(En la gran conferencia de economía de principios de enero, hablé en un panel virtual en respuesta a la exposición de Michael Hudson. El trabajo que expuso no está todavía disponible, pero ha argumentado de manera parecida aquí y aquí. Mis comentarios estaban dirigidos al trabajo que presentaba, pero son también una respuesta a una discusión más general sobre la financiarización. Una versión de este post será publicada en el siguiente número de la Review of Radical Polical Econoimcs)
Michael Hudson argumenta que la anterior era del capitalismo industrial ha dado paso a una nueva forma de capitalismo financiero. A diferencia de los capitalistas de la época de Marx, explica, el capitalismo financiero reclama su parte de la plusvalía extrayendo pago de intereses o rentas económicas en general. Estos nuevos capitalistas financieros se parecen a los terratenientes y otras élites no capitalistas cuya búsqueda de la riqueza privada no hace nada por el desarrollo de las fuerzas de producción, la extensión de la división social del trabajo o el allanamiento del camino hacia el socialismo.
Desde una perspectiva histórica, el carácter progresivo del capitalismo proviene de tres dimensiones en las cuales los capitalistas se diferencian de otras élites sociales. Primero, los capitalistas no reclaman simplemente la plusvalía de la producción, sino que también controlan el proceso mismo de producción; segundo, no utilizan la plusvalía directamente sino que tienen que realizarla vendiéndola en un mercado; y tercero, a diferencia de la mayoría de elites que adquieren su estatus de manera hereditaria o por algún proceso político similar, la perenne existencia de los capitalistas como capitalistas depende de su habilidad para generar una suma de ingreso monetario suficientemente grande que permita adquirir nuevos medios de producción. Es decir, los capitalistas están bajo constante presión para reducir costes a través del progreso tecnológico del proceso de producción. En algunos casos la presión de reducir los costes de producción puede llevar a los capitalistas a apoyar medidas para la socialización de los costes de reproducción de la fuerza de trabajo mediante políticas de apoyo a la educación pública o la provisión de infraestructuras y otros servicios públicos.