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Algunos apuntes sobre "La señorita B", de Ramón Nieto

Hay libros prohibidos que nos hablan

Fuentes: Rebelión

Los libros desaparecen porque no resultan importantes o porque se prohíben. De esos dos grupos, el de aquellos que se prohíben contiene a su vez algunos libros necesarios, son libros representativos de nuestra cultura y de nuestra Historia. Vuelven a la luz pasado ese tiempo de desgracia, los lectores los encuentran y debido a ese interés resisten con un motivo más. Dejaron atrás la persecución política. Esos libros que fueron prohibidos, que fueron dados por muertos y sin embargo están vivos, hablan de un modo particular sobre nosotros, nos hablan a nosotros

La Señorita B, novela de Ramón Nieto, fue secuestrada por encargo de la censura franquista en 1971. La censura, cuyo nombre eufemístico era «Servicio de Orientación Bibliográfica», era fundamentalmente arbitraria, no había código al que atenerse, dependía del humor que el censor tuviese ese día, y, dependía también, de las corrientes de poder dentro del gobierno dictatorial. Además, la censura se hacía de forma anónima, no se sabía quienes eran los censores, los textos se devolvían con tachaduras en rojo y la indicación: «Síganse las instrucciones del texto adjunto».

La edición de La Señorita B coincidió con la puesta en práctica de la Ley Fraga, Ley de Prensa. Dedicado a ordenar que se apalease a los manifestaciones antifranquistas, Fraga gritaba «la calle es mía», afirmación muy contestada. Era el mismo Fraga que ahora dice que se va a morir sin usar un condón, ¿quién le va a discutir tal cosa, a quién le importa? Pero en aquel entonces Ramón Nieto, con La Señorita B, buscaba a través de metáforas y otras claves pasar la censura y que el lector interpretase. No pudo ser, el libro fuese secuestrado. El autor y el libro, ¿?, fueron procesados por el Tribunal de Orden Público (TOP). Sentencia: cárcel para el autor y guillotina para el libro. «Inutilícese el material ocupado», así finalizaba el escrito del TOP. Destruyeron aquellos volúmenes. La novela salió censurada en 1974. En 1971, lo que había parecido un asomo pequeñísimo de libertad se veía cercenado.

La Señorita B, B de Belenos, nombre de la Península que Ramón Nieto halló en documentos que tratan de sus primeros habitantes, llevaba en su título una primera dificultad, la más pequeña, pero si era pequeña, la mente del vigilante era infinitamente oscura; el censor le dijo a Ramón Nieto que la B tenía que quitarla porque estaba seguro de que en esa B había algo subversivo. El censor de la «B» le dijo a Ramón Nieto como conclusión: «Vds. los delincuentes políticos no tienen solución, porque aunque pasasen 30 años en la cárcel no se arrepentirían». ¿Podemos pasar sin hacer comentario alguno?

Aquellos ejemplares de La Señorita B fueron secuestrados y condenados a ser destruidos, pero no por eso se hizo desaparecer la novela. Ahora, 30 años después, quizás esos años de condena a los que aludía el represor, La Señorita B ha sido felizmente reeditada en su totalidad, sin censuras. Pocas veces ocurre que una novela con esta historia cruce el tiempo, como un Guadiana, nos busque de nuevo a los lectores, y se pose limpia en nuestras manos. Leerla, hace falta leerla.

La Señorita B es el símbolo de la España que desde los cuatro puntos cardinales es contemplada por cuatro grupos sociales distintos: en el Norte-Arriba habita la aristocracia, al Sur-Abajo está el pueblo trabajador, al Este-Derecha los afectos al régimen, y al Oeste-Izquierda la izquierda burguesa. El autor los hace rotar y escuchamos sus conversaciones, vemos lo que contienen sus puntos de vista sobre lo íntimo y lo público, los tonos y los modos que los representan desenvolviéndose en el franquismo; exposición magistral. Emplea una estructura de bloques; cada bloque son cuatro intervenciones que son los cuatro puntos cardinales.

