Soplaban vientos neoliberales en Sudamérica, ningún gobierno se desmarcaba del «Consenso de Washington», de esas políticas de ajuste dictadas por el Fondo Monetario Internacional: disciplina fiscal, liberalización financiera y comercial, desregulación de los mercados, apertura a las inversiones extranjeras, privatización de las empresas públicas, flexibilización laboral. Como un relámpago en noche cerrada, en febrero […]
Soplaban vientos neoliberales en Sudamérica, ningún gobierno se desmarcaba del «Consenso de Washington», de esas políticas de ajuste dictadas por el Fondo Monetario Internacional: disciplina fiscal, liberalización financiera y comercial, desregulación de los mercados, apertura a las inversiones extranjeras, privatización de las empresas públicas, flexibilización laboral.
Como un relámpago en noche cerrada, en febrero de 1989 ocurrió el «Caracazo», una enorme movilización desde las barriadas más pobres de Caracas, cuyos pobladores asaltaron centros comerciales y de abastecimiento, en respuesta a un «Paquete Económico» del gobierno de Carlos Andrés Pérez, que incrementaba los precios de los servicios y productos de primera necesidad, recortando al mismo tiempo los presupuestos de la salud y educación públicas. La poblada sólo pudo ser sometida con la fuerza militar, que dejó centenares de muertos en las calles. Pero nada volvió a ser lo mismo en Venezuela.
En 1992 se habla por vez primera de Hugo Chávez Frías, alzado en armas contra el mismo Pérez. El discurso nacionalista antineoliberal del teniente coronel comenzó a llamar la atención del pueblo. Surgía así un nuevo tipo de liderazgo plebeyo con rasgos interculturales que el mismo Chávez reconocía con orgullo: «provengo de raíces indias, negras y blancas». Este liderazgo plebeyo portaba un proyecto político orientado a reformas radicales por la vía de la movilización del pueblo. Era una nueva izquierda, contra la que no había receta.
Proceso Constituyente y socialismo
Convertido en un fenómeno electoral, el año 1999 Chávez asumió la presidencia juramentando sobre una «moribunda constitución» y anunció la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, que fue elegida por voto el año 2000. Las transformaciones políticas, económicas y sociales gestadas por este proceso constituyente no sólo impactaron en Venezuela, también se irradiaron hacia Ecuador y Bolivia, que efectuaron años después sus respectivas Constituyentes. Estos procesos en Sudamérica tuvieron ese contenido que el sociólogo portugués Boaventura de Sousa señaló como propio de las «democracias de alta intensidad».
El proyecto de Chávez, inicialmente nacionalista con génesis en el pensamiento bolivariano comenzó a tornarse socialista luego de la aprobación el año 2001 de la nueva Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. No faltaron quienes equivocadamente atribuyeron esto a su acercamiento a Fidel Castro; en realidad era la transición lógica desde las reformas democráticas que modificaron estructuralmente la correlación de fuerzas sociales, hacia un programa de Democracia Revolucionaria orientado a profundizar las transformaciones económicas y estatales. Esto era intolerable para la oligarquía venezolana y para los intereses estadounidenses en la región.
El golpe de Estado de abril de 2002 logró derrocar a Chávez por 2 días. Pero los golpistas fueron derrotados por las multitudes movilizadas y por la lealtad de la mayor parte del ejército. Perdida la iniciativa estratégica, la contrarrevolución declaró en diciembre del mismo año un sabotaje empresarial y petrolero que terminó en un rotundo fracaso.
Estas victorias populares consolidaron el rumbo revolucionario y desde entonces Chávez comenzó a hablar de «Socialismo del siglo XXI». En el Foro Social Mundial de Porto Alegre (Brasil) de 2005, proclamó abiertamente su planteamiento de un nuevo socialismo remarcando que no debía ser sólo estatismo y que tenía que basarse en la construcción del poder social y productivo del pueblo. Era un intento por superar las experiencias fallidas de los «socialismos de Estado» que concluyeron con el colapso de la Unión Soviética.
Internacionalismo e Integración
Catapultado por sus éxitos políticos y habiendo nacionalizado gran parte de la industria petrolera bajo control de la refundada estatal PDVSA, Chávez se proyectó como líder internacional. A fines de 2004 se conformó la «Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América» (ALBA), inicialmente entre Cuba y Venezuela, a los que luego se sumaron Bolivia, Nicaragua, Ecuador y varios pequeños países caribeños. Nació como un bloque de gobiernos antiimperialistas, al que estuvo a punto de incorporarse Honduras el 2009. La defenestración del presidente hondureño Manuel Zelaya impidió tal cosa, por lo que fue acertada la frase pronunciada entonces por Chávez: «este fue un golpe del imperio contra el ALBA».
El ALBA tuvo y tiene marcada incidencia en Latinoamérica, acelerando los procesos de integración que llevaron a la conformación el 2008 de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y tres años después a la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) precisamente en Caracas.
Excepcional aporte el de Chávez a la conformación de la CELAC, fue su mayor acierto y logro en la arena internacional, que le permitió a Cuba -luego de 50 años- retornar a un foro hemisférico sin presencia ni injerencia norteamericana. Sólo por esta hazaña, el mayor respaldo continental a la revolución cubana, el hombre de Barinas ya tiene ganado un lugar destacado en la historia contemporánea.
Como también le será reconocido el apoyo económico y energético que brindó Venezuela a otros países, o los programas de ayuda en educación, salud y vivienda. Chávez llevó a sus cotas más elevadas el internacionalismo revolucionario desde los principios de solidaridad y complementariedad entre los pueblos.
Partido y liderazgo
La unidad de las fuerzas revolucionarias desembocó el año 2007 en la fundación del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV). Hoy este partido ha ganado democráticamente casi todas las Gobernaciones estaduales y tiene una cómoda mayoría en la Asamblea Nacional (Parlamento) de Venezuela. Por esta estructura política se puede vislumbrar con optimismo el futuro del ideario chavista.
Pero había una tarea pendiente: proyectar un nuevo liderazgo. Hugo Chávez, en un admirable gesto que antepuso su responsabilidad histórica a la gravedad de su enfermedad, pidió en su último mensaje al pueblo venezolano apoyar a Nicolás Maduro y elegirlo como nuevo presidente. La posta recae así en un hombre de ideología revolucionaria que en el cumplimiento de altas responsabilidades no ha olvidado sus orígenes humildes. En cuanto a su querida Patria Grande Chávez puede irse tranquilo, que ahora soplan vientos de liberación de los pueblos, esos pueblos que rinden homenaje al hombre que luchó toda su vida.
El autor fue Ministro de Gobierno de Evo Morales durante 2006 al 2009
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