En una de sus primeras medidas como presidente de los EEUU, Barack Obama, tal y como anunciase y prometiese durante su campaña electoral, ha ordenado el cierre de la prisión de Guantánamo en un año. Así mismo, el nuevo emperador usamericano ha firmado también una serie de órdenes que prohíben la tortura y los malos […]
En una de sus primeras medidas como presidente de los EEUU, Barack Obama, tal y como anunciase y prometiese durante su campaña electoral, ha ordenado el cierre de la prisión de Guantánamo en un año. Así mismo, el nuevo emperador usamericano ha firmado también una serie de órdenes que prohíben la tortura y los malos tratos en los interrogatorios. Más de siete años después de que Bush enviase allí a los primeros detenidos procedentes de Afganistán, supuestamente sospechosos de pertenecer a organizaciones terroristas internacionales de carácter islamista, el nuevo inquilino de la Casa Blanca ha firmado por fin la orden que ha de acabar con la situación absolutamente irregular en la que se encuentran la inmensa mayoría de los presos secuestrados en esa cárcel, eso sí, previo aviso de que «ninguna persona que quiera asesinarnos, será liberada».
El plan Obama pasa, en consecuencia, por ajustar el proceso judicial de los detenidos al «Estado de derecho», esparciéndolos si fuese necesario por distintas cárceles de diversos países «democráticos» aún por determinar, y obligando a los jueces a emitir una serie de cargos legales mediante los cuales estos sospechosos de terrorismo pasarían a ser oficialmente presos con cargos judiciales a la espera de un «juicio justo». De lo que vaya a hacer Obama respecto de aquellos presos a los cuales no se les pueda adjudicar por parte de la justicia unos cargos mínimamente sustentables en evidencias legales, nada se sabe. De las medidas que su gobierno tomará para depurar las responsabilidades legales que fuesen necesarias respecto de los implicados en cualquiera de los delitos por cuestiones de torturas u otros asuntos llevados a cabo durante el periodo que ha permanecido abierta la prisión en la base Cubana, tampoco se sabe nada. Aún así, como no podía ser de otra manera, debemos alegrarnos por la decisión de Obama, que pone fin a uno de los oprobios legales más humillantes que jamás haya existido. Siete largos años en que Guantánamo ha sido una constante aberración moral para todos y cada uno de los seres humanos dignos de llamarse como tales, un limbo legal donde cualquier cosa que tuviese que ver mínimamente con los Derechos Humanos tenía prohibida la entrada.
Como no podía ser de otra manera, las reacciones internacionales a las medidas tomadas por Obama no se han hecho esperar. En especial la de un personajillo bastante singular que desde hace unos cuantos años suele ir por el mundo soltando sus provocadoras charlotadas a quien quiera escucharlo. Sí, estoy hablando del señor Aznar. Con su habitual soltura dialéctica, este peculiar sujeto ya ha mostrado públicamente sus reparos al cierre de la prisión, en tanto y cuanto tal cierre podría «tener repercusiones negativas en la lucha contra el terrorismo». No es que me sorprenda la nueva salida de tono de este fascista, de un sujeto así se puede esperar cualquier cosa y más sin son cosas en esta linea. Lo sorprendente es, en cambio, que por una vez, al menos en parte, estoy de acuerdo con las palabras de este perturbado mental.
Efectivamente, coincido con Aznar en que Guantánamo no debería ser cerrado por completo. Más aún, una vez los presos-secuestrados que actualmente están encerrados tras los muros y vallas de esa prisión hayan sido destinados hacia otros lugares o liberados, Guantánamo debería seguir abierta por el bien de la lucha contra el terrorismo internacional. Concretamente debería seguir abierta para que el propio Aznar, su amigo Bush y el inefable Blair, amen del nuevo tridente israelí (Olmert, Livni, Perez), puedan convertirse en los nuevos moradores de la prisión a la espera de que la comunidad internacional se ponga de acuerdo y pueda emitir una serie de cargos legales contra ellos por crímenes de guerra y crímenes de lesa-humanidad. Además, tal hecho se debería llevar a cabo con un procedimiento exactamente igual al que han tenido que sufrir los presos que han estado allí encerrados durante los últimos siete años. Eso sí que sería justicia.
Es decir, si realmente hubiese justicia anti-terrorista en este mundo, todos estos personajes (y alguno más que podríamos sumar a la lista, especialmente entre el grupo de colaboradores más directos de Bush), deberían ahora en primer lugar ser secuestrados por los servicios de inteligencia de cualquier país del mundo, a continuación ser montados en un avión vestidos con un mono de color naranja, una capucha, los ojos tapados con antifaces, con las manos atadas, con grilletes en los tobillos y con una gran cantidad de sedantes y otras drogas por el estilo suministradas en sus bebidas y/o comidas para, previo paso por los aeropuertos del cualquier otro país del mundo, y con el consentimiento explícito de sus dirigentes, ser llevados lo antes posibles hasta la base naval en la isla caribeña.
Una vez allí, como sospechosos de terrorismo que son, deberían ser sometidos a las condiciones de vida más aberrantes. Encerrados en una celda de 1,8 por 2,4 metros, aislados por completo mediante un techo de metal corrugado, solitarios y encadenados la mayor parte del tiempo. Se les debería dejar también sin derecho alguno a poder ver la luz del sol y sometidos a los designios de una cegadora luz artificial que les apunte a la cara las 24 horas del día. Además se deberían conformar con un escaso suministro de comida, se les deberían meter de vez en cuando alguna que otra serpiente y escorpiones en las celdas, se les debería someter a temperaturas extremas, ruidos atronadores y músicas insoportables, prohibiéndoles incluso que puedan rezar a sus respectivos Dioses para pedirle consuelo y fuerzas con las que poder sobrellevar semejantes condiciones. A los carceleros se les debería dar permiso para vejarlos y humillarlos con insultos y otras prácticas de violencia física y/o psicológica siempre que así lo quisiesen.
