La mayoría de los analistas, tras analizar el resultado de las elecciones en Estados Unidos, concuerdan en que para el Partido Demócrata y su candidato John Kerry resultó mucho mejor perder la oportunidad de llegar a la Casa Blanca que tener que enfrentarse en los próximos cuatro años a dos gravísimas situaciones: la guerra contra […]
La mayoría de los analistas, tras analizar el resultado de las elecciones en Estados Unidos, concuerdan en que para el Partido Demócrata y su candidato John Kerry resultó mucho mejor perder la oportunidad de llegar a la Casa Blanca que tener que enfrentarse en los próximos cuatro años a dos gravísimas situaciones: la guerra contra Iraq y la tambaleante economía norteamericana.
En Iraq, después de 20 meses de invasión y ocupación, las tropas estadounidenses están empantanadas, ya han sufrido casi 1 200 muertos y 8 000 heridos y los gastos para mantener la guerra crecen a diario.
Ante la enorme resistencia de la población iraquí, el Pentágono ha tenido que aumentar el número de sus efectivos de 135 000 a 142 000. A la par, en Afganistán mantiene otro contingente de 35 000 hombres que no pueden salir del esa nación porque se vendría abajo el gobierno de Karsai, impuesto por Estados Unidos.
Washington ha gastado hasta ahora en Iraq la respetable suma de 220 000 millones de dólares, según indicó el derrotado candidato, John Kerry, mientras que el diario The New York Times preguntaba en un reciente artículo, cuánto tiempo, dinero y vidas humanas eran necesarios para que el gobierno de George Bush abandone esa campaña.
Como es lógico, este inmenso accionar guerrerista afecta en forma global a la economía estadounidense que debe desviar abultadas sumas de dinero hacia esos fines, en detrimento de los programas de la seguridad social para la mayoría de su población.
Organizaciones financieras como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional se muestran eufóricos porque por primera vez en el último lustro, la economía mundial crecerá, pero los cálculos están basados en el dólar y el crédito barato por las rebajas realizadas desde el 2001 por la Reserva Federal estadounidense (FED).
Desde esa fecha, la FED llegó a bajar hasta 1 % la tasa de interés básico, medida solo tomadas en épocas de guerra o de depresión, a las que se unieron estímulos de la economía con récord de déficit presupuestario y emisión de títulos del gobierno para financiarlos. De esto se derivó que el mundo se llenara de dólares baratos.
Al volver a corregir esa política con el incremento de las tasas de interés progresiva que ya la pasada semana se elevó a 2 %, algunos analistas temen que pueda producirse otra gran depresión mundial. Se estima que deudas que ahora parecen razonables, con los aumentos se volverán impagables con las consecuentes bancarrotas.
En Estados Unidos muchas familias aprovecharon las bajas tasas para realizar innumerables compras y las compras de casas crecieron en forma inverosímil y con ellas las enormes deudas de los consumidores. Esto dio vida a la economía norteamericana cuya dos terceras partes de su PIB es por medio del consumo.
En el 2003, los bancos norteamericanos otorgaron 330 000 millones de dólares en préstamos para adquirir casas propias y a la par concedieron un billón de dólares para nuevos créditos hipotecarios.
Un editorial en The Minneapolis Star-Tribune señaló que de 1997 a la fecha, los hogares estadounidense hipotecados creció un 94 %, y alcanzó la cifra de 7,5 billones de dólares lo que es igual a una deuda de casi 120 000 dólares por cada familia de cuatro personas.
Al subirse las tasas de interés se incurre en el peligro de que colapse la deuda de billones de dólares que los norteamericanos tienen en hipotecas de casas las que se han sobrevalorado en más de un 25 % en los últimos años.
Otro gravísimo problema es el déficit presupuestario que el Economist Intellignet Unit pronostica para el 2004 la cifra récord de 570 000 y para el 2005 más de 600 000, o sea, cerca del 6 % del PIB.
Los principales sostenedores de la deuda norteamericana con los bancos de Asia-Pacifico que han comprado numerosos bonos del Tesoro norteamericano. Solo Japón y China poseen más de un billón de dólares en esos títulos, mientras entidades bancarias del mundo poseen un billón y medio.
En esas circunstancias, el gobierno estadounidense se sitúa como el mayor país deudor del orbe.
Si los inversores extranjeros dejan de comprar títulos del Tesoro, la FED tendría que subir más la tasa de interés para atraer más al comprador de bonos, pero a la par se incrementarían el costo de las mensualidades de las hipotecas de las casas, lo que llevaría al colapso de muchas familias.
Durante los cuatro años de gobierno Bush, 4,3 millones de personas se sumaron al ejército de pobres, que en octubre de este año totalizaban en Estados Unidos 36 millones, algo inconcebible si se toma en cuenta que esa es la nación económica más poderosa del mundo con un Producto Interno Bruto valuado en 11 400 billones de dólares.
Un documento elaborado por la Universidad de Pennsylvania indica que en esa categoría aparecen 13 millones de niños y señala que la pobreza crónica es la mayor amenaza para el progreso social en Estados Unidos.
El informe argumenta que pese a su poderío económico, los recortes de presupuestos para servicios sociales y la pobreza crónica llevaron a la Unión a ubicarse en el puesto 27 entre 160 países, en una clasificación sobre la calidad de vida.
El euro, que ya se cotizó la pasada semana a 1,29 después de comenzar en el 2000 a solo 0,82 centavos, progresa porque el dólar cae frente a las principales divisas, y porque los déficits estadounidenses tanto fiscales como de cuentas corrientes alcanzan niveles récord, señaló Marios Maratheftis, economista del Standard Chartered Bank de Hong Kong..
La reelección de Bush parece haber acelerado el desmerengamiento del dólar.
Para Anais Faraj, estratega bursátil del Banco Nomura, en Londres, cuatro años más de indolencia fiscal en Estados Unidos abren una perspectiva difícilmente soportable.
Mientras que Ian Stannard, economista del banco BNP Paribas, afirma que la política económica de Washington no va a cambiar en los próximos cuatro años, lo que significa que el dólar va a caer todavía más.
Con este embarazosas contexto se puede llegar a la conclusión que a los demócratas salieron ganando con perder las elecciones presidenciales.