China es actualmente la cuarta economía del mundo, superando a Gran Bretaña, Francia e Italia. Ahora, solamente sobrepasan a China, Estados Unidos, Japón y Alemania. China se ha convertido en el primer consumidor de carbón, acero, cobre, zinc, el segundo comprador de petróleo y generador de electricidad. El dinamismo de sus estructuras es asombroso y […]
China es actualmente la cuarta economía del mundo, superando a Gran Bretaña, Francia e Italia. Ahora, solamente sobrepasan a China, Estados Unidos, Japón y Alemania. China se ha convertido en el primer consumidor de carbón, acero, cobre, zinc, el segundo comprador de petróleo y generador de electricidad. El dinamismo de sus estructuras es asombroso y favorece el estallido continuado de crecimiento sin igual de una economía en plena expansión.
En el año 2005 el índice de crecimiento fue de un 10% y en el 2006 fue de 10.5%, el PIB asciende a 1.5 trillones de euros.
El Banco Mundial ha tenido que reconocer el extraordinario desarrollo chino como uno de los fenómenos más positivos de la actual economía internacional. El problema principal para los competidores es que China constituye un rival invencible con sus reducidos salarios y su tecnología de bajo costo.
En Estados Unidos y la Unión Europea hay proteccionistas que desearían subir los derechos de importación para frenar la invasión de los mercados por los productos chinos. Hay intereses de grandes fabricantes cabildeando para obstaculizar las exportaciones chinas que perjudican la producción nacional.
Hace unas semanas la compañía Mattel, de California, prohibió la importación de juguetes chinos alegando que contenían demasiado plomo, potencialmente peligroso para la salud de los niños. Esos productos provenían de las fábricas de Guangdong, a una hora al norte de Hong Kong, que es el mayor productor de juguetes del mundo con casi cinco billones de unidades anuales. Como resultado se retiraron del mercado 18 millones de juguetes en Estados Unidos. Una catástrofe económica. El director de esa industria, Lee Der, se suicidó.
El cónsul chino en Nueva York, Kuang Weilin, ofreció una conferencia de presa donde expuso que el gobierno chino no tendría tolerancia ninguna para este tipo de infracciones. La cosa no se detuvo ahí, también fueron denunciados los lápices de colores y se recogieron 27 mil cajas de esos creyones. A esto se añadieron después las acuarelas y las pinturas de pastel.
Francia salió al combate y denunció que la pasta dental Trepan contenía 6 % de glicol dietileno, que es una sustancia muy dañina, utilizada usualmente como anticongelante. Igual acusación fue opuesta a las pastas Gilchrist y Freshdent. Un estuche para la higiene dental fue hallado con numerosas bacterias y también fue desaparecido del mercado.
La Agencia Francesa de Seguridad Sanitaria añadió a la lista los alimentos para perros y gatos, las hierbas medicinales, los frutos secos con sustancias cancerígenas, restos de antibióticos en la miel, mercurio en los pescados, colorantes prohibidos en las botellas de salsa preparadas. Los utensilios de cocina demostraron tener exceso de níquel, manganeso y plomo contaminantes de los alimentos. La Agencia notificó al gobierno chino un listado de 263 productos peligrosos. La Organización Mundial de Aduanas declaró que del 16 al 20 % de los productos alimenticios chinos eran inseguros para la salud. El gobierno chino adoptó una actitud cooperativa y prometió luchar junto al gobierno de Estados Unidos para combatir estas infracciones que tanto pueden dañar las exportaciones.
La Organización Mundial de Comercio había trazado un régimen de cuotas para la confección de tejidos, que expiró a inicios del 2005. Desde entonces la Unión Europea y Estados Unidos se han empeñado en un conflicto frontal contra la invasión china de prendas de vestir y tratan de lograr la promulgación de legislaciones proteccionistas.
Estados Unidos intentó un acuerdo, el pasado junio de crear cuotas bilaterales. Trataba con ello de ganar tiempo y dar un lapso a sus productores locales para adaptarse a la feroz competencia china. Los europeos no fueron incluidos en el pacto y el resultado es que la importación de productos textiles se congeló en las aduanas. Camisetas, pantalones, blusas y sostenes invadieron los almacenes por decenas de millones.
Conociendo la falta de escrúpulos y la ausencia de ética de los industriales capitalistas cabría preguntarse ¿hasta que punto son ciertas estas imputaciones o constituyen el resultado de una competencia desleal? ¿Estarán interesados los productores de dentífricos y juguetes, en Estados Unidos, en lograr la veda de esos productos chinos?