Por supuesto, todo esto sin tener la más remota idea de los cargos que se les imputan y por los cuales están allí, sin posibilidad alguna de recurrir a ninguna instancia legalmente instituida y sin saber tampoco cuánto tiempo deberán permanecer en esas circunstancias a la espera de un juicio, si serán meses, serán años o serás décadas, mientras la comunidad internacional se pone de acuerdo y va dando forma a las acusaciones oficiales por crímenes de guerra y crímenes de lesa-humanidad.
Vamos, lo que estoy pidiendo es, ni más ni menos, que encerrarlos exactamente en las mismas condiciones en las que han tenido que vivir los reclusos allí metidos durante los últimos siete años. Sin privilegios ni excesos de ningún tipo respecto del trato que ha sido dispensado a cualquier otro preso allí presente. Ojo por ojo, diente por diente. Eso sí que sería justicia y eficacia en la lucha contra el terrorismo internacional.
No hace falta decir que para realizar los interrogatorios, un equipo de médicos, psicólogos y otros trabajadores de la salud asesorarán a los encargados de llevar a cabo los mismos, informádoles continuamente sobre la salud mental, las vulnerabilidades y la resistencia de los presos, para que así los reclusos puedan ser sometidos al máximo dolor, aislamiento, desorientación y desesperanza, con el fin de obtener los mejores resultados posibles. No olvidemos que este punto debe ser clave. Son muchas las incógnitas que quedan pendientes acerca de qué pasó exactamente el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, en relación a cuáles fueron los verdaderos motivos que llevaron al trío de las Azores a declarar la guerra a Saddam Hussein y ocupar Iraq, respecto del por qué se ha invadido y ocupado Afganistán o en referencia a con qué inconfesables fines los líderes israelís han llevado a cabo su particular holocausto en Gaza. La información que pudiese salir de esos minuciosos interrogatorios podría ser verdaderamente interesante para el mundo entero y de una extraordinaria validez para el entendimiento histórico, político, económico, sociológico y antropológico de eso que llaman civilización occidental y que en realidad no es otra cosa que la imposición a nivel mundial del capitalismo neoliberal más atroz y despiadado. Cualquier historiador, sociólogo u antropólogo preocupado por el funcionamiento del mundo actual estaría encantado de poder manejar para sus estudios las variables informativas que pudieran surgir de tales interrogatorios.
Evidentemente, tales interrogatorios se habrán de llevar a cabo mediante las técnicas más eficaces posibles: el ahogo simulado, el agotamiento inducido, la bañera, la privación del sueño, el sometimiento del interrogado a prolongadas posturas insoportables, la exposición a temperaturas extremas, el aislamiento, las amenazas directas hacia la persona del reo o con hacer daño a familiares u otros seres queridos del interrogado, etc. Cada una de las técnicas aplicadas por el ejército chino durante la guerra de Corea serán válidas, al haberse demostrado científicamente su eficacia mediante miles de casos experimentales. Cualquier táctica que implique la privación de sensaciones visuales, auditivas, gustativas, olfativas y táctiles será especialmente recomendable como principal método para provocar ansiedad extrema en el preso y que así, una vez allá perdido toda capacidad de resistencia psicológica, pueda proporcionar al interrogador toda la información deseada, hasta el más mínimo detalle. Como material de poyo a la tortura china se deberá utilizar también el informe Kubark, otro protocolo científico cuya efectividad está sobradamente demostrada a lo largo y ancho de todo el planeta (especialmente en América Latina, de ahí que sea conocido también como «Manual Honduras»). Además, la hipnosis, las regresiones y otros tipos de técnicas de psicología profunda serán igualmente complementos perfectamente válidos y eficaces para llevar a buen puerto el uso de las técnicas mencionadas y poder así obtener hasta el mínimo detalle de la información buscada.
Como digo, poder llevar hasta Guantánamo a estos terroristas internacionales de chaqueta y corbata, y aplicarles de manera sistemática todas y cada una de las experiencias que han tenido que soportar allí los diferentes presos encerrados durante los últimos siete años, sí que sería un verdadero acto de justicia, con la salvedad de que muchos de esos presos estaban allí por mero capricho o por errores de la CIA, sin que hubiesen cometido ningún delito conocido ni formasen parte de ninguna organización terrorista, mientras que cada uno de estos terroristas encabezados por Bush han cometido tal cantidad de delitos por crímenes de guerra y contra la humanidad, que hasta en el más remoto poblado del mundo saben de ello. Juzgarles y condenarles por ello, con pruebas y evidencias más que sobradas, aún sin necesidad de interrogatorio alguno ni de confesiones forzadas, sería algo que no requeriría demasiado tiempo ni esfuerzo, las pruebas y evidencias para ello salen solas hasta de debajo de las piedras. Aunque claro eso ocurriría siempre y cuando este mundo fuese un mundo verdaderamente democrático y hubiese en él verdadera justicia. Que no es el caso.
Aún así, mi deseo es que no cierren del todo todavía Guantánamo, por si acaso al fin hubiera un poco de decencia y dignidad entre los principales líderes mundiales, y tuvieran a bien mandar para allá a este grupo de terroristas internacionales, malvados, malditos, repugnantes e impresentables. Eso sí que sería justicia.