En estos días comienza a exhibirse en toda Escandinavia la película «El clavel negro» (Svarta nejlikan), un largometraje de ficción sobre el embajador sueco Harald Edelstam, quien se desempeñara en Chile durante el gobierno de Salvador Allende y que luego del golpe de estado de 1973 asumiera una valiente actitud solidaria salvando la vida […]
En estos días comienza a exhibirse en toda Escandinavia la película «El clavel negro» (Svarta nejlikan), un largometraje de ficción sobre el embajador sueco Harald Edelstam, quien se desempeñara en Chile durante el gobierno de Salvador Allende y que luego del golpe de estado de 1973 asumiera una valiente actitud solidaria salvando la vida de miles de personas perseguidas o apresadas por la dictadura de Augusto Pinochet y también silenciosamente ayudando a la resistencia armada.
La película de más de una hora de duración ha sido dirigida por el director sueco Ulf Hultberg, quien además es co-productor de la misma junto a Åsa Faringer, con quien ha desarrollado anteriormente otros filmes con temáticas referidas a América Latina, (en otras La hija del puma, 1994 y Street love, 2000).
Rodada casi en su totalidad en Santiago de Chile durante 2005, «El clavel negro» tiene en el papel del embajador Edelstam al reconocido actor sueco Michael Nyqvist y a un elenco internacional que integran los actores mexicanos Kate del Castillo, Lumi Cavazos y Daniel Giménez-Cacho; los chilenos Christian Campos, Luis Gnecco, Ramón Núñez, Pedro Vicuña, Edgardo Bruna y Gabriela Aguilera entre otros; la sueca Lisa Werlinder; el actor danés Carsten Norgaard y el norteamericano Patrick Bergin. Para poder realizar la película Hultberg y Faringer tuvieron que luchar contra múltiples dificultades entre otras el tener que recurrir a diferentes financiadores internacionales de México, España y Dinamarca.
Edelstam, un héroe que Suecia desconoce
Harald Edelstam nació en 1937 en una familia con antecedentes en la nobleza y fue reclutado siendo muy joven por la diplomacia sueca, primero para el servicio consular. Durante la segunda guerra mundial se desempeñó en las representaciones diplomáticas suecas de Oslo y Berlín. Su sobrenombre de «Clavel negro» se lo ganó en Noruega ocupada por los nazis cuando por iniciativa propia se ocupó de colaborar con la resistencia y ayudar a salvar judíos.
Posteriormente ocupó una secretaría en la Cancillería sueca, siendo designado en 1958 consejero de la Embajada de Suecia en Viena. Luego en los años 60 durante uno de los más trágicos periodos del país fue nombrado embajador en Indonesia y Guatemala. En el país centroamericano Edelstam estableció una estrecha relación con las fuerzas opositoras a la sanguinaria dictadura militar pro norteamericana de la época y con figuras políticas como el posteriormente asesinado líder guerrillero César Montes.
En 1972 el gobierno de Olof Palme lo designa embajador en Chile, manteniendo Edelstam un claro compromiso y simpatía por el proceso popular que había iniciado el gobierno del presidente Salvador Allende.
Cuando se produce el golpe de estado de Pinochet en septiembre de 1973, Harald Edelstam comienza una instantánea labor de ayuda a cientos perseguidos políticos chilenos y exiliados latinoamericanos, abriendo las puertas de la Embajada de Suecia y asumiendo la representación de los intereses diplomáticos de Cuba -país con el cual la dictadura militar rompe relaciones- dedicando días y noches en salvar vidas y darles refugio en ambas sedes diplomáticas, al tiempo de convencer y presionar a otros colegas del cuerpo diplomático extranjero de la necesidad de que también abrieran sus embajadas para refugiar a más personas en peligro de vida.
Se calcula que Edelstam en esos pocos meses que van de septiembre a diciembre, cuando la dictadura lo declara persona non grata y lo expulsan del país, le salvó la vida a más de mil personas, entre ellas a una cincuentena de exiliados uruguayos que estaban prisioneros en el Estadio Nacional y que seguramente sin su mediación hubieran sido fusilados o desaparecidos.
Pero no fue eso solo lo que hizo Edelstam, fue más allá de lo que le marcaba formalmente su función, creyó necesario además usar su inmunidad diplomática para ayudar a la resistencia popular chilena contra la brutal dictadura que había derrocado a un gobierno elegido por el voto mayoritario de sus ciudadanos.
