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Entrevista a Ángel Martínez González-Tablas, economista

«Haberles dejado la crítica a los neoliberales ha sido un error»

Fuentes: Revista Pueblos

En los dos tomos de su último libro, Economía Política Mundial (Ariel, 2007), analiza minuciosamente, y desde una perspectiva multidimensional, los cambios que ésta ha sufrido en las últimas décadas. Es catedrático de Economía Aplicada en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense de Madrid y director de la Fundación de dicha universidad; […]

En los dos tomos de su último libro, Economía Política Mundial (Ariel, 2007), analiza minuciosamente, y desde una perspectiva multidimensional, los cambios que ésta ha sufrido en las últimas décadas. Es catedrático de Economía Aplicada en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Complutense de Madrid y director de la Fundación de dicha universidad; motivos más que suficientes para que nos acerquemos a él buscando respuestas ante la actual coyuntura. Si a esto le sumamos que este apasionado del saber es también uno de los principales impulsores del Movimiento de Economía Crítica, no se nos ocurre nadie mejor Ángel Martínez González-Tablas para abrir de su mano este dossier sobre la crisis.

El Movimiento de Economía Crítica del que formas parte lleva décadas cuestionando el modelo económico vigente y, quizás precisamente por eso, se ha visto relegado a los márgenes…

Las primeras jornadas de Economía Crítica las organizamos en la Complutense hace 20 años. En ellas nos reunimos docentes, investigadores, economistas y gente de a pie, para debatir y hacer propuestas. Es un espacio de encuentro que ha proporcionado vías de articulación, pero sí, nos gustaría que su presencia en la sociedad fuera mucho más fuerte. Durante estos últimos 20 años quienes se han llevado el gato al agua han sido otros discursos, incluido el neoliberal, a pesar de su endeblez teórica y práctica.

Háblanos de esa endeblez.

La base del pensamiento económico neoliberal sostiene que el mercado es autosuficiente, que puede solucionar todos los problemas, que puede proporcionar asignaciones de recursos eficientes y óptimas por sí sólo. Eso, desde el punto de vista teórico, es falso. Primero, el mercado es una institución que no existiría sin la intervención pública y, segundo, el mercado sabe tratar determinados temas eficientemente, pero hay muchísimos temas de la economía sobre los que «no sabe no contesta»; como cuando aparecen bienes públicos, que no entiende cómo tratarlos. Si hay información asimétrica, que es lo normal en economía, el mercado se mueve mal. Desde el punto de vista teórico eso no es discutible, pero eso se tapa, y aparece la retórica de que el mercado lo puede todo. Pero no es cierto que el neoliberalismo no quiera intervención pública, lo que no quiere es que ésta se haga al servicio de los intereses de las mayorías, de los desposeídos, pero si es al servicio de sus propios intereses está encantado.

La siguiente pata de su planteamiento es que la intervención pública es por naturaleza perturbadora y distorsionante, y eso es una falsedad absoluta. Otra cosa es que la intervención pública tenga fallos. Pero ellos tienen una forma de razonar muy interesante: también reconocen fallos en el mercado y en la intervención pública, pero luego hacen una pirueta dialéctica, dicen que los fallos en el mercado son subsanables, pero los de la intervención pública son esencialmente irreductibles y perversos. Eso no tiene ninguna lógica, porque la intervención pública también puede aprender y perfeccionarse a través de mecanismos de participación y democracia real. Incluso el propio discurso de que el mercado vale no se tiene en pie, porque hoy en la economía mundial un porcentaje muy elevado de transacciones económicas no va por el mercado, son operaciones internas de grandes grupos transnacionales no reguladas por el mercado. Lamentablemente, durante este tiempo su teoría ha ido calando, a pesar de su endeblez. De hecho, los mayores críticos de la intervención pública deberíamos ser nosotros, los que creemos en ella. Somos los primeros que tendríamos que decir que esto se ha hecho mal, haberles dejado la crítica a los neoliberales ha sido un error.

Profundicemos en esa crítica ahora. ¿Cuál es el origen de la crisis actual? ¿Qué la diferencia de otras anteriores?

