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¡Hay que profundizar la revolución! ¡Vota Chávez!

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Declaración del Buró Internacional de la IV Internacional Por doceava ocasión desde 1998, el pueblo de Venezuela tiene una cita con las urnas el próximo 3 de Diciembre. Por doceava vez, el pueblo venezolano tiene el reto de derrotar a la derecha de su país, que actúa como brazo electoral del imperialismo y pretende debilitar […]

Declaración del Buró Internacional de la IV Internacional

Por doceava ocasión desde 1998, el pueblo de Venezuela tiene una cita con las urnas el próximo 3 de Diciembre. Por doceava vez, el pueblo venezolano tiene el reto de derrotar a la derecha de su país, que actúa como brazo electoral del imperialismo y pretende debilitar el proceso en curso. He aquí pues una nueva oportunidad para poner de manifiesto que, a pesar de los límites de la acción del gobierno a favor de los trabajadores y trabajadoras y de la gente más pobre de Venezuela, a pesar del mantenimiento de una estructura estatal surgida de la democracia burguesa, Hugo Chávez sigue representando un puntal decisivo para el triunfo de este proceso revolucionario.

Vencer a la derecha imperialista

Zulia es la provincia que cuenta con los mayores recursos petrolíferos, está influenciada por los sectores separatistas y se ve cortejada por todas las fuerzas de la derecha venezolana y por el Departamento de Estado americano. Manuel Rosales, gobernador de dicha provincia, es el candidato genuino de una derecha obcecada en destruir todo aquello que el proceso revolucionario ha ido levantando desde 1998. Para esta derecha, las conquistas democráticas que el pueblo venezolano ha obtenido a través de su lucha – derrotando el golpe de estado de 2002, el boicot patronal del invierno 2002-2003, las múltiples tentativas de desestabilización armada y económica – deberían ser inmediatamente barridas para volver a una situación en que el Estado se encontraría estrictamente al servicio de las clases poseedoras.

No siempre hemos estado de acuerdo con Hugo Chávez en cuanto a determinadas opciones en materia de política internacional, donde se confundía a veces internacionalismo y diplomacia. Es el caso de los cheques en blanco firmados al gobierno de Bielorrusia, al gobierno iraní o al Partido Comunista chino. Desafiar al poder de los Estados Unidos no debería implicar que se presentara como progresistas a determinados gobiernos que actúan contra sus propios pueblos, aunque sea en el marco de una política internacional orientada a favorecer las exportaciones petrolíferas de Venezuela.

Sin embargo, esos desacuerdos no cuestionan en absoluto nuestro más decidido apoyo a numerosas tomas de posición del gobierno venezolano y a su línea de oposición sin concesiones al gobierno de los Estados Unidos. La reiterada oposición a las guerras imperialistas, la retirada del embajador venezolano en Israel para protestar contra la guerra en el Líbano, la denuncia de la intervención armada en Haití, la condena sin paliativos de la política de Tony Blair en Oriente Medio, el apoyo abierto a la izquierda latinoamericana, el activismo diplomático desplegado en África (Venezuela se ha convertido, junto a Cuba, en el país latinoamericano con mayor presencia en el continente africano) y en Oriente Medio han hecho de Chávez una de las figuras más destacadas de la lucha antiimperialista a nivel mundial. Una amplia victoria de Chavez supondría un llamamiento a las luchas en todo el continente. Sería, una vez más, la demostración fehaciente de que se pueden mantener posiciones intransigentes incluso desde la presidencia de un Estado.

Hacia una Venezuela socialista: favorecer la autoorganización, romper con el modelo capitalista .

En Venezuela, la situación sigue estando marcada por el desarrollo de un proceso revolucionario. Está planteada una batalla abierta entre dos corrientes. Por un lado, la de aquellos que consideran que lo más importante ya se hizo y que, de ahora en adelante, se trataría de gestionar el día a día de la mejor manera posible en el marco del capitalismo mundial realmente existente, buscando en él un hueco para Venezuela. Por otra parte, están los partidarios de una aceleración, de una profundización del proceso, que se ven apoyados muchas veces por el propio Chávez y que probablemente son mayoritarios en el país. Éstos consideran, por el contrario, que las conquistas democráticas y sociales alcanzadas constituyen tan sólo un primer paso hacia la consecución de ese objetivo designado como «el socialismo del siglo XXI». Una meta que la central sindical UNT explicita como «un socialismo sin burócratas, amos, ni latifundistas».

