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Guerra de divisas en Corea del Sur

Fuentes: APM

En el marco de la próxima Cumbre del G-20, Alemania se afirma en contra de la postura de Estados Unidos y rechaza de plano la opción de una «economía planificada» a nivel mundial.

La expresión utilizada por la representación alemana este último fin de semana en el G-20 para rechazar la postura de Timothi Geithner, secretario del tesoro de los Estados Unidos, encierra un mensaje político contundente y difícil de digerir para los funcionarios estadounidenses; discípulos y defensores del liberalismo económico.

La planificación de la economía ha sido asociada a lo largo de la historia mundial a naciones con sistemas políticos comunistas con una fuerte centralización en cabeza del Estado en las decisiones de producción y consumo. Pero en las últimas décadas dichas naciones realizaron sensibles reformas hacia economías de mercado con creciente participación del sector privado.

La reunión del G-20 tendrá lugar en noviembre en Corea del Sur. Aun sin grandes acuerdos logrados, los ministros de economía de los Estados miembros delinearon este último fin de semana el escenario de debate que puede dejar al descubierto el fondo de la discusión. Sin lugar a dudas está relacionado con el reclamo estadounidense de volver a tomar las riendas de una «planificación de la economía» mundial.

El G-20 discutirá, en la superficie, el valor de la divisas, aunque esta solo sea la punta de un iceberg. La discusión de fondo será la situación que, desde la explosión de 2008, se ha desmadrado para Estados Unidos en materia de «planificación».

Las economías centrales carecen del mecanismo tradicional para transmitir el peso de la crisis financiera y la recesión a las economías emergentes mediante la apreciación de sus respectivas monedas, el encarecimiento de su producción y la consecuentemente apertura como mercados de consumo para reactivar las alicaídas industrias de los países centrales.

El plan de estímulo fiscal en Estados Unidos, cercano a los 800 mil millones de dólares, sumado a las millonarias inyecciones de dólares de la Fed a su sistema bancario para rescatarlos de la quiebra, y la baja de sus tasas de interés a cero, puede tener importantes consecuencias y efectos colaterales en el resto de las economías del mundo.

El sistema se preveía simple. El exceso de liquidez en Estados Unidos se traslada a los emergentes, con lo cual genera una apreciación en sus monedas y con ello su apertura como mercados consumidores para que los países industrializados dinamicen sus exportaciones.

Brasil puede ser un claro ejemplo de esta realidad. En los últimos días, el Ministerio de economía de ese país anunció el incremento del impuesto al ingreso de capitales: se trasladará del 4 al 6 por ciento. Así, contendrá los millones de dólares que buscan plazas en emergentes cuya dinámica económica es más atractiva que la de países centrales. Se estima que en el 2010 el flujo de capitales en dólares a economías en desarrollo será de alrededor de 80 mil millones solo en un año.

La apreciación del real brasileño, como consecuencia de la libre flotación en el mercado de cambios, frente al dólar es una carga que deberá afrontar el gobierno que resulte electo en el ballotage previsto para el 31 de octubre. Según The Economics, que publica un índice para dar cuenta de la cotización de las monedas en relación al dólar en los distintos países, hay una apreciación del real frente al dólar en torno al 40 por ciento.

A su vez, en aquellas economías que no permiten la libre fluctuación de su moneda frente al dólar en un contexto de excesiva liquidez, logran niveles de subvaluación de sus monedas. De allí que el ojo de la tormenta se centre en Asia, y fundamentalmente en China.

Este mecanismo ha sido interrumpido en gran parte de las economías emergentes, mediante la intervención en sus mercados de cambio. El mundo «desarrollado» no encuentra la forma de compartir con el resto de países ajenos a la crisis y que suprimen la recesión en sus aparatos productivos.

Es conocida la postura argentina ante el G-20 en relación a la autonomía de la política económica para establecer un tipo de cambio competitivo y necesario para sostener niveles de crecimiento en el sector industrial, capaz de absorber dos tercios del empleo nacional.

Un conjunto de políticas económicas que podríamos llamar «heterodoxas» en relación a lo propuesto tradicionalmente en la literatura anglosajona han permitido combinar el sostenimiento de un tipo de cambio real competitivo con acumulación de reservas internacionales, junto al control de los agregados monetarios mediante intervenciones del Banco Central. Los resultados fueron favorables en términos de crecimiento sostenido en el producto y han permitido una buena performance de las exportaciones nacionales.

Argentina forma parte del conjunto de países denominados emergentes que solo hace una década representaba algo más del 20 por ciento del producto mundial. Diez años más tarde, en la actualidad, representa alrededor del 30 por ciento, y en los próximos diez años significaran casi el 50 por ciento del PBI mundial.

El final está abierto. Lo que resta será evaluar cual es el nivel de presión que lograrán imponer las economías centrales no sólo en la cumbre del G-20 sino también a través de la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional para lograr que el resto de los países compartan las consecuencias de crisis financiera del 2008.

http://www.prensamercosur.com.ar/apm/nota_completa.php?idnota=4854