No parece que por el momento vayamos a tener un «Grexit», lo que ha llevado a muchos comentaristas a sugerir (cómicamente) que se ha evitado la crisis. Típico de este clima de opinión es un titular en Bloomberg «Grecia evita el caos; amenazan grandes obstáculos» ( «Greece avoids chaos; Big Hurdles Loom»). Parafraseando a Pete […]
No parece que por el momento vayamos a tener un «Grexit», lo que ha llevado a muchos comentaristas a sugerir (cómicamente) que se ha evitado la crisis. Típico de este clima de opinión es un titular en Bloomberg «Grecia evita el caos; amenazan grandes obstáculos» ( «Greece avoids chaos; Big Hurdles Loom»). Parafraseando a Pete Townsend, bienvenidos nuevo caos, que es exactamente igual que el viejo caos. Vale la pena reflexionar cómo la aceptación del programa de la Troika (incluso si se hacen modificaciones cosméticas) ayudará a los hospitales a tener acceso a suministros médicos esenciales (ver aqui), mientras que el gobierno persiste en la aplicación de un programa que está acabando con su sector privado mediante la reducción del gasto público y el impago de facturas legítimas, y la tasa de desempleo se acerca al 25%, llegando al 50% en los jóvenes.
Antes de las elecciones del 17 de junio, los votantes griegos fueron intimidados con amenazas de todo tipo sobre lo que pasaría si no votaban «de manera correcta» (es decir, a todos menos a los «izquierdistas radicales» de Syriza). Incluso así, los conservadores ganaron por los pelos en número de votos a su principal rival anti-austeridad. Sorprendentemente, el líder de Nueva Democracia, Antonis Samaris, sugirió en su discurso de victoria anoche que los resultados reflejan un mandato a favor del «crecimiento». No es más que un toque «orwelliano» teniendo en cuenta la naturaleza del tipo de programas que los griegos se verán obligados a tragar, que difícilmente pueden favorecer el «crecimiento» y la «prosperidad».
Así que el gobierno griego continuará tozudamente en la senda de la austeridad y la Troika seguirá pretendiendo que tal vía puede conducir, en última instancia, a una recuperación de la economía griega. Habrá algo de publicidad falsa sobre como Europa se lo pone más fácil a los griegos, pero será algo insustancial. Y entonces las cosas irán a peor hasta el punto de que Samaras tendrá que huir en helicóptero de la gente.
Desde la perspectiva de la oposición de SYRIZA, no es el peor resultado posible, ya que el PASOK (el autoproclamado partido «socialista» de Grecia), que quedó en tercer lugar, es probable que se alié con Nueva Democracia (a pesar de algunas declaraciones ayer por la noche sugiriendo que no participaría en una coalición en ausencia de SYRIZA, garantizando así que todos los partidos quedan contaminados por estas políticas de austeridad horribles). Por lo tanto, el PASOK y Nueva Democracia tendrá que ver como Syriza lidera la oposición y, probablemente, acaba con ellos en una nueva elección dentro de un año. Tal vez incluso, en menos de un año.
Mientras tanto, nada fundamental cambiará en Grecia. No se puede, teniendo en cuenta que los circuitos de crédito en Grecia están tan dañados que incluso las empresas eficientes y rentables no solo se han quedado sin acceso a los mercados de capitales, sino que han sido excluidas de los mercados internacionales (sus proveedores ya no aceptan las garantías bancarias griegas, sin las que las empresas griegas no puede importar materias primas, como Yanis Varoufakis ha señalado – ver aqui). Le pregunté a Yanis por qué esas empresas griegas rentables no se limiten a cambiar sus depósitos a, por ejemplo, un banco alemán, a fin de obtener cartas de crédito «solventes», y su respuesta fue que los banco alemanes simplemente no emiten garantías para esas empresas si están registradas en Grecia.
El resultado inevitable será que incluso las empresas rentables se verán obligadas a vender sus activos a intereses externos, simplemente para conseguir cartas de crédito. Si esto no es un ejemplo de la «economía de choque», a saber cual será.
