Las Grandes Cadenas de Distribución: El neoliberalismo oculto en nuestra vida cotidiana. Una acción rutinaria como esperar el transporte público, puede terminar dando elementos para analizar las transformaciones culturales producidas por la presencia de Grandes Superficies y Cadenas de Supermercados: Los buses y busetas no indican su transitar por barrios y calles, sino que sus […]
Las Grandes Cadenas de Distribución: El neoliberalismo oculto en nuestra vida cotidiana.
Una acción rutinaria como esperar el transporte público, puede terminar dando elementos para analizar las transformaciones culturales producidas por la presencia de Grandes Superficies y Cadenas de Supermercados: Los buses y busetas no indican su transitar por barrios y calles, sino que sus rutas señalan si pasan por frente a un almacén de la cadena Carrefour o Éxito, por ejemplo.
Otro elemento interesante tiene que ver con las transformaciones en el lenguaje y los significados dados a las palabras. En Bogotá, es normal referirse al dueño del minimercado de barrio o al tendero con la expresión «vecino», con lo cual se identifica a esta persona como parte del entorno más próximo y cotidiano, habitante del barrio, de la cuadra, etc., con un aire de familiaridad si se quiere. Como parte de su proceso de expansión el grupo Éxito ha venido implementando los supermercados «Éxito Vecino», modelo con un tamaño mucho menor al de los grandes almacenes y que tiene por finalidad hacerse a los clientes de localidades y sectores no centrales o cercanos a una gran superficie de dicha compañía.
No sólo se transforma la cultura, sino que el espacio social se define en función de estos supermercados (frente a…, detrás de…, una cuadra después de…, etc), urbanizaciones y ciudadelas se edifican entorno a un almacén, llevando a que incluso se pueda decir que la comercialización por medio de grandes superficies no sólo define lo que comemos, sino también define las construcciones territoriales de nuestras ciudades.
Esta invasión de las grandes cadenas de distribución (en sus múltiples formatos), se presenta como la implementación de un modelo de comercialización de productos, especialmente alimentos, que operan bajo las reglas del sistema capitalista neoliberal y globalizado, con características de oligopolio y monopsonio, haciendo del derecho a la alimentación un lucrativo negocio.
La maximización de las ganancias de un modelo neoliberal de comercialización de alimentos: Algunos casos emblemáticos.
La revista Fortune 500 publicó a principios de año el listado de las empresas norteamericanas que registraron, a nivel mundial, mayores ventas durante el 20091. El primer lugar lo ocupó la gigante de las tiendas Wal-Mart Stores, cuyas ventas llegaron a los 408.214 millones de dólares, superando a empresas como Exxon Mobile, AT&T, Ford Motors y el City Group. El año anterior2, esta compañía había ocupado el segundo lugar, con 405.507 millones de dólares.
Wal-Mart Stores se presenta como el caso emblemático a nivel mundial de las jugosas ganancias que, para las grandes empresas, deja la venta de alimentos y otros productos básicos al por menor. Pero no es la única compañía que se lucra de los alimentos. Otras que se encuentran bien situadas en la clasificación de Fortune 500 son: JP Morgan Chase3, Berkshire Hathaway4, Kraft Foods, PepsiCo, Coca-Cola, y Tyson Foods.
La multinacional estaría próxima a llegar a Colombia y cuenta ya con marcas registradas en el país (como Sam’s Club). Esto hace pensar que se profundizaría en nuestra nación un modelo nocivo para la cadena de producción, distribución y comercialización de alimentos.
