Dinero digital, dinero de plástico, criptodinero y otras versiones de dinero no físico parecen estar dejando a un lado las clásicas monedas y billetes. En un mundo de oligopolios bancarios y tecnológicos ¿cuáles son las ventajas y los inconvenientes de este fenómeno? PATRICIA BOLINCHES Un simple gesto con la mano para pagar un café o […]
Dinero digital, dinero de plástico, criptodinero y otras versiones de dinero no físico parecen estar dejando a un lado las clásicas monedas y billetes. En un mundo de oligopolios bancarios y tecnológicos ¿cuáles son las ventajas y los inconvenientes de este fenómeno?
PATRICIA BOLINCHES
Un simple gesto con la mano para pagar un café o sacar un billete de tren. Así es como mucha gente en Suecia, unas 4.000 personas ya, realizan gran parte de sus compras gracias a microchips implantados en el dorso de su mano, justo entre el pulgar y el índice. Suecia es el país que más rápidamente está dejando de usar efectivo: las compras por internet son la norma, el pago con tarjeta es el más frecuente, aumenta fuertemente el pago con el móvil, muchos establecimientos cuelgan el cartel de «No cash accepted» (no se acepta dinero en metálico) y su banco central es el que más avanzada tiene la investigación sobre una posible moneda pública digital, la e-krona.
Pero, después de haber alentado el cambio, las autoridades suecas han decidido echar el freno y estudiar cuáles podrían ser los efectos de la desaparición del efectivo. En declaraciones recogidas por el periódico canadiense Financial Post, Stefan Ingves, gobernador del banco central de Suecia, afirma que tienen «que encontrar una manera de lidiar con el cambio, sería un error quedarse de brazos cruzados y luego simplemente tomar nota de que el efectivo ha desaparecido».
El ritmo de desaparición del efectivo en el país nórdico es frenético. Representa solo el 1% de su economía, comparado con el 10% de media en Europa. Únicamente el 13% de los consumidores empleó efectivo en su última compra, según la encuesta de patrones de pago del banco, muy lejos del 40% de 2010. Si sigue a este ritmo, para 2025 la mitad de los establecimientos no admitirán efectivo, como ya ocurre en la mayoría de las sucursales bancarias. Ante el riesgo de exclusión financiera que implica no poder ingresar o retirar efectivo en las sucursales, el banco central ha empezado a obligar a los bancos a ofrecer este servicio.
EN UNAS POCAS GRANDES MANOS
Suecia no es el único país que avanza hacia la desaparición del efectivo. Corea del Sur, Dinamarca, China, Reino Unido, Kenia y Somalilandia han experimentado, por diversas razones, el auge de nuevas formas de dinero no físico. Pero ¿por qué está desapareciendo el efectivo? Siempre ha sido el rey de las transacciones, especialmente de las de menor valor, pero, a partir de los años 90, la aparición de nuevas tecnologías ha provocado que los pagos electrónicos sean muy sencillos. Sistemas de banca online, pago a través del móvil, plataformas de pago como Paypal y los sistemas de encriptado suponen un porcentaje cada vez más alto de los intercambios monetarios.
Presionar hacia una sociedad sin efectivo es dañino para ciertos sectores sociales que no tendrían ninguna opción
Según el Informe Mundial de Pagos de BNP Paribas, en 2016 los pagos sin efectivo crecieron un 10% hasta los 482.000 millones. Además de los métodos electrónicos tradicionales, como las tarjetas, el uso de monederos electrónicos está creciendo todavía más rápido. En 2018 ascendían a casi 42.000 millones, lo que supone un 8,6% de las transacciones realizadas con un método distinto al efectivo. Alibaba, Tencent, Google, Apple, Facebook y Amazon llevan años en lucha con el sector bancario por hacerse con el mercado de pagos. American Express, en la cúspide de la tríada de los pagos electrónicos junto con Visa y Mastercard, tenía en circulación 2,9 millones de tarjetas y el gasto de sus tenedores había aumentado un 5%, llegando a 1,1 billones de dólares, según los datos reportados en 2018.
En España, el último informe de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) indica que el número de operaciones con tarjeta triplicó en 2017 al de retiradas de efectivo de los cajeros. Pero esto no quiere decir que haya una preferencia por los pagos electrónicos, pues, según una encuesta del Banco de España (BdE), el 53% de los españoles prefiere el efectivo como medio de pago. Para Concha Jiménez, directora de Efectivo y Sucursales de esta entidad, «el efectivo no está desapareciendo, de hecho, su uso aumenta en Europa tanto en valor absoluto como en proporción al PIB, salvo en Dinamarca, Noruega y Suecia».
PATRICIA BOLINCHES
Sin embargo la gran apuesta del año de Bankia es que no usemos dinero. Es la primera entidad financiera en ofrecer a sus clientes todos los medios de pago digitales: Apple Pay, Samsung Pay, Google Pay, Apple Ecommerce, PayPal y Bizum en un paquete. Bankia es el primero, pero seguro que no el último en sugerir que no usemos efectivo. Está por ver si la ciudadanía española sigue prefiriendo el pago en efectivo dentro de unos cuantos años o si, por el contrario, sucumbe a las sugerencias publicitarias.