Como todos hemos argumentado en este blog en repetidas ocasiones, en la zona euro tenemos un problema de solvencia y una crisis de falta de demanda agregada. Desafortunadamente, dentro de la Unión Monetaria Europea estas crisis gemelas caen en su totalidad en el ámbito del emisor de la moneda, el BCE, y no de los estados miembros usuarios de la moneda, el euro. Así que mientras el BCE, directa o indirectamente, no avale la unión monetaria, la solvencia será siempre un problema, ya sea en Grecia, Portugal, España, Italia o, incluso, Alemania. Del mismo modo, la falta de consumo se ha visto exacerbada por la austeridad impuesta como condición para la ayuda del BCE. Es lo mismo que poner un goteo a un paciente para que se recupere, para luego romperle las piernas para que permanezca en cama.
Y eso incluye el sistema bancario que, para ser de utilidad pública, requiere seguros de depósito creíbles, es decir, una vez más, el apoyo del emisor de la moneda. Como nuestro amigo Warren Mosler ha señalado:
«Las últimas semanas han demostrado que el BCE acaba «firmando el cheque» para proporcionar liquidez a los bancos, aunque no está legalmente obligado a hacerlo, (y aunque algunos piensen que no está actuando dentro de los límites legales), pero no va a reconocerlo y decirlo. Y, aparte tal vez del PSI griego (un impuesto de € 100 mil millones en euro bonos), al que todavía llaman «voluntario, ningún gobierno ha dejado de hacer frente a un solo pago, aunque sea con apoyo indirecto del BCE a través de la compra de bonos o del sistema bancario, pero, de nuevo, no va reconocerlo y decir que es ya una política aceptada».
Así que , mientras que el BCE ha seguido financiando al sistema bancario griego (y ahora al español) a través de todo tipo de programas – LTRO, ELA, etc-, el banco (y los países miembros de la UME) se niegan a hacer el compromiso explícito de que seguirán respaldando el sistema y garantizando su solvencia – es decir, el tan esperado «bazooka». El BCE sostiene que como banco central no puede apoyar ni cumplir ninguna función fiscal, omitiendo convenientemente el hecho de que no hay una autoridad fiscal pertinente de la zona euro que pueda jugar este papel. El BCE es el emisor de la moneda y sólo el tiene la capacidad de emitir cantidades ilimitadas de euros. Paradójicamente, si hace este compromiso explícito, tendría menos necesidad de usar el «bazooka», una vez que los mercados se convencieran de que habla en serio. En vez de ello, el BCE prefiere jugar al póquer con los mercados enseñando sus cartas desde el principio, lo que alienta a los especuladores a aprovecharse de un farol transparente.
Por supuesto, nadie en Bruselas reconoce que el problema de fondo son los defectos estructurales de la arquitectura de la zona euro (lo que equivale a decir que no hay existe la autoridad fiscal supranacional correspondiente), y continúan con el castigo a los gobiernos «derrochones», que sufren grandes déficits presupuestarios, casi inevitablemente, como consecuencia de la caída de la actividad económica del sector privado.
Esa ha sido la historia de Grecia, el resto de la periferia europea y ahora la enfermedad se está propagando al núcleo (las ventas minoristas de abril en Países Bajos cayeron un 11% anual, por lo que no se trata ya de un problema «norte- sur» en la zona euro). Ya ni se considera la posibilidad de una economía que crezca gracias al aumento del déficits público y el apoyo del BCE. Están prisioneros en una jaula ideológica, mientras el sistema bancario de Europa sigue desangrándose agónicamente con una huida bancaria masiva. Los resultados de las elecciones griegas en nada va a alterar este hecho.
Contrariamente al argumento de que la canciller alemana Angela Merkel «no se entera», tengo la sensación tras leer sus últimas declaraciones que comprende perfectamente la naturaleza del problema. Es más, es probable que también sea consciente (a través de sus asesores económicos) de la amplitud de la fuga de depósitos de la zona euro, que ahora es masiva (probablemente de miles de millones de euros). Sin embargo, llamar la atención sobre los problemas reales tiene el riesgo de enfatizar el dilema legal en Alemania que ya comentamos la semana pasada en Sin Permiso:
Es evidente que la sentencia del Tribunal Constitucional alemán sobre el plan de rescate griego en 2010 fue bastante explícita en cuanto a su significado: de acuerdo con la sentencia, el Objetivo 2 y otros programas del BCE como prestamista de último recurso son inconstitucionales, porque implican una exposición indeterminada del pueblo alemán a las pérdidas que pueda originar el rescate de la periferia. Sí, se trata de un riesgo indeterminado, pero lo irónico es que cuanto más dice «Nein» la señora Merkel a cualquier propuesta realista para evitar una crisis de solvencia, más probable es que se hagan realidad los riesgos colaterales, dejando de ser meramente indeterminados. Y el Parlamento alemán no tiene voz en lo que se refiere a los desembolsos.