Son intervenciones simultáneas y equivalen en tiempo a una hora, la novela transcurre en 12 horas. Rompe con las formas clásicas al abandonar los capítulos, su organización interna y su propósito de mantener expectante al lector por medio de un resumen, una descripción o una situación intrigante. Llama a la participación del lector por medio de esa forma rotatoria que se aparta de la linealidad y que instaura el momento igual para todos los personajes. Sólo un personaje se encuentra desorientado, un hombre que no forma parte de ningún grupo, llega a esa tierra con el fin de levantar una fábrica e intenta relacionarse con las clases altas y las gentes del gobierno, le admiten entre ellos, es un tipo curioso, llama la atención, viene del extranjero, pero cuando se enteran de que quiere industrializar, darles alguna preocupación, producir algún cambio que les haría conocer otras formas de vida, le repudian, le aíslan, y se ve marginado y teniendo que abandonar su propósito. ¿Con quién les ha confundido éste caballero? Trabajar es cosa de las clases bajas, está mal visto, no se debe hacer, como tampoco se debe invertir, producir, aprender, aspirar a algo desconocido, extraño, de fuera, extranjero, está mal visto cualquier cambio, la sombra del medioevo, que permanece, se estremece.

La novela de Ramón Nieto La Señorita B, atraviesa un momento crucial de la Historia de España, el momento en el que se está negando el pasado nefasto y, el momento en el que se vislumbra una nueva posibilidad, en el futuro, para los habitantes de esa tierra que en su tiempo se llamaba Belenos. Los nombres del protagonista de cada grupo significan todos Santiago, que es el patrón de España. Luego, tanto Belenos, como la Señorita B, como el nombre de los protagonistas de cada grupo social tienen que ver con España. La novela lleva dentro un fuerte componente de realismo social, sustento de su argumentación: la dureza de las condiciones de trabajo y vida de las clases trabajadoras, la violencia en las comisarías sobre los que participan en una huelga y, la postura de los restantes sectores sociales.

El lenguaje es muestra de actitud ante la vida: Norte-Arriba-Palacio, la aristocracia dice: «… ¿qué pasó? hasta aquí hemos vivido sin necesidad de trabajar ninguno». Sur-Abajo-Pueblo emplea un lenguaje directo, práctico: «-¿Sabes que han soltado a Sotero ya Amalio? -Lástima. -A Amalio le han zurrado bien. -No haberse metido. Y tú prepárate y vete haciéndote el fuerte, que un día te tocará. -Le han roto una costilla de una patada. -Mientras cura quien sabe si le vendrá el juicio. Hay quienes no matan a patadas, sino a disgustos. -Concha, mujer.» En otro momento: «-Yo conozco al tal Fermín. Es quien denunció a Sotero y Jorge. – Cierra el pico. No me fío del cura. … De don Sebastián si sé que entregó listas de obreros que no iban a misa y que se negó a dar buenos informes de mucha gente que los necesitaba para seguir viva. Pero este cura, como todos los nuevos de ahora esta más dispuesto a ir a la cárcel con nosotros que a denunciarnos. Por eso tiene esa cara de higo paso.» Y es que la iglesia formó parte del fascismo como agente principal que imponía condiciones de vida y comportamientos y además era dueña de grandes parcelas de poder económico. Su unidad con el fascismo llegaba a hacerla pública hasta en la fabricación de monedas en las que Franco aparecía bajo la inscripción «Generalísimo por la gracia de Dios», título que los Papas dieron a las monarquías que se unieron a ellos en el concilio de Trento. Con ello se atribuía descendencia divina a los monarcas así como a su orden social, inamovible por haberlo instituido el descendiente directo de Dios.

En el periodo de decadencia del franquismo también hubo curas, pocos, que se pusieron de parte de los trabajadores. Este-Derecha-Gimnasio habla de forma grandilocuente, mezcla lo religioso con lo militar y altera el orden de los vocablos para conseguir pomposidad, sonidos huecos y palabras ininteligibles; en este caso Ramón Nieto se extrañó al ver que el censor no había tachado nada, cuando la ironía y la burla imperan en su caracterización, y es que los censores eran tan del régimen, se sentían tan identificados con ese lenguaje que no encontraban nada extraño en la exposición que se hacía de ellos: «-Yago, esperamos tu consigna. – Sí, la consigna: ¿qué os parece «el liberalismo es el espejismo de los tibios»? – Muy bonita, pero muy clara: sería mejor decir que «el liberalismo es el tibismo de los espejios». En otro momento: «-Levantad la vista, mortales, que ha pasado la ira de Jehová. El trisagio, los nueve primeros viernes, los siete dolores de nuestra señora, los cinco primeros sábados de Fátima, las catorce estaciones del vía crucis, las flores de maría,…» Más adelante: «-… decididos a dar cuanto tenemos por la gloria inmarchitable de salvaguardar el legado sacrosanto de la fe en la pureza de una comunión con la esencia de unos valores extraídos de la íntima fe en la pureza de la esencia de una gloria emanada de la comunión con la salvaguarda de unos valores…» En otro momento: «- …Ya sé que a ti no te hacen gracia los artistas, pero LOS NECESITAMOS. De ellos salen quienes maravillan a las gentes y les hacen creer que existen mundos mejores que éste. Son molestos, lo sé, pero es más fácil controlar a un intelectual que inventarse otro.»

