Traducido del ruso para Rebelión por Arturo Marián Llanos
Los problemas de Grecia, Bulgaria, España ya se han convertido en algo cotidiano para nuestra vida actual. ¿Qué significa el paro de 60% entre la juventud? Desde el punto de vista de la sociedad se trata de una catástrofe. Si un hombre no ha trabajado hasta los 30 años es que ya no trabajará nunca. Lo cual significa que no tendrá una familia normal (aunque de todas maneras la sociedad liberal occidental la combate activamente), significa que no se da la adaptación social normal, la sociedad no se reproduce. ¿Qué harán estos niños de ayer cuando comprendan que les han quitado la vida normal, y además para siempre? Tampoco les quedan muchas opciones: el robo, el terrorismo, la revolución. O, la conversión en un animal mediante el uso de las drogas. Lo cual no deja ninguna posibilidad para la reproducción de la sociedad occidental actual más que por el espacio de una generación.
Claro que muchos no estarán de acuerdo con esta conclusión pesimista. En primer lugar, aquellos a los que les obliga el cargo, pero también aquellos que sencillamente no quieren reconocer lo evidente. Todos estos argumentos en última instancia se reducen a una sencilla tesis. Que la crisis «pronto» (es importante para que se dé la reproducción laboral de las generaciones) se acabará, habrá trabajo y «todo irá bien».
Sospecho que es la causa principal del rechazo de nuestra teoría de la «neoeconomía» (que muchos entienden como la teoría de la crisis, aunque la descripción de la crisis actual es tan solo una consecuencia de sus conclusiones económicas generales): porque la conclusión es demasiado pesimista sobre las perspectivas de la sociedad liberal de Occidente a la que en los próximos 10-15 años no le espera ningún retorno al crecimiento económico. No voy a hablar aquí sobre la «neoeconomía», ya hay suficientes textos al respecto (dicha teoría fue elaborada en los años 1997-2001 por los economistas O. Grigóriev, A. Kobiakov y M. Khazin – N. del T.), hablaremos únicamente acerca de las consecuencias sociales precisamente para la sociedad occidental.
Recordaré que la «sociedad del bienestar» contemporánea se fue creando a partir de los años 50 como respuesta a la URSS. Hasta los años 70 los líderes de Occidente, que recordaban la crisis de los años 30, utilizaron activamente los métodos keynesianos para la redistribución de los beneficios en la economía y la creación de la «clase media». Más tarde, después de la crisis de los 70, para aumentar el nivel de vida de la población y de aquella «clase media» comenzaron a usar los instrumentos del aumento de la demanda a través del crédito. Se podría discutir si el proyecto de «Occidente» había perdido en su lucha contra el proyecto «Rojo» en los años 70, pero la esencia de la cuestión no cambia: la política de la «reaganomía» estaba limitada en el tiempo y debemos asumir que precisamente nuestra generación tendrá que enfrentarse a las consecuencias de esta política.
Aunque parezca extraño el golpe más fuerte será asestado a los ricos. El caso es que dentro del marco de la «reaganomía» los principales beneficiarios eran los financieros y, en consecuencia, el grupo social que más estaba creciendo era el de la gente rica que ganó su fortuna con las operaciones financieras (entendidas en un sentido amplio). Pero como pago aumentaba su deuda, así que para un hombre rico normal las cosas hoy están aproximadamente así: los activos, con la capitalización de unos 8 mil millones de dólares, las deudas, aproximadamente de unos 5 mil millones (es incluso la variante optimista, porque puede haber también 7, o incluso 9 mil millones de deuda). Estos activos generan el flujo financiero de aproximadamente doscientos millones al año, con los que se van pagando las deudas. Si a alguien le parece mucho los 8 mil millones de dólares, puede reducir todas las cifras dividiéndolas por dos.
A medida que la crisis avanza ocurren dos procesos. Disminuyen los ingresos corrientes y baja la capitalización. De modo que nuestro «oligarca» ya tiene la capitalización de los activos de 3 mil millones, y el flujo anual de 50 millones, no más. Mientras que las deudas se quedaron tal y como estaban en 5 mil millones… Y el mismo cuadro será prácticamente igual para todos, porque incluso los productores más «reales» desde el punto de vista de los sectores de economía, sacaron sus activos a los mercados financieros en los «dorados» años 90 – 2000.