Y eso es sólo el Objetivo 2. El programa de seguro de depósitos, que se supone que se está debatiendo en la cumbre G-20 en México, representa una nueva iniciativa. Y podría ser más fácilmente impugnable ante el Tribunal Constitucional, porque es más fácilmente comprensible que los trabajos arcanos y muy técnico de, por ejemplo, el Objetivo 2. La canciller Merkel puede comprenderlo; puede darse cuenta que un recurso contra la iniciativa de seguro de depósitos puede poner en cuestión la constitucionalidad del Objetivo 2 y, por lo tanto, convertirse en una amenaza de que se intensifique aun más la fuga de depósitos de los bancos de la periferia de Europa.
Hay que tener en cuenta, por lo tanto, lo siguiente: puede que se presente un recurso ante el Tribunal Constitucional si el BCE responde a los problemas planteados por Grecia y otros miembros de la periferia mediante un esquema de seguro de depósitos que ha respaldado. Por desgracia, el día en que se presente un recurso y se haga público, la huida de depósitos bancarios se convertirá en una avalancha, independientemente del resultado final del mismo. Si tengo depósitos en un banco griego, español o italiano, y creo que hay la más mínima posibilidad de que el sistema de seguro de depósitos respaldado por el BCE pueda ser anulado por una sentencia judicial alemana, lo primero que haré será transferir mi dinero a otro lugar tan pronto como pueda. No es extrañar que la cuestión de los controles de capital esté siendo discutida en voz baja.
Esta es la verdadera razón por la que la señora Merkel dice que existen límites a lo que Alemania puede hacer por su cuenta y por qué ha mantenido una línea tan dura con Atenas en el transcurso de la campaña electoral griega . Por supuesto, rechaza las alternativas, que considera políticamente inaceptables, en parte porque no ha sido honesta con su propio electorado sobre cuáles son las implicaciones reales de la posición de Alemania si la zona euro estalla. Merkel está arrinconada. Y ello explica por qué los alemanes están tan interesados en la participación de entidades como el FMI, porque ayudan a sortear este dilema jurídico.
De nuevo a Grecia. Es como si la «sala de torturas» del desempleo masivo pudiera, operativamente, persistir indefinidamente, aun cuando, políticamente, está mostrando signos de derrumbarse. Cada vez es más evidente en las últimas semanas que los déficit públicos en toda la UE están apuntalando la demanda, pero solo hasta el punto de evitar que la unión monetaria se venga abajo.
Pero las acciones de la Troika no son políticamente deseable, ni sostenible a largo plazo, como los recientes resultados electorales, no sólo en Grecia, sino en toda Europa, ponen de manifiesto. No hay que olvidar que los socialistas han obtenido una amplia mayoría en las elecciones parlamentarias de Francia de este pasado fin de semana, lo que sugiere que los franceses también están hartos de las políticas de austeridad que lidera y defiende Berlín.
La austeridad fiscal del tipo que se ha impuestos a Grecia está dando sus últimas bocanadas. ¡Gracias a Dios! Porque si persiste esta forma de economía a la Kervokian, la crisis se extenderá sin dudas a las costas de América, justo cuando las almas gemelas estadounidenses de los ideólogos europeos de la austeridad están tratando de destruir lo que queda de nuestra propia red de seguridad social mediante una crisis fiscal fabricada. Como el gran dramaturgo griego Eurípides escribió: «A quien los dioses quieren destruir, primero le hacen perder el juicio».
Marshall Auerback, destacado representante de la llamada Nueva Teoría Monetaria y uno de los analistas económicos más respetados de los EEUU, es miembro consejero del Instituto Franklin y Eleanor Roosevelt, en donde colabora con el proyecto de política económica alternativa new deal. 2.0.
Traducción para www.sinpermiso.info: Gustavo Buster