarle de los dos grandes creadores con quienes pocos meses antes había departido en Hondarribia. La respuesta de la joven me dejó de una pieza. Nada le decían los nombres de aquellos dos autores, de aquellos dos extraordinarios seres humanos.

El hecho no habla de los desconocidos, y ni siquiera lo menciono como reprobación de aquella joven. Ella probablemente estaría intentando mejorar su situación material, o resolver problemas acuciantes con lo que le pagaran por su tarea en la Feria. Pensé en las estructuras, los mecanismos, los intereses, los valores, los sin valores de promoción que favorecían tal desconocimiento. Y también me ilusionó creer que en mi país, al margen de la familiaridad profesional de unos cuantos con la obra de ambos autores, seguramente su imagen, su estatura de seres solidarios, se conocería mucho más allá de ámbitos y circuitos especializados.

Tenemos una televisión de no muchos canales, sin mayores recursos o aspavientos tecnológicos, y con no poco que seguir mejorando en su programación. Pero está llamada a cumplir fines educativos y artísticos, no a difundir banalidades y aberraciones al servicio del mercado y de la resignación social. Esa televisión habrá propiciado que una gran cantidad de cubanas y cubanos hayan visto los rostros, oído la palabra y aquilatado el pensamiento de dos grandes amigos de un pueblo que ha resistido y resiste los designios y los embates de la más poderosa potencia del mundo en todos los tiempos. No sé si fue él quien la acuñó, pero en un texto de Alfonso recuerdo haber visto por primera vez, en el sentido con que ha prosperado, la formulación políticamente incorrecto. Para quienes emplean y capitalizan las maniobras promocionales antes aludidas, estamos hablando de una pareja humana que ha sido y seguirá siendo políticamente incorrecta, sin que el filo se lo mellen circunstancias como la muerte.

El derrumbe y el desmontaje -que ambas cosas se combinaron- de un modelo de socialismo propició la desbandada de muchos que, en caso de haber sido alguna vez revolucionarios, devinieron elegantes progres, o redomados exponentes de la derecha. Pero Eva y Alfonso siguieron firmes en sus ideas. Ahora él mantiene su propia fidelidad a ellas, y así, además, representa la de su compañera.

Beneficiario de aquel derrumbe y de aquel desmontaje, el capitalismo se entronizó como nunca antes, y adquirió mayores recursos para disimular su propio fracaso global. Incluso algún hegelianito lo calificó como el fin de la historia, y una academia bien pagada, aunque huera, lo rotuló no ya como la modernidad, sino como la posmodernidad, lo último a lo que cabría aspirar, cuando no era ni es otra cosa que la desfachatez de la barbarie, sin excluir genocidios y otras lindezas. Pero nuestros dos amigos siguieron militando firmemente en la vanguardia humana que permanece abrazada al afán de alcanzar no solamente otro mundo, sino un mundo mejor, y considerarlo y hacerlo posible, realizable.

Aunque la vida, los errores y los desastres podrán favorecer o cegar ese camino, tal vanguardia tiene de su lado una verdad: el mundo de hoy es real doblemente -res: por ser consumación fáctica, y rex: por servir a la monarquía del capital-, pero es injusto e insostenible. Se mantiene afincado sobre la explotación de la mayoría, aunque sea hipoteca por medio, y sobre la destrucción de una gran parte de la humanidad, a riesgo de acabar con la especie toda y con su sustrato material, el planeta. En su mala conciencia, los revolucionarios arrepentidos hicieron suya la necesidad de satanizar a Cuba, cuya tenacidad los ponía en evidencia como desertores de la esperanza y como servidores de los dueños del mundo. Nuestros amigos se ratificaron entre quienes continúan fieles a la causa de los pueblos, no solamente a la cubana, que abrazaron desde el triunfo revolucionario en 1959. Tan políticamente incorrectos han sido y son que ni siquiera cabe asociar su actitud con la de quienes creen ineludible o de buen gusto, si es que todavía expresan con mayor o menor tibieza la defensa de Cuba, añadir salvedades como esta: «No es que estemos de acuerdo con todo lo hecho por Cuba.»

Los primeros en no estar de acuerdo con todo lo que hemos hecho en Cuba somos los revolucionarios cubanos. Estarlo equivaldría a dar por buenos también nuestros errores, y la verdadera lealtad es un acto de reflexión, o no es. No debe confundirse con la incondicionalidad acrítica. Eva y Alfonso han encarnado la actitud de quienes saben qué está en juego, qué ha representado y representa la causa cubana en la lucha contra el imperialismo y por la justicia.

Frente a las maniobras de los poderosos, y a las claudicaciones de los cobardes y acomodados, la lealtad y la decencia tendrán siempre su premio, aunque él no sea más, ni menos, que la dignidad representada por el mismo hecho de practicarlas. Una revolución es, en sí misma, un hecho irrepetible; pero la lucha y la ola emancipadoras tienen diversas formas de manifestarse. Los políticamente correctos que quisieron desconocer esa realidad, y echar la experiencia cubana en el saco de las defunciones, se han visto en una situación, quiéranlo o no, enojosa.

En varios pueblos de nuestra América vienen dándose manifestaciones concretas de una ola de cambios en los cuales la experiencia cubana sigue ocupando un sitio. Esa realidad confirma que ni la historia ha llegado a su fin ni la dignidad humana puede resignarse a la humillación en que pretende sumirla para siempre el imperio, ayudado por sus cómplices.

Agradecer con ojos cubanos de Cuba la actitud que mantuvo Eva -y que Alfonso sigue manteniendo en alto- no expresa ni soberbia ni egoísmo nacionalistas. Tampoco han sido estrecheces de tal signo la guía de nuestros amigos. Herederos de la hermandad que entre los pueblos de España y de Cuba venía ya de antes y se acendró con la heroica defensa de la Segunda República Española, ellos dan voz a un ideal que podríamos resumir con palabras, fundadoras como suyas, de José Martí: «Patria es humanidad.» Tal es la patria en que se afirman el recuerdo de la amiga Eva Forest y el abrazo que ahora daríamos al amigo Alfonso Sastre si su salud le hubiera permitido presidir este encuentro como estaba previsto que hiciera.

Con el homenaje a Eva se honran quienes lo han hecho posible, realidad, y se honra el Ateneo de Madrid al acogerlo en su sede este 20 de junio de 2007. La honra quedará en pie aunque el acto no haya podido celebrarse con toda la puntualidad que organizadores y organizadoras querían lograr en la conmemoración del primer aniversario de la muerte de Eva.