El otro caso paradigmático de la distribución de alimentos lo constituye el gigante francés Carrefour, empresa con presencia en más de 30 países, que se presenta como la segunda de mayor importancia en el sector a nivel mundial y como la número uno en Europa. Las ventas del año 2009 a nivel mundial de Carrefour estuvieron en el orden de los € 85,963 M. Éstas se dieron un 43% en Francia, un 35,7% en el resto de Europa y 13,7% en Latinoamérica, siendo los hipermercados los que concentraron un 62,1% de la ganancia anual. En segundo lugar estuvo el formato supermercado con un 21,5%5. En España, Carrefour concentra el 23,7% de la distribución de alimentos, es decir, prácticamente controla uno de cada cuatro alimentos que se compran en este país6; en Francia, se destaca el hecho de que junto con otras cuatro empresas, controlan el 90% de la comercialización de productos alimenticios7. En Colombia, en algo más de una década de su llegada (1997), Carrefour ha abierto más de 60 tiendas en 33 ciudades de 18 departamentos.
A nivel nacional, Gonzalo Restrepo López, presidente de Almacenes Éxito, señala que el 70% de sus ventas son alimentos. En el 2009, Éxito fue la tercera mejor compañía del país. Esta cadena de distribución en prácticamente diez años ha tenido cambios significativos. Específicamente son resaltables la adquisición del 25% de las acciones de Almacenes Éxito por la francesa Casino, en 1999; la obtención por parte de Éxito de la mayoría accionaria de Cadenalco SA, en 1999, y la posterior fusión en 2001; en 2006 la apropiación de la mayoría accionaria de Carulla – Vivero; y a partir de ese año, la expansión adelantada a nivel nacional, no sólo bajo la denominación Éxito, sino mediante los almacenes Carulla, y Surtimax, abriendo los tradicionales hipermercados, pero también por medio de formatos de «minimercado» y pequeños almacenes en sectores más populares (que serían los Éxito Vecino, Carulla Express y Surtimax)8.
Actualmente, el Grupo Casino, de Francia, es dueño de más del 62% de Almacenes Éxito, siendo en el país su principal competencia el otro francés, Carrefour. Entre estos dos gigantes y Wal-Mart se estarían disputando prácticamente el mercado nacional de alimentos, lo que deja en entredicho la seguridad y soberanía alimentaria de los colombianos.
Hambre y modelo capitalista agroalimentario.
Como se ha mostrado, la comercialización de alimentos mediante el modelo de grandes cadenas y sus formatos adjuntos es un negocio rentable a escala planetaria, que encuentra soporte fundamental en la aplicación indiscriminada de las políticas neoliberales a la agricultura y la alimentación. Esta lógica capitalista agroalimentaria ha tenido relación directa con la llamada crisis alimentaria evidenciada entre el 2006 y el 2008, y de la que hasta ahora el mundo no se ha recuperado. Principalmente ha sido el modelo agroalimentario, enmarcado dentro de un modelo económico capitalista, el responsable del hambre en el mundo.
Efectivamente, lo anterior ha sido constatado por la misma FAO, organismo que ha señalado que el hambre en el planeta iba en aumento mucho antes de la crisis alimentaria: Desde el año de 1995 ha crecido constantemente el número de personas subnutridas en el planeta, coincidiendo con el despliegue global del neoliberalismo, encontrando su pico más alto en el 2009, con 1.020 millones de personas. El hambre ha tenido como origen, no la disminución de las cosechas, mucho menos reducciones en la producción de alimentos9, sino la imposibilidad de acceder a ellos como consecuencia de sus precios, del desempleo y la pobreza mundial.
En el caso nacional, diferentes estudios respaldan la incidencia de las condiciones económicas sobre las condiciones alimenticias y la posibilidad de adquisición de alimentos nutritivos y suficientes. Tal es el caso de Bogotá, donde la Encuesta Social Longitudinal de Fedesarrollo, de 2008, indica que en un 41% de los hogares encuestados faltó dinero la semana inmediatamente anterior para la compra de alimentos10. Por su parte, la Encuesta de Calidad de Vida – Bogotá 2007, al preguntar en cuáles hogares por falta de dinero algún miembro no consumió ninguna de las tres comidas uno o más días de la semana, obtuvo como respuesta que esta situación se presentó en un 6,5% de los hogares. Pero la cifra anterior casi se duplica en localidades como Ciudad Bolívar (12,4%) y Santa Fe (12,7%).