 Que esta vez ha tenido lugar en el corazón del sistema, en el país central del conjunto de los países capitalistas. Ha habido muchas crisis en la historia del capitalismo y ésta tiene elementos comunes con otras, pero también particularidades. En el pasado las crisis eran fruto de las contradicciones entre el capital y el trabajo, por simplificar, pero en esta crisis ese componente ha sido menos importante. Aquí lo que sucede es que los problemas nacen del propio capital social: no es Saturno devorando a sus hijos, sino sus hijos (los capitales individuales, financieros, libres) devorando a Saturno, devorando al sistema. El origen han sido las contradicciones internas del propio sistema y del capital; es decir, lo que ha pasado es que los chicos se le han desmadrado y se han olvidado de que las finanzas existen para que el sistema capitalista pueda operar y ganar dinero, tener excedente, explotar, acumular… Pues esa función al servicio del sistema capitalista la han olvidado, han sido muy malos capitalistas, se han olvidado incluso de lo que son.

¿Alguien puede creer hoy el argumento de que esto no se veía venir?

 Sí se veía venir, hay cosas que se ven venir pero hay poderosos intereses detrás que las mantienen. En España se sabía que se estaba haciendo un número de viviendas que no tenía ninguna relación con las que eran necesarias para los habitantes del país. Lo sabía todo el mundo, la gente de a pie, los bancos, los economistas… Entonces, ¿cómo ha sido posible? Porque había poderosos intereses que ganaban mucho dinero así. Quizás en el ámbito financiero mundial no estaba tan claro, porque los mecanismos son más retorcidos, aunque sí se sabía que las nuevas finanzas estaban evolucionando de un modo desmesurado y que estaban absolutamente fuera de control; pero de eso vivía mucha gente. Ha hecho falta que estalle y que toda la porquería acumulada salga y perturbe, no sólo a la economía financiera, lo que sería un placer, sino al funcionamiento de la economía real… Primero, ¿dónde nace la crisis? En unas finanzas desbocadas, desrreguladas, que se han creído que no tenían que estar al servicio de nadie. Ésta fue la espoleta que prendió el fuego; pero estuvieron operando tanto tiempo de esa manera que acabaron por penetrar en todos los intersticios de la economía real. Ese es el primer punto. Segundo: ¿puede prescindir la economía del subsistema financiero? No, no nos podemos permitir decir: «ya que la han provocado, que la paguen», porque al pagarla ellos la pagamos todos. Pero de ahí se deriva un riesgo: ¿tenemos que ayudar a que no se derrumbe el sistema financiero? ¿Cualquier ayuda vale? No. El colmo del despropósito es que pidan que el conjunto de la sociedad ayude a través de fondos públicos al sistema financiero, no para que funcione bien, sino para que quienes la han hecho solucionen sus propios problemas. Se está ayudando sin mecanismos de orientación y control, y eso no tiene ningún sentido, estamos ante la culminación del fraude, defraudan cuando crean el problema y siguen haciéndolo cuando la sociedad acude al rescate.

Luego, a partir del momento en que eso sucede nos encontramos con que ya no es problema de un país sino del conjunto de la economía mundial, que en las últimas décadas se ha globalizado de forma muy intensa, y con una cierta inspiración, la neoliberal. En el ámbito de la economía mundial el sistema carece de instituciones públicas reguladoras, esas tan odiadas por los neoliberales y por las que suspiran cuando se crean los problemas. ¿Dónde tiene lugar el problema? ¿En países concretos? No. Entonces actuemos en la economía mundial, pero, ¿a través de qué? ¿Del FMI? ¿Del BM? Son antiguallas. Carecemos de las instituciones necesarias para intervenir en la economía mundial, que es donde se está produciendo la crisis.

En el intento por buscar culpables nos encontramos últimamente con duras críticas hacia la comunidad de economistas y a la propia ciencia económica por su incapacidad para predecir lo que iba a pasar.

