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¿Hacia dónde va la Revolución Bolivariana?

Fuentes: Rebelión

Seamos consecuentes con nuestras convicciones. La compleja situación política, económica y social que vive el país es producto de un proceso histórico que nos exige mayor comprensión para articular respuestas más oportunas y contundentes. Resulta imposible superar esta situación con una población sumergida en la queja y el lamento en armonía con un «equipo de […]

Seamos consecuentes con nuestras convicciones. La compleja situación política, económica y social que vive el país es producto de un proceso histórico que nos exige mayor comprensión para articular respuestas más oportunas y contundentes. Resulta imposible superar esta situación con una población sumergida en la queja y el lamento en armonía con un «equipo de la economía» que no acaba de salir de la improvisación inoportuna.

La Revolución Bolivariana es la respuesta al fracaso de las políticas neoliberales. Un proceso de cambio político y transformación social que permitió recuperar la función del Estado contra la pretensión de imponer el mercado como epicentro de la sociedad. El Comandante Chávez siempre priorizó las políticas sociales antes que cualquier política de ajuste fiscal sin descuidar las políticas económicas. Redimensionó el carácter humanista de las instituciones, construyó un andamiaje jurídico para sustentar el Estado Comunal y advirtió que si no avanzan las instituciones del Poder Popular la dinámica del capital se traga lo que existe.

El viejo y agotado Estado neoliberal nunca se sustentó en la producción nacional o trabajo productivo, sino en la renta petrolera. Estimuló y fortaleció el sector comercial e importador transfiriendo los recursos para la producción a un sector especulativo. Construyó así, una oligarquía parasitaria constituida por grupos financieros que impusieron la hegemonía de capital. Eso no ha cambiado. No hay cambios estructurales. La hegemonía de los grupos financieros está intacta. La banca comercial sigue acumulando capital sin producir y hasta hace poco los bancos privados eran los operadores financieros de las divisas de la nación. Quienes dirigen la política económica del país se identifican con estos grupos y maquillan la información que presentan al Presidente Nicolás Maduro. Eso se comprueba sólo con revisar, minuciosamente, el papel del Banco Central de Venezuela y su relación con la banca comercial. La hegemonía de los grupos financieros es un obstáculo para el crecimiento económico. Quizás permitan una disminuida tasa de crecimiento, pero crecimiento sin desarrollo.

La visión de la producción agropecuaria como simple y vulgar «agro-negocio» impide el desarrollo de la soberanía alimentaria y nos coloca en manos del capital especulativo. Lamentablemente, quienes manejan nuestra política agropecuaria no logran salir de esa perspectiva y cada día sentimos más el peso sus desaciertos y el país sucumbe ante la voracidad de empresarios importadores que reclaman dolares como mecanismo para apropiarse de la renta petrolera.

El neoliberalismo encierra una forma de interpretar y comprender la sociedad. Destruye el Estado, transforma la economía y trastoca los valores sociales. Todo lo reduce a una mercancía que circula en el mercado, incluido el ser humano. La Revolución Bolivariana emergió como respuesta inédita a esta perversa realidad planteando la democratización de la propiedad de los medios de producción, libre acceso a los derechos sociales, bienes y servicios (salud, empleo, vivienda, educación, recreación, etc.), apertura total a la participación protagónica y garantía del derecho a la organización social como sustento al poder popular. Construyó un nuevo sujeto social. Hoy, la Revolución Bolivariana se encuentra estancada sin capacidad de respuesta a una exigente y compleja realidad socio-económica que refleja el resultado de ese proceso histórico donde aflora una imponente burocracia tan improductiva y parasitaria como el capital dominante.

La Refundación de la República le permitió al Comandante Chávez reorientar el papel del Estado venezolano. Su acción política siempre estuvo marcada por la creatividad, la imaginación, la capacidad de reinventar las instituciones y las respuestas oportunas ante cada circunstancia y/o coyuntura política o económica. Hoy, la burocracia parasitaria ha convertido esas instituciones en instancias para la inercia, la corrupción y la reproducción de las relaciones sociales de dominación. Esa realidad no permite transformar la sociedad y se convierte en un obstáculo para el desarrollo del Poder Popular. Ministros, gobernadores, alcaldes, diputados y funcionarios de todo genero no logran entender (ni asumir) que sólo son voceros del Poder Popular. Siguen comportándose como representantes con plena autoridad porque así lo facilita la dinámica institucional con sus prácticas del pasado.

Ante esta coyuntura que coloca la Revolución Bolivariana en franco riesgo frente a la voracidad del capital transnacional y sus centros imperiales. Ante un país lleno de colas, bachaqueros, decepción, quejas, lamentos, especulación desmedida, parálisis de la producción, inflación inducida e indignación por la falta de respuestas oportunas; necesitamos estremecer esa burocracia improductiva que ha demostrado poca capacidad para interpretar el momento histórico y mucho menos para transformar esa realidad.

El Presidente Nicolás Maduro advirtió, recientemente, que no hay suficiente conciencia de la circunstancia que vive la Patria. Fue un mensaje a la burocracia improductiva y al sindicalerismo decadente. Tal aseveración exige, de su parte, una respuesta contundente que le permita reconformar su «gabinete económico» y convocar un debate nacional responsable, diáfano, plural, profundamente critico como expresión de una novedosa interpretación y conformación de la UNIDAD NACIONAL que vaya más allá de los tradicionales preceptos de políticos negociadores que buscan protagonismos para alcanzar prebendas.

En estos dos años, el pueblo venezolano ha demostrado una estoica e inquebrantable lealtad al Comandante Chávez y a la Revolución Bolivariana. Ha demostrado un alto nivel de conciencia social. Allí está nuestra gran fortaleza para demostrar que este proceso de cambio político y transformación social no depende de las muletillas de la renta petrolera. Eso requiere repensar el país, reinventar la revolución para entusiasmar, nuevamente, a la población con políticas innovadoras. Para retomar el rumbo y lograr que el pueblo entienda hacía dónde va la Revolución Bolivariana. Reivindicar el carácter inédito de esta revolución. De lo contrario estaremos ante un desenlace impredecible como los reflujos sociales de las derrotas. Esa burocracia del «gabinete económico», gobernaciones, alcaldías y asamblea nacional no da para tanto…está agotada…obviamente hay excepciones…muy pocas…pero las hay…El «revolcón» es una necesidad impostergable.

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@dariomorandy

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