Este asunto de los intelectuales colaboracionistas, como chivatos de la policía política o como censores, entre los que se encontraban Cela, o Martín de Riquer, que lo reconoció no hace mucho, este asunto, por ejemplo la carta, fragmentos de la carta, que Cela dirigió a la policía ofreciéndose como colaborador, así como los restantes que he mencionado y otros muchos, forman parte de la Historia y los podemos encontrar en un libro recientemente publicado, título: Disidencia y Subversión. La lucha del régimen franquista por su supervivencia, 1960-1975, autor Pere Ysás, editorial Crítica; incluye un informe de Rodolfo Martín Villa, entonces jefe nacional del Movimiento, organización estatal del régimen fascista. En ese informe, Rodolfo Martín Villa, después de hacer un análisis de la situación, con una frialdad que despeja dudas de la calidad humana del personaje, da listas de intelectuales que considera peligrosos, gentes del teatro, del cine, periodistas, escritores, filósofos, señala al conjunto social pues apunta a todo tipo de personas, desde los que se sitúan en lo más moderado, algunos que han pasado por las filas del régimen, hasta gentes de izquierda. Llama la atención la escrupulosa frialdad. Entre los denunciados figura Ramón Nieto.

Queda Oeste-Izquierda-Chalet: los leemos hablando francés en algún momento; por aquellos años en los centros de enseñanza se impartía el francés como segunda lengua, la pequeña burguesía empezaba a viajar al país vecino, también los emigrantes, aunque por motivos bien distintos. El caso es que el inglés no se había impuesto. Téngase en cuenta que EEUU empieza a ser imperio después de la primera mitad del siglo XX, tras la Segunda Guerra Mundial. También escuchamos a Oeste-Izquierda-Chalet comentando el ensayo de un «colega», dicen «ex -académico y ex -catedrático Gumersindo Giner: «¿Hay algo más infrahumano que obligar a creer?» Ese es el mayor sufrimiento para ellos, pero continúan: «La razón de ser de mi generación es el pesimismo». La burguesía es una negación ante la vida. Se les lee por dentro, subjetivismo, modernidad literaria con el ejercicio de un monólogo, recurso dramático empleado por los experimentalistas: «Gus le ha dicho a Emma que mira Santi que fresco se planta en el seto y no te deja mirar claro que la vecina es una vieja ni guapa ni nada si tuviera un caballo blanco vamos a jugar al látigo qué risa. …»

En la novela de Ramón Nieto los hijos de Este-Derecha-Gimnasio se separan de sus padres y comentan que han descubierto un almacén en el que sus padres ocultaban obras de arte, joyas y demás riquezas que pertenecen a Belenos, el territorio general en el que habitan los personajes. ¿Por qué la riqueza está en manos de esos pocos y escondida?

Finalmente, ante los gritos de Libertad y Democracia, que llegan de la calle con fuerza y van a cubrirlo todo por ser ya imparables, el fascista, abandonado por sus hijos, prefiere el suicidio para permanecer en su actitud inamovible. Desde Oeste-Izquierda-Chalet, se nos dice que los hijos de unos y otros son llamados por la Señorita B: «Venid, pudimos escuchar al viento, un silbido solo y la mano flotante de Ella que nos reclamaba con ansiedad -quería reunirnos- Venid, decía el viento- bajo el charco de luna y flores… Pero nosotros lo soñábamos.»

Llama a los jóvenes, a los que son futuro, que están dispuestos a acudir, pero a su vez es un sueño de Oeste-Izquierda-Chalet. En el ángulo Oeste, donde habita el profesor de izquierdas, se han reunido sus hijos con los hijos del pueblo, Sur-Abajo-Pueblo. La novela permanece abierta ahí. Ramón Nieto declara: «Como esto, en aquel momento, no pasaba de ser una utopía, uno de los niños pone el punto final con esta frase: «…Pero nosotros lo soñábamos», y así se deja al lector en libertad para creer o no en las utopías.

La Señorita B, una novela que no podemos dejar sin leer, que lleva dentro corrientes literarias, que remueve el género novelístico, que es trasgresora y vanguardista en la historia de la literatura española, y que transcurre en el pasado inmediato de nuestra Historia, de cuyo conocimiento estamos tan necesitados.

  • Ramón Nieto
  • La Señorita B
  • Editorial Dilema, Madrid, 2004, reedición