 La ciencia económica no es homogénea. Es una ciencia particular porque no hay unanimidades, hay aspectos fundamentales sobre los que no hay consenso. Dentro de la comunidad de economistas ha habido durante este tiempo voces que sí hacían análisis con anticipaciones certeras. Pero es que los economistas somos mejores forenses que médicos de familia, es decir, analizamos muy bien lo que ha pasado pero no tenemos bola de cristal para ver el futuro. No se puede acusar a los economistas en general, sino a los que han estado en los puestos de mando y de control y que han promovido enfoques que desde el punto de vista de la política económica y del discurso académico han sido dominantes durante este tiempo; esos sí son responsables. El resto, sólo somos responsables de no haber tenido más voz para decidir…

Los políticos y los economistas no están acostumbrados a pensar en términos de una globalización controlada por la sociedad, que es lo que necesitamos. Hablan de libertad para los capitales, pero es eso lo que nos ha creado el problema. La que necesitamos es la otra y ni siquiera tenemos los hábitos mentales para pensarla. Ahora se dice que debido a todo esto se pueden derivar tentaciones proteccionistas. Sí pueden, pero el proteccionismo ni siquiera podrá ser como el de los años 30 porque hoy tiene que enfrentarse con un tejido productivo empresarial ramificado hasta la médula. Si las empresas españolas fueran españolas, las francesas, francesas… cabría el proteccionismo: producimos para nosotros, pagamos nuestros salarios y con esos salarios consumimos nuestras mercancías. Pero ¿qué hacen las empresas mundializadas? ¿Qué hacen en Brasil? ¿Comerse las cajas de cambio de los coches? Entendemos mal lo que está pasando, hemos contado una historia distinta de la real. Se están aplicando criterios analíticos inadecuados. Miren, el enfermo tiene otra cosa, no le operen de esa enfermedad, porque tiene otra cosa.

¿Hablamos de un cambio de modelo?

 Vamos a verlo en dos grados de radicalidad. Uno: dentro del sistema capitalista hay gente que dice que los intereses de todos (los capitalistas) deben prevalecer sobre las veleidades y las hijoputeces que puedan hacer los capitalistas individuales. Es decir, hay capitalistas que piensan que para seguir ganando más dinero hay que funcionar de una manera distinta a como se ha funcionado hasta ahora. Existen muchos que dicen: «podemos ganar mucho dinero haciéndonos verdes, trabajando para esa sensibilidad». ¿Y sería posible un capitalismo regulado y más sensible ecológicamente? Quizás sí, pero luego están los del otro lado, que dicen que de ninguna manera. Es decir, las soluciones pasan por los enfrentamientos sociales y las correlaciones de fuerzas. ¿Cabría una solución de laboratorio que siguiera siendo capitalista pero que pusiera coto a los excesos de estos últimos años? Tal vez sí, pero hacer el tránsito de lo que existe hacia eso es difícil. La pregunta es: ¿la historia se acaba con el capitalismo? No. No hay nadie que tenga algo de cultura para saber que el capitalismo es un producto histórico que nace en un momento y que podemos asegurar con total convicción que va a morir. El capitalismo está en crisis, no sólo económica, sino como sistema. ¿Quiere eso decir que automáticamente va a emerger uno nuevo? No, si no nos dotamos de los elementos necesarios para que exista un desarrollo alternativo, y éste hay que forjarlo socialmente, no sólo desde la teoría. Hay que saber qué debe inspirarlo, hay que crear la lógica de funcionamiento económico que permita reproducir, distribuir, intercambiar, consumir… con unos criterios distintos, subordinados a la reproducción de los ecosistemas, y hace falta una base social para eso. Aunque nos juntásemos los economistas críticos a desarrollar una teoría, si no hay una base social que lo sustente no podrá ser. En la práctica hay elementos, corrientes…

Que quizás deban trascender lo local…

 Claro, y no es fácil, porque trascender lo local y articular lo mundial de una forma consistente no es sencillo. No soy pesimista, pero pretender que el sujeto social capaz de tomar el relevo del capitalismo esta ahí… La multitud de la que habla Negri no es ese sujeto histórico, y el movimiento antiglobalización, que tiene una enorme riqueza, no es un solo sujeto histórico constituido. No soy pesimista, pero no será sencillo, no será sin dolor.