Para el año 2009, la Encuesta de Percepción «Bogotá cómo vamos», reveló que en el 8% de los hogares bogotanos algún miembro no consume alguna de las tres comidas diarias (desayuno, almuerzo y comida) por la falta de ingresos suficientes para acceder a los alimentos. De este total, en el 10% de los hogares algún miembro no consumió ninguna de estas tres comidas. De otra parte, la Encuesta de Bienestar y Seguridad Económica realizada por la Veeduría Distrital en mayo de 2009, afirma que en tres de cada diez hogares bogotanos hay al menos un miembro de la familia que se acuesta sin desayunar, sin almorzar o sin comer durante el día, señalándose como razón la falta de dinero. La misma encuesta señala que en el 37 por ciento de las familias algún integrante «muchas veces» o «pocas veces» dejó de comer un alimento en el día por falta de dinero11.
En síntesis, se puede observar que la garantía del derecho a la alimentación va de la mano con la capacidad para adquirir los alimentos, aclarando que entre mayor sea el número de intermediarios y mayor sea el monopolio de acopio y distribución, los productos tendrán mayores costos y los intermediarios tendrán mayores rentas de la venta de los mismos.
Cómo hacer dinero distribuyendo alimentos.
Una de las formas más evidentes para generar mayores ganancias en la distribución de alimentos tiene que ver con ampliar el margen entre el precio de compra al productor y el precio de venta al consumidor final. Las cifras sobre el pago y la ganancia obtenida por producto vendido en las GCDA varían entre países, regiones y empresas. Por ejemplo, en Europa, según señala Andoni García, «más del 60% del beneficio final se concentra en las grandes superficies. La media en que participamos como consumidores en lo que cobra el agricultor/a es del 27%»12.
Wal-Mart, es también un claro ejemplo de inequidad entre el precio de compra y el precio de venta, logrando muy buenas ganancias de los alimentos en los Estados Unidos, mediante la explotación al agricultor: «Wal-Mart toma 68 centavos de cada dólar por alimento vendido […] y 30 centavos lo gasta en publicidad, transporte y envoltura. El productor campesino recibe el resto de la ganancia: dos centavos por cada dólar»13.
En Bogotá, un consumidor paga $100 pesos por un alimento que fue comprado en $35 pesos al productor. Cuando las vendedoras son las grandes cadenas de distribución de alimentos, las ganancias de éstas pueden llegar al 43%, siendo generalmente las capas populares quienes más pagan por los alimentos.
Este tipo de asfixia comercial a productores y compradores de alimentos es la que actualmente se está imponiendo, con diversos matices, en el mercado global, siendo claramente perjudicial para las pequeñas economías, la agricultura familiar, la producción limpia y los círculos populares de comercialización de alimentos, definiendo también el qué comemos, por qué lo comemos, quién lo produce, cómo se produce y dónde se produce.
A la ganancia generada por el margen entre precio de compra y el precio de venta, habría que añadir otras estrategias de las GCDA para aumentar la captación de recursos como son una política laboral interna precaria y superexplotadora de los empleados; la deslocalización de la producción de alimentos; y la competencia desleal contra sectores tradicionales de venta como las tiendas, los supermercados de barrio y las plazas de mercado.
La distribución y comercialización alimentaria en Bogotá.
A pesar de que los campesinos de Cundinamarca, Boyacá, Tolima y Meta proveen el 75% de las 2,8 millones de toneladas de alimentos que anualmente se consumen en Bogotá, lo anterior no significa que sean ellos quienes obtengan los mejores dividendos del negocio.
En efecto, la distribución y comercialización de alimentos se encuentra centrada en pocas manos. Los alimentos una vez salen del campo son acopiados principalmente en diez grandes bodegas pertenecientes a cadenas integradas de comercialización, las cuales corresponden a los almacenes Cadenalco (Almacenes Éxito), Cafam, Carulla (Almacenes Éxito), Tía, Alkosto, Olímpica, Makro, Carrefour, Colsubsidio y YEP; mientras que «Corabastos cumple la función mayorista para los pequeños y medianos comerciantes y transformadores»14.