La intensa actividad desplegada por el embajador Edelstam como es obvio desató la ira de los militares fascistas, pero también una sorda oposición en el mismo Ministerio de Relaciones Exteriores en Suecia, donde consideraron que él ponía en «riesgo los intereses del país actuando en forma poco diplomática». Al punto que indagaciones hechas por el propio director de la película Ulf Hultberg, revela que Edelstam a su regreso de Chile fue conscientemente menospreciado por sus colegas de la Cancillería. Lo que motivó que durante un tiempo no fuera designado para otro país, finalmente se le nombró embajador en Argelia, un cargo que nadie quería aceptar.
Quienes fuimos testigos de esos valientes y temerarios días de Harald en Santiago de Chile y a quien le debemos habernos salvado la vida, siempre seguirá siendo inexcusable el manto de olvido que hasta ahora ha cubierto su figura y el poco reconocimiento público que en vida -como tampoco después de su fallecimiento en 1989- se le ha concedido a este héroe contemporáneo de Suecia.
Recuerdo sí que a su regreso de Chile tras su expulsión, los exiliados políticos fuimos casi los únicos junto a los Chile kommitté quienes lo recibimos para agradecerle con múltiples actos realizados en los campamentos de refugiados. El otro merecido homenaje que Harald recibió en vida, se lo dio el gobierno y pueblo de Cuba cuando le invitaron para que estuviera presente en un gigantesco acto en solidaridad con Chile y de homenaje a Allende realizado en La Habana en 1974.
En ese sentido, esta película tiene ese valor, el de sacar a Harald del olvido y mostrarlo en una dimensión histórica más allá de críticas que se le puedan hacer a la construcción del guión y a ciertos ingredientes melodramáticos o policíacos discutibles.
Un ejemplo de aquello por lo que un día Suecia se jugó
Para Ulf Hultberg la pregunta no es porqué hizo una película sobre la vida de Edelstam, sino porqué nadie lo se hizo antes.
-En la historia de Edelstam existen todos los elementos para hacer una película con desarrollo dramático y al mismo tiempo que haga pensar. En ese sentido la forma de «El clavel negro» es la de un thriller político, pero también trata de mostrar la compleja personalidad de Edelstam, sus propios fantasmas del pasado. Creo que Michael Nyqvist ha hecho un excelente trabajo actoral para esa reconstrucción de la personalidad de Edelstam, bastante diferente a los roles a los que estamos acostumbrados a verlo en otras películas, dice el director Hultberg.
Junto a conocidos y buenos actores de otros países, incluyendo Chile, contamos con la ayuda de más de mil extras chilenos para muchas escenas que rodamos en Santiago.
Fue muy emotivo para todos nosotros por ejemplo, filmar adentro mismo de los vestuarios del Estadio Nacional. Muchos de los baños y otros espacios usados como celdas están intactos desde entonces. Y no fue fácil estar allí sabiendo que aquellos recintos fueron justamente los lugares en donde dictadura torturó y asesinó a tantos.
La película se cierra con una entrevista televisiva de la época al propio Edelstam sobre su actuación como embajador en Chile. A mi pregunta de porqué no optó por el documental -género en el cual Ulf Hultberg tiene una larga experiencia- para hacer esta película sobre Edelstam, él me responde que la elección se debió al deseo de alcanzar un público mayor incluso a nivel internacional, también en haber optado por el inglés como idioma que en que está hablada la película.
– Otro aspecto importante para mí es, que tomar la historia de Edelstam es referirse también a Suecia y a su papel en el mundo. Algo que tiene mucha actualidad en la discusión y el debate de este momento pensando en los cambios que se han producido. La existencia de un diplomático del tipo de Edelstam es un buen ejemplo de la posición que Suecia tuvo internacionalmente, y que hoy se ha abandonado. Edelstam representa la solidaridad y el compromiso que había en los años 70 y 80, dice Hultberg.
Harald Edelstam es un gran olvidado en Suecia, ninguna plaqueta en la Cancillería que le recuerde, ninguna plaza o lugar público que lleve su nombre. En Chile país al que salvó a tantos una cátedra univesitaria en derechos humanos y una pequeña chapita de bronce le recuerdan. Sólo en Montevideo hay una plazuela que se llama Harald Edelstam, homenaje de los exiliados uruguayos que él en Chile salvó de la muerte.