Los trabajadores y trabajadoras organizados en el seno de sus empresas desempeñan un papel cada vez más relevante en el proceso venezolano, uniéndose a la vanguardia que se organizó de forma autónoma en los barrios populares para resistir a la policía de la derecha, mejorar las condiciones de vida de la gente humilde e incluso gestionar directamente aquellos suburbios. La revuelta contra los burócratas incrustados en el aparato del Estado, tanto si proceden del régimen anterior como si se han instalado bajo el poder del bloque bolivariano, choca con numerosos obstáculos. Sin embargo, sigue avanzando bajo el empuje del movimiento sindical, del campesinado, de las comunidades populares, e incluso a través de las mismas contiendas electorales. Esa rebelión constituye un elemento esencial para el avance del proceso bolivariano.

Las luchas por la tierra, las movilizaciones cada vez más importantes de la gente pobre para obtener nuevos y mejores servicios públicos, para acceder a la sanidad, a la educación o, sencillamente, para disponer de un suministro de agua corriente; la aspiración a aproximar cuanto más mejor el poder respecto al pueblo… demuestran el alcance del proceso revolucionario y la disponibilidad de este pueblo para seguir peleando. Los sectores más combativos, agrupados en torno a la Unión Nacional de Trabajadores, de la central campesina Frente Ezequiel Zamora, de la Asociación Nacional de medios comunitarios libres… o a través de fuerzas políticas como el Partido Revolución y Socialismo, el Proyecto Nuestra América o la asociación estudiantil Utopía, así como esos millares de militantes no afiliados a ninguna formación – pero decisivos en el proceso de autoorganización popular -, vienen diciéndolo desde hace años ya: es necesario enfrentarse a las estructuras políticas del país, hay que acabar con el aparato estatal que reproduce la burocracia, con sus conocidas secuelas de clientelismo y corrupción; hay que enfrentarse a los grandes propietarios de la tierra, la banca y la siderurgia; hay que abrir el debate nacional que están esperando los trabajadores de la industria petrolera acerca de la dirección de su empresa – PDVSA – y ponerla finalmente bajo un régimen de cogestión por parte de estos trabajadores.

He aquí el sentido del apoyo que brindamos a todas estas fuerzas políticas y de nuestro compromiso de secundar sus luchas en nuestros propios países, pues sólo sus luchas y las nuestras nos permitirán avanzar en la construcción de una sociedad desembarazada del capitalismo. Una vez reelegido Chávez, los trabajadores y los pobres de Venezuela tendrán que emprender nuevos combates. Cada victoria del pueblo venezolano constituirá un nuevo motivo de esperanza para la clase trabajadora y los pueblos oprimidos del mundo entero.

¿Qué organización política al servicio de la revolución bolivariana?

El prestigio de la forma organizativa del partido político ha sufrido un desgaste terrible a lo largo de medio siglo de clientelismo, corrupción generalizada y gestión del país por cuenta de los intereses de una burguesía pro-imperialista. Ahora bien, después de estos ocho años de proceso, la cuestión que hoy se plantea es la siguiente:¿qué partido es necesario organizar y qué formas debería adoptar para seguir profundizando en la revolución bolivariana?

Apoyamos todas las tentativas de crear una organización política que permita la confluencia de los sectores radicalizados a que nos referíamos antes. La alianza entre la Unión Popular de Venezuela, la tendencia clasista de la UNT y el PRS, o bien la propuesta de la Liga Socialista de preparar un Congreso de Organización de los socialistas, demuestran que hay importantes sectores conscientes de la necesidad de una organización revolucionaria. A una escala mucho más amplia, Chávez ha propuesto la creación de un partido capaz de federar a todas las organizaciones que apoyan el proceso bolivariano, precisando que deseaba el surgimiento de un partido «no reformista». La propuesta es sin duda interesante. No obstante, esa organización no podría construirse de la mano de esas mismas fuerzas políticas que las organizaciones populares están combatiendo día a día cuando se enfrentan con la burocracia, cuando luchan por avanzar en la reforma agraria o por extender el papel de los trabajadores y las trabajadoras en la gestión de la economía. El surgimiento de esa organización resolvería por los menos dos importantes problemas a los que se ve confrontado en estos momentos el proceso bolivariano: la centralidad de la figura de Chávez – aspecto que debilita el papel de las propias masas venezolanas – y la confusión entre diplomacia y política internacionalista. Por lo tanto, este proceso de construcción debería permitir que se desarrollasen las discusiones estratégicas sobre el camino a seguir para vencer al capitalismo y sentar las bases de una sociedad socialista.