Las relaciones entre Estados Unidos y China están lejos de ser cordiales desde inicios de este año, y los pronósticos no indican mejoría.
Un proyecto de ley presentado en el Senado de Estados Unidos apunta en esa dirección, pues ataca prácticas comerciales de China e incluye artículos que obligarían al gobierno de Barack Obama a acusar al gigante asiático de manipulación indebida de su moneda, abriendo espacio para represalias a las importaciones de ese país.
Los senadores que presentaron la iniciativa hicieron hincapié en las prácticas comerciales injustas de China, pero también se refirieron a las condiciones económicas nacionales que crean incentivos para que Estados Unidos asuma políticas más proteccionistas.
Hace tiempo que Washington se queja a Beijing porque mantiene deliberadamente bajo el valor de su moneda frente al dólar, lo que da gran competitividad a sus productos que ingresan al mercado estadounidense.
«Es un mensaje al gobierno chino: si se niega a jugar bajo las mismas reglas que todo el mundo, lo vamos a obligar. La manipulación de la moneda será inaceptable», dijo el senador Charles E. Schumer, al presentar el proyecto el martes 16.
«Con un desempleo de 10 por ciento, simplemente no podemos aceptarlo. No hay ninguna medida mejor que podamos adoptar para promover la creación de puestos de trabajo, sobre todo en las manufacturas, que combatir la manipulación de la moneda china», añadió el legislador.
El lunes 15, más de 100 miembros del Congreso legislativo firmaron una carta dirigida a Obama solicitándole que acuse a China de distorsionar el valor de su moneda.
Dos veces por año, el Departamento del Tesoro (ministerio de hacienda) publica un listado de países que «manipulan las tasas cambiarias entre sus monedas y el dólar de Estados Unidos con el fin de alterar su balanza de pagos o de obtener una ventaja competitiva indebida en el comercio internacional».
Pero China nunca ha ingresado a esa lista.
En una columna publicada el domingo 14 por el diario The New York Times, el economista Paul Krugman, ganador en 2008 del premio Nobel de Economía, sostuvo que es hora de que Estados Unidos haga frente al problema de la subvaluada moneda china imponiendo aranceles de 25 por ciento a las importaciones de ese país.
Algunas estimaciones indican que el yuan tiene una subvaluación de entre 20 y 40 por ciento.
Los reclamos de acciones contra el yuan no son ignorados por Beijing.
El primer ministro Wen Jiabao dedicó duras palabras a Washington en una conferencia de prensa el domingo, en la que atribuyó el mal momento de las relaciones bilaterales al hecho de que el gobierno de Obama «ha violado la soberanía territorial china» por sus acuerdos de venta de armas con Taiwán y por la reunión del mandatario con el Dalai Lama, líder espiritual de la conflictiva región de Tíbet.
«En primer lugar, no creo que el renminbi (nombre oficial de la moneda china) esté devaluado», dijo Wen. «Somos contrarios a que los países se acusen entre sí o tomen medidas para obligar a otros a apreciar sus monedas. Esto no beneficiará la reforma del régimen cambiario del renminbi», añadió.
El gobernador del Banco Central de China, Zhou Xiaochuan, había afirmado a inicios de este mes que el anclaje del valor del yuan al dólar era una medida «especial» que no se mantendría indefinidamente.
«Cuanto más alto y fuerte hablen las autoridades de Estados Unidos sobre esto y más le reclamen a China que aprecie su moneda, menos posibilidades hay de que esa medida se tome a corto plazo», dijo a IPS la especialista en estudios chinos Bonnie Glaser, del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos, con sede en Washington.
La dirigencia china es muy reacia a actuar bajo presión externa. «Aun si reconoce que debería ajustar el valor de la moneda, la oportunidad de esa medida la decidirá en función de sus intereses», agregó.
El martes 16, un portavoz del Ministerio de Comercio de China dijo a la prensa que «esperamos que las compañías estadounidenses presentes en este país expresen sus reclamos y puntos de vista en Estados Unidos para promover el desarrollo del intercambio internacional y oponernos juntos al proteccionismo».
En 2005, el valor del yuan fue ajustado de 8,27 a 8,11 por dólar y se levantó el cambio fijo. Ahora, la moneda china se mueve en relación con los valores de una canasta de divisas dominada por el dólar, el euro, el yen y el won sudcoreano.
Desde aquel año y 2008, la moneda china se apreció en 20 por ciento. Pero quienes siguen cuestionando la política cambiaria china, como los senadores Schumer y Lindsey Graham que condujeron la presentación del martes, se sienten frustrados por la demora de un ajuste similar.
«Si leemos entrelíneas en lo que dijo Wen Jiabao, nada está descartado. Pero la retórica dura y la carta de los legisladores hacen muy difícil que los chinos puedan decir: ‘de acuerdo, ante la presión estadounidense, haremos el ajuste'», sostuvo Glaser.
La cuestión cambiaria no es la única que amarga los vínculos entre Beijing y Washington.
En septiembre, Obama autorizó una imposición excepcional de aranceles de 35 por ciento a las importaciones de neumáticos chinos, para frenar un gran aumento en las compras de esos productos que, según los sindicatos, había causado la pérdida de 7.000 empleos industriales.
Beijing condenó de inmediato la decisión y amenazó con tomar medidas similares.
En enero, la empresa estadounidense Google anunció que cuentas de correo electrónico de diplomáticos, activistas de derechos humanos y periodistas habían sido espiadas por hackers chinos.
La secretaria de Estado (canciller) Hillary Rodham Clinton se refirió entonces al tema y expuso la postura de su gobierno sobre el robo de propiedad intelectual, la seguridad de Internet y la censura que China ejerce sobre la red mundial de computadoras.
China replicó acusando a Estados Unidos de ejercer un «imperialismo informativo» y rechazando los cargos de presunta participación del gobierno en ataques de hackers.
En febrero, China blandió la amenaza de sanciones a empresas estadounidenses que tomaran parte en un inminente acuerdo de venta de armas a Taiwán, que para Beijing es una provincia renegada, por valor de 6.400 millones de dólares.
Desde que la crisis económica de 2008 se empezó a sentir en los dos países, Beijing ha buscado que más y más recursos de su favorable balanza de pagos no se inviertan en divisas estadounidenses, sino en acciones y productos básicos.
Mientras, a Obama se le reclama que haga frente al creciente déficit comercial con China y ejerza más presión para conseguir una revaluación sustanciosa de la moneda asiática.