La conclusión es que el número de personas ricas se reducirá drásticamente. Según mis cálculos, basados en consideraciones estructurales, aproximadamente se reducirá por 10. Y esta gente va a morder para conservar sus privilegios y el estatus, incluso quitando los últimos restos a los que todavía constan como la clase «media». Alimentando además de una manera terrible la tensión social y política. Sobre todo teniendo en cuenta sus posibilidades, es decir a las fuerzas de seguridad corruptas, juristas, funcionarios… Esto se dará en todo el mundo, pero golpeará con especial dureza el mundo occidental, que no está acostumbrado a una seria reducción de la economía. Las generaciones presentes simplemente no recuerdan nada similar.
Al mismo tiempo comenzará la reducción de la clase «media». En este caso la reducción será menos brutal, se reducirá por tres, no más (lo que no es poco, de las tres familias de la clase «media» actuales quedará solo una), pero no menos destructiva desde el punto de vista de las consecuencias socio-políticas. Dado que los representantes de esta «clase» (analizada desde la perspectiva de las definiciones clásicas) son muchos más.
Y además, en este caso habrá mayores problemas. Porque los ricos, por mucho que luchen contra los representantes concretos del poder que les están quitando las riquezas (y los ricos siempre seguirán mirando a aquellos que se quedaron siendo ricos y verán quién y cómo les ayudó a conservar sus riquezas), de todas maneras soñarán con conservar el sistema en el que eran la élite. Su objetivo será retornar a los tiempos pasados, pero no construir algo nuevo. Pero los representantes de la antigua clase «media», quienes, digamos, siempre han permanecido en el «pasivo», quienes no «cogían», sino que les «daban», se comportarán de manera muy distinta. Muy pronto comprenderán que los «han dejado tirados» (algunos ya lo han comprendido) y descargarán su rabia sobre todo el sistema en su conjunto. Los argumentos por parte del poder hacia ellos no van a funcionar, porque todos los que argumentan se quedaron en la clase «media» y aquellos expulsados de esta «clase» no les creerán.
Manifestaciones y convocatorias sociales masivas que vemos hoy en Grecia, Bulgaria, España – justamente se trata de la gente que sale expulsada de la clase «media». Aún conservan ciertas ilusiones con respecto al «pacto social», las leyes, además la propaganda antisoviética de los años 90 ha dejado su huella. Aunque, por ejemplo, en Bulgaria, en la que todavía recuerdan la feliz vida soviética, las protestas son más poderosas. Pero es solo por el momento, la gente que pierde para siempre la oportunidad de tener una vida digna muy pronto olvidará incluso los lemas básicos de la propaganda occidental, dado que la vida real cada vez con mayor fuerza y rapidez se separa de ellos.
Solo nos quedan los pobres. Con ellos está todo claro: antes tampoco apreciaban mucho al poder, pero debido a su debilidad y cierta estabilidad de la sociedad y del Estado, que cortaban severamente los desmanes desestructurados, tampoco protestaban demasiado. Ahora la situación cambia fundamentalmente: esta capa social se multiplica, en primer lugar a costa de los «nuevos pobres», es decir de los antiguos representantes de la clase «media», que poseen cierta educación y que han oído hablar de las leyes. Y estos conocimientos los debilitados estados les irán arrancando con la máxima crudeza: para que éstos comprendan que ya no son los miembros honrados de la sociedad, sino la plebe que no tiene derecho a opinar. Y cuanta mayor sea la crudeza, tanto más estructurada y consciente será la protesta.
La protesta se expresará en la aparición de nuevos partidos (ya están surgiendo), que se proponen como objetivo un cambio sustancial del actual modelo de la sociedad burguesa (desde la limitación de los derechos del autor, hasta el fascismo descarado), y en el desgaste de los partidos tradicionales, y en la aparición de las nuevas formas de actividad política. Lo importante es otra cosa. Y es que la teoría económica (yo, con perdón, estoy seguro de las conclusiones de la neoeconomía porque en primer lugar, existe la experiencia de quince años de su verificación) señala nítidamente que no va a haber ninguna mejora sustancial en la economía mundial y la occidental en la próxima década.
Mikhail Khazin (n.1962, Moscú) es economista y publicista ruso. En los años 1997-2001, junto con Oleg Grigóriev y Andrei Kobiakov, ha elaborado la teoría de la crisis actual. En colaboración con A.Kobiakov ha publicado el libro «El ocaso del imperio del dólar y el fin de la pax americana» (Ed. Veche, Moscú, 2003)