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Hatoyama y el tsunami económico japonés

Fuentes: Rebelión

La actual crisis económica que padece Japón ha estremecido sus cimientos como lo hicieron las dos bombas atómicas que Estados Unidos lanzó en 1945 contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. La abrumadora victoria obtenida por el Partido Democrático Japonés (PDJ) y su candidato Yukio Hatoyama en las recientes elecciones, donde se registró la participación […]

La actual crisis económica que padece Japón ha estremecido sus cimientos como lo hicieron las dos bombas atómicas que Estados Unidos lanzó en 1945 contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki.

La abrumadora victoria obtenida por el Partido Democrático Japonés (PDJ) y su candidato Yukio Hatoyama en las recientes elecciones, donde se registró la participación más alta de votantes desde 1996, habla bien claro del cambio que desea la población del gigante asiático.

Desde finales de la Segunda Guerra Mundial y luego de más de medio siglo de hegemonía política del Partido Liberal Democrático (PLD), el opositor PDJ, de tendencia socialdemócrata, llega al poder ayudado por la crisis económica que estalló en 2007 en Estados Unidos (su principal socio comercial) y que se extendió con fuerza por el territorio japonés.

Con 308 escaños a su favor de los 408 de la Cámara de Representantes, Hatoyama, quien juramentó como primer ministro el pasado 16 de septiembre, enfrenta grandes retos en un país lleno de desafíos.

El PDJ deberá afrontar el rápido envejecimiento de la población, característica habitual de las naciones altamente desarrolladas, el galopante desempleo y la fuerte recesión padecida en el país durante los dos últimos años.

En el trimestre de octubre a diciembre de 2008, el PIB japonés se contrajo 12,7%, lo que significó su tercera reducción trimestral consecutiva y la mayor en 35 años, motivada por la caída de las exportaciones y el fuerte descenso de la demanda externa.

Estas cifras hicieron comentar al ministro de Economía y Política Fiscal del anterior gobierno, Kaoru Yasano, que el país asiático atravesaba la peor crisis económica desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Como los grandes aludes en las tierras gélidas, las transnacionales japonesas debieron recortar inversiones y plantillas, y pusieron al Gobierno en la disyuntiva de mejorar la situación con abultadas ayudas de emergencias.

Emporios empresariales como Toyota y Sony, ante las pérdidas arrastradas durante el último bienio, eliminaron miles de empleos con el consecuente golpe a la población y a la tradición empresarial nipona.

Ante el agudo panorama, el Gobierno otorgó un plan de rescate valorado en 112.000 millones de dólares pues no podía permitir que continuara la caída del PIB, (12,7 en el último trimestre de 2008 y 13,7 en el primero de 2009) catalogados como los peores desde 1945.

El PDJ llega al gobierno con cerca de un 6% de desempleo oficial (otras fuentes duplican esa cifra), la disminución de las exportaciones en 13% y un descenso notable en el nivel de vida de sus 128 millones de habitantes.

No obstante, en el trimestre abril-junio de 2009, impulsada por los estímulos gubernamentales, la economía inició una reanimación al crecer 3,7%. Aumentó la demanda externa de productos, se ha animado el consumo pero se mantienen los altos índices de desempleo y la falta de inversión, lo cual amenaza la recuperación.

En el plano interno, las erogaciones del gobierno que dieron lugar a rebajas en artículos electrodomésticos y automóviles ayudaron a la industria a disminuir sus excesos de inventario e iniciar nuevas producciones.

En el plano exterior, lejos de ser Estados Unidos y Europa, sus principales socios comerciales, los que impulsaron las recientes exportaciones niponas han sido las importaciones realizadas por China y otros países del sudeste asiático. Es decir, China principalmente ha sacado las castañas del fuego al industrializado Japón.

Hatoyama convenció a la población con promesas de reformar la Constitución, impulsar la economía con la reducción del 20% del gasto público, eliminar varios impuestos, luchar contra la corrupción que se extiende por el país y disminuir los índices de desempleo.

Dentro de sus propuestas se hallan la sanción de un subsidio a las familias con hijos en edad escolar por 3.500 dólares anuales y elevar las pensiones a los jubilados, que en Japón son numerosos.

Los esfuerzos del nuevo gobierno van encaminados también a no perder el segundo lugar entre los países con mayor economía del mundo, (después de Estados Unidos) y del cual lo intenta desplazar la República Popular China.

Si a finales de 2008, según el Fondo Monetario Internacional, el PIB de Japón era de 4.867 billones de dólares y el de China de 3.942 billones, con una diferencia de 985.000 millones, esa misma institución estima que en 2009 la cifra se reducirá a 597.000 millones, pues el primero llegaría a 5.027 billones y el segundo a 4.430 billones.

De continuar el empuje del gigante asiático, que para este año debe tener un crecimiento del PIB de 8%, y a su vez, Japón no encuentra realmente los caminos de la recuperación, Pekín pasará al segundo escalón económico mundial.

Los retos están planteados y la nación nipona espera que su flamante primer ministro Yukio Hatoyama logre sortearlos, pues China con un empuje sin igual parece decirle: No van lejos los de adelante si los de atrás corren bien.