El escenario que se abre con el resultado de la primera vuelta, y avanza hacia la segunda en Brasil, es un escenario difícil para el PT. Seguramente esta disputa sea la más pareja desde 1989, con posibilidades para ambos candidatos. Aécio Neves, el candidato del establishment, tiene oportunidades luego del 33% de la primera vuelta, […]
El escenario que se abre con el resultado de la primera vuelta, y avanza hacia la segunda en Brasil, es un escenario difícil para el PT. Seguramente esta disputa sea la más pareja desde 1989, con posibilidades para ambos candidatos. Aécio Neves, el candidato del establishment, tiene oportunidades luego del 33% de la primera vuelta, considerando el retroceso que ha significado este 41% de Dilma en primera vuelta comparado con el 47% de la primera vuelta en 2010, cuando enfrentó a José Serra. Será difícil para el gobierno con todo el establishment detrás de Aécio, que se dio cuenta de que es su oportunidad más viable en años para sacar al PT del poder.
O Estado de S. Paulo, el periódico liberal conservador, apuesta por una alianza entre Aécio-Marina para desplazar al PT del poder. Aécio ya dijo que representa una «nueva política», interpelando a los votantes marinistas. El voto de Marina se dividirá seguramente, entre las inclinaciones más izquierdistas de sus votantes y las inclinaciones más conservadoras de aquellos que la votaron para sacar al PT del gobierno. La pregunta crucial es, ¿Cuánto de ese voto irá para el PT y cuanto para el PSDB?
En principio, el resultado debería favorecer al PT, que se benefició desde 2002 con la polarización PT-PSDB desde 2002. Sólo que el escenario no es el mismo al de 2002, 2006 y 2010. En un escenario tan igualado como este, la capacidad de definición, el peso específico de los medios como actores políticos aumenta, porque cualquier «escándalo» político que difundan los medios con respecto al PT vinculado a la corrupción puede tener en este caso un papel relevante, especialmente considerando que el gobierno debe recuperar votos en las clases medias, que son quienes están más expuestas a los encuadres que se realizan desde los medios. No se puede olvidar el papel de la Red Globo en una elección tan reñida como la del ballotage de 1989 entre Lula y Collor de Mello, editando el debate televisivo de la segunda vuelta en favor de este último.
El PT debe encontrar la forma de neutralizar el discurso construido por los medios conservadores que lo define como un «partido corrupto», que se ha convertido en el arma para descalificar el conjunto de las importantes conquistas sociales introducidas en los últimos años. El odio de clase existente contra la extensión de derechos de los gobiernos de hegemonía petista hoy está reformulado en una idea aceptable para la clase media: «¡basta de corrupción!». Porque nadie puede defender públicamente que está contra los derechos, pero sí contra la corrupción. En este punto, las denuncias de corrupción del moralismo y el odio de clase se juntan. Sin embargo, hay un punto donde se podría pensar que al PSDB le conviene perder estas elecciones, porque si el PT ha tenido problemas para administrar un país donde entran en tensión, como señala Lincoln Secco, las expectativas de movilidad social y las realizaciones efectivas, habría que imaginarse las tensiones que los tucanos, con su visión conservadora del gasto social y el PT como oposición en la calle, podrían experimentar en un contexto de bajo crecimiento como el actual. La disputa es compleja: se trata de ver quien es capaz de encarnar mejor el «cambio», en agenda luego de las manifestaciones de 2013, pero también el orden, asociado a la recuperación del crecimiento y la baja de la inflación en la economía, a la problemática de inseguridad, así como al tema de la corrupción.
Ariel Goldstein. Becario del Conicet en el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC).
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