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Grecia podría salir adelante sola

Fuentes: New Deal 2.0

Grecia puede generar y colocar nueva deuda a un bajo tipo de interés de forma exitosa. El truco está en insertar una cláusula según la cual, en caso de suspensión de pagos, el acreedor puede, si así lo requiere, usar esos títulos para pagar impuestos al Estado griego. Ello convertiría en obvio para los inversores […]

Grecia puede generar y colocar nueva deuda a un bajo tipo de interés de forma exitosa. El truco está en insertar una cláusula según la cual, en caso de suspensión de pagos, el acreedor puede, si así lo requiere, usar esos títulos para pagar impuestos al Estado griego. Ello convertiría en obvio para los inversores que esos nuevos títulos son «seguros», y consecuentemente, éstos volverían indefinidamente a su valor nominal, siempre que el Estado Griego siguiera fijando y recaudando impuestos. Eso no solo permitiría a Grecia volver a emitir deuda a un tipo de interés reducido, sino que también serviría de ejemplo para el resto de la zona euro, aliviando así las presiones sobre la financiación de la deuda en toda la región.

Admitimos, por supuesto, que esta propuesta plantearía también una cuestión de azar moral. Esta recién descubierta nueva forma de financiarse, si se utiliza de forma abusiva podría ser altamente inflacionaria y por ello debilitar al euro. De hecho, la razón por la cual se prohíbe al BCE comprar deuda soberana es la de permitir a la «disciplina del mercado» limitar la capacidad de expansión fiscal de los Estados miembros, amenazándolos con la quiebra. Cuando esa amenaza desaparece el mal comportamiento se ve recompensado, ya que el país que genera más déficit vence en una acelerada carrera inflacionaria hacia el abismo.

Podría compararse con una situación en la que una nación federal como los Estado Unidos, por poner un ejemplo, no tuviera regulados los seguros a nivel nacional. En tal caso los estados federados, cada uno por su cuenta, se lanzarían a una carrera hacia el abismo en la que el estado menos exigente resultaría el más atractivo para las compañías de seguros, obligando a los demás ya a rebajar sus exigencias, ya a resignarse a la fuga de sus contribuyentes. Eso suele acabar muy mal, con desplomes al estilo AIG.

Además el Banco Central Europeo o el ECOFIN han perdido sin duda su capacidad de imponer sus demandas de austeridad e impedir que los países se abandonen tras haber reconocido que es demasiado arriesgado dejar caer a algún país de la zona euro.

Lo que los líderes europeos quisieran hacer es encontrar la manera de aislar a Grecia y mitigar su efecto contagio manteniendo a la vez la disciplina de mercado creada por los Estados miembros, hoy convertidos en entidades muy sensibles al crédito. De aquí que las propuestas de «choque y amedrentamiento» que ahora hacen aguas generaran una subida del 8% el pasado jueves en el mercado de valores griego.  

Pero esas propuestas no tocan realmente a lo esencial del problema. Cualquier paquete de ayuda debilita a los demás países que tienen que financiarlo a través del mercado, porque ellos son también dependientes de sus ingresos; hoy son entidades muy sensibles al crédito. De forma parecida a los estados federados de Estados Unidos no controlan las operaciones del Banco Central, y por eso deben mantener un buen nivel de recursos en sus cuentas si no quieren verlas gravemente comprometidas.

Las naciones de la zona euro se encuentran todas aún maniatadas, y sus obligadas medidas de austeridad les impiden seguir la senda de la recuperación global. Y la reestructuración financiera griega que reduce la extraordinaria deuda reduce también los activos financieros del euro, reforzando por lo pronto la divisa, pero más adelante debilitando también la producción y el empleo, mientras que paralelamente la legitimación de la restructuración del riesgo debilita la calificación del crédito de todas las naciones europeas.

No parece que los mercados hayan descontado completamente las ramificaciones de una suspensión de pagos griega. Usando la analogía de la bancarrota de Chapter 11, gran parte del país se hundiría, y la «compañía» (por ejemplo, Grecia S.A.) sólo podría gastar  sus ingresos fiscales. Pero los recortes del gasto que implica representan un aún más sustancial recorte de la demanda agregada y una caída de los ingresos, en una nada virtuosa espiral que sólo puede acabar con un aumento de las exportaciones o en una rebelión social generada por las privaciones.

La capacidad de Grecia para usar los fondos del paquete de rescate a fin de extinguir el pasivo del Estado mejorará sus «ratios» financieras y evitará el colapso financiero, por lo menos a corto plazo, con el efecto paralelo de una espiral de reducción de su producción y empleo, mientras las preocupaciones sobre el riesgo soberano pasarán a España, Portugal, Irlanda, Italia y más allá. Estas dificultades soberanas también se transforman en una crisis de la banca privada a todos los niveles, que puede rápidamente provocar quiebras bancarias que lleguen a afectar a todo el sector.

Nuestra sugerencia rescataría a Grecia y a toda la zona euro de los peligros de la insolvencia financiera de los Estados, y lograría provocar un giro de 180 grados en el foco de atención de los dirigentes de la zona euro, que se centrarían entonces en su papel tradicional -contener los potenciales azares morales dimanantes de la excesiva generación de déficit por parte de los gobiernos nacionales- a través del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Si los Estados miembros deciden finalmente que los parámetros del Pacto de Estabilidad y Crecimiento deben ser modificados, es su decisión. Pero este pacto desempeña el papel de un «presupuesto nacional» de la zona euro, precisamente diseñado para prevenir un proceso hiperinflacionario que la «carrera hacia el abismo» podría provocar. Y para finalizar, nuestra propuesta mitigaría el impacto deflacionario que la disciplina del mercado impone a los gobiernos nacionales que hoy son sensibles al crédito, frenando la diseminación potencial del contagio financiero global y evitando, al propio tiempo, ser inflacionario.

L. Randall Wray es uno de los analistas económicos más respetados de Estados Unidos. Colabora con el proyecto newdeal 2.0 y escribe regularmente en New Economic Perspectives. Profesor de economía en la University of Missouri-Kansas City e investigador en el «Center for Full Employment and Price Stability». Ha sido presidente de la Association for Institutionalist Thought (AFIT) y ha formado parte del comité de dirección de la Association for Evolutionary Economics (AFEE). Randall Wray ha trabajado durante mucho tiempo en el análisis de problemas de política monetaria, macroeconomía y políticas de pleno empleo. Es autor de Understanding Modern Money: The Key to Full Employment and Price Stability (Elgar, 1998) y de Money and Credit in Capitalist Economies (Elgar 1990). Warren Mosler es un economista que escribe a menudo con Randall Wray.

Traducción para www.sinpermiso.info: Ernest Urtasun Domènech

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3307

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