¿CUI BONO?
Ante la confusión que puede generar la diferencia entre datos y países, la multitud de nuevas formas de dinero digital, puede ser esclarecedor aplicar el principio ¿cui bono? del derecho romano. Se trata de analizar quién se beneficia del resultado de una acción o situación. «Entidades financieras y Estados son los principales beneficiarios -señala Roberto Tornamira, miembro de la Plataforma por la Banca Pública-, pues reducen costes de emisión y de plantilla, a la vez que aprovechan los nichos de mercado del dinero electrónico».
La guerra contra el dinero en efectivo es una encrucijada de intereses encontrados y llena de grises. A favor de la eliminación del efectivo están algunos Estados, que agradecen la trazabilidad del dinero electrónico para luchar contra el fraude y la evasión fiscal o el crimen organizado. Por otro lado, las nuevas empresas tecnológicas, como Google o Amazon, que ven un trozo de pastel tremendamente jugoso al que todavía no le habían hincado el diente del todo: el negocio de los servicios financieros y el minado de datos vinculados a ellos. Por supuesto, las intermediarias tradicionales, como Mastercard, Visa o American Express. En contra, los defensores de la privacidad, ya que el dinero electrónico da mayor acceso a los Estados y a las empresas privadas a los datos individuales. Y también aquellas personas que apuestan por una economía distribuida y luchan para reducir el poder de los grandes holdings financieros.
Para BNP Paribas, «las transacciones digitales de los bancos y las carteras electrónicas pueden rastrearse más fácilmente que los pagos en efectivo, lo que permite investigar las transacciones sospechosas». En el informe citado llegan a asegurar que «existe un vínculo entre una sociedad sin dinero en efectivo y los beneficios que brinda al disminuir los niveles de corrupción».
En un plano menos corporativista, economistas como Kenneth Rogoff han defendido cambios en el sistema monetario actual. Rogoff, profesor en Harvard y autor de Reduzcamos el papel moneda (Deusto), comparte la visión de que con la eliminación de los billetes de alto valor se acabaría con gran parte de la evasión fiscal y del crimen, y asegura, además, que sería una buena herramienta de política macroeconómica. Con poco efectivo en circulación, los bancos centrales tendrían mayor capacidad para profundizar en la política de tasas de interés negativas, como la seguida actualmente, y podría forzarse a la gente a gastar el dinero y no atesorarlo en sus cuentas bancarias. La duda es si esto es deseable. Por el momento, la Unión Europea ha comenzado a retirar los billetes de 500 euros.
Inte Gloerich, de MoneyLab, un grupo de artistas, activistas e intelectuales que experimentan y estudian formas de democratizar las finanzas, opina, por el contrario, que «el dinero electrónico es mucho más trazable y los niveles de vigilancia de datos a los que nos sometan el Estado y las entidades financieras privadas puede multiplicarse exponencialmente. Es, además, más frágil debido a los ciberataques. Un solo ataque puede poner en jaque todo el sistema, cosa que no pasa con el efectivo».
Por su parte, Jesús Manuel Utrilla, de Dinero Positivo, una organización que trata de democratizar el dinero y la banca, afirma que «el dinero efectivo y el dinero digital actuales no son intercambiables: el primero es dinero emitido por los bancos centrales y, el segundo, por los bancos privados, por lo que es más inseguro que el primero». El efectivo cumple aún funciones esenciales para este economista: «Es la única forma que queda de dinero soberano que nos evita pasar por el sistema bancario, no conlleva las cargas ambientales de los sistemas electrónicos y permite un mejor control del gasto».
DIVERSIDAD PARA SOBREVIVIR
La privatización del mercado de pagos sería completa si desapareciera el efectivo y probablemente llevaría a una situación de oligopolio, máxime con la reciente entrada de Google y Amazon en dicho mercado. Para Dinero Positivo, una solución sería que el Banco Central Europeo emita su propia «moneda digital segura y que sea el público quien decida utilizar la versión de efectivo o la digital, sin perseguir obsesivamente el efectivo tradicional».
Gloerich apuesta por un sistema monetario plural, de tal manera que «exista espacio para distintas perspectivas y que la gente pueda tener poder y tomar decisiones sobre su propia vida». «Presionar hacia una sociedad sin efectivo es dañino para ciertos sectores sociales: personas no bancarizadas, economías informales o incluso las personas que viven en la calle de las limosnas no tendrían ninguna opción», añade.
Asegurar el acceso al dinero efectivo, a pesar de la proliferación de nuevos medios, es justamente lo que ha llevado a Suecia a parar el ritmo de digitalización de sus pagos. «Si vamos a una digitalización total del dinero, necesitamos estar muy políticamente activos para salvaguardar los intereses de las personas y no de las entidades financieras. Hay mucho trabajo que hacer», sentencia Gloerich.
Fuente: https://www.elsaltodiario.com/economia/guerra-contra-dinero-efectivo