Es en este escenario que se puede ver la figura de «embudo» que posee el proceso de producción, distribución y comercialización de alimentos: 2.000.000 de productores rurales anuales -> 1.846 intermediarios -> 4.800 agentes mayoristas -> 135.000 distribuidores minoristas -> 7.363.782 consumidores.
Las cifras muestran que en las tiendas, supermercados independientes y grandes cadenas, el 78% de las ventas corresponden a alimentos (seguido por productos de tocador y bebidas), y, aunque en la distribución de las ventas por canal comercial en el país los almacenes de cadena tienen un 23%, los supermercados independientes 21% y las tiendas 55%; las cifras de gasto (es decir la cantidad de dinero que quedan en cada canal) muestran que las familias con relación a sus ingresos consumen en los almacenes de cadena un 51%, en los supermercados independientes 25% y en las tiendas un 24%.
Si se mira el hábito de compra de los consumidores se tiene que para hacer el mercado completo se prefieren los almacenes de cadena, 52%; seguido por los supermercados de barrio (47%) y finalmente se encuentran las tiendas con un 13%. Para las compras diarias las preferidas son las tiendas, con un 66%, seguidas de los supermercados de barrio con 27%, y finalmente se encuentran los almacenes de cadena con un 5%. En cuanto a ajustes en el mercado se tienen cifras sin mayores diferencias: supermercados de barrio, 25%, almacenes de cadena, 21%, y tiendas 20%15.
Por otra parte, las plazas de mercado públicas venden tan solo el 0,88% del valor total mensual de los alimentos de Bogotá.
Un modelo alternativo de producción y consumo de alimentos.
Las propuestas hechas por las grandes superficies (básicamente los Carulla Express y los Éxito Express) para ampliar su cobertura y llegar a más consumidores, permiten ver que su objetivo es apropiarse también de las ventas y ganancias que obtienen hoy los pequeños supermercados y las tiendas de barrio, previéndose la generación de un oligopolio en manos de Casino, Carrefour y Wal-Mart, donde saldrán también perjudicados los campesinos y pequeños productores rurales, los consumidores urbanos y los pequeños comerciantes. Proyectándose también la generación de más hambre, desempleo y miseria, tanto en el campo como en las ciudades, en la profundización del modelo capitalista agroalimentario y la distribución neoliberal de alimentos en Colombia.
Sumada a esta expansión, se encuentran las políticas y programas como los tratados de libre comercio (con EEUU y la Unión Europea), la agenda interna de competitividad y productividad, el Programa de Transformación Productiva para el Sector Agropecuario y Agroindustrial, la legislación antieconomía campesina y proagroindustrial, que obligan a fortalecer procesos y a la construcción de alternativas en torno a la posibilidad de ejercer el derecho a la alimentación adecuada, la seguridad, la soberanía, la autonomía, la autosuficiencia y la autogestión alimentaria, especialmente apuntalando hacia procesos de producción, distribución y comercialización de alimentos en condiciones de proximidad, diversidad y justeza.
Por ello se requieren propuestas organizativas del campesinado, asociaciones de consumidores, redes de productores y consumidores (tendientes a construir una relación directa entre el agricultor y el consumidor), que denuncien la situación de las GCDA, el abuso que cometen con agricultores, empleados y consumidores, la complicidad de los gobiernos y administraciones, pero sobre todo, que identifiquen en la GCDA un modelo capitalista de alimentación, que profundiza el hambre y la pobreza, y que luchen por la implementación de un modelo alternativo de producción y consumo de alimentos, dentro de un marco de lucha por un modelo económico y de sociedad diferente, diametralmente diferente al que se impone desde el capital, las transnacionales y el gobierno colombiano.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.