«Desde la atalaya de la Universidad de Chicago, el «libre mercado» de las ideas es aquel en el que los estudiantes son libres de escoger tan sólo la ideología respaldada por la UC. Su enseñanza era como Terminator: es imposible razonar con él, está sólo para liquidar la oposición.» Como licenciado de la Universidad de […]
«Desde la atalaya de la Universidad de Chicago, el «libre mercado» de las ideas es aquel en el que los estudiantes son libres de escoger tan sólo la ideología respaldada por la UC. Su enseñanza era como Terminator: es imposible razonar con él, está sólo para liquidar la oposición.»
Como licenciado de la Universidad de Chicago (1959) y también de su Laboratorio-Escuela (1955-56), creo que mi experiencia en ella confirma el cuadro que pinta Henry Liu en su magnífico ensayo de la pasada semana sobre Milton Friedman y la «Money Matters Controversy».
Mi primer contacto con la Universidad de Chicago (UC) se produjo a través del Proyecto Manhattan en torno a 1948. Yo vivía en Chicago en el barrio de Kenwood, justo al norte de Hyde Park. Teníamos alquilada la planta superior de nuestra casa a un físico, Shuki Hayashi, que trabajaba en el proyecto en Stagg Field, bajo cuyas gradas todavía continuaba la pila atómica del mismo. Para traerme al Laboratorio-Escuela, me hacía montar en su bicicleta (una Raleigh DL-1 28-incher) y me llevaba hasta el campo. Sólo mucho después he pensado qué habrá sido más peligroso para la humanidad, ¿la bomba atómica o el monetarismo de la Escuela de Chicago?
Mi padre era dirigente sindical y a menudo pasaban por casa a debatir profesores de la UC en los inicios de los años 50. Por contraposición a lo que hoy es, la facultad de Chicago contaba con gente como Maynard Krueger (candidato a la vicepresidencia por el Partido Socialista secundando a Norman Thomas), y Rexford Tugwell, uno de los cerebros reclutados por Roosevelt, y antiguo gobernador de Puerto Rico (amén de protegido de Simon Patten). El economista postkeynesiano Hyman Minsky me contó que fue Krueger quien le convirtió al socialismo. Minsky se convertiría luego en padrino de la actual facultad postkeynesiana que ofrece una alternativa al monetarismo estilo Chicago en la Universidad de Missouri, en Kansas City, en la que ahora enseño.
Hoy en día, la Escuela de Chicago es conocida por su intolerancia censoria. Lo primero que hicieron en Chile los «Chicago Boys» después de 1974 fue clausurar, por ejemplo, todos los departamentos de Economía y Ciencias Sociales, salvo en la Universidad Católica, donde habían logrado establecer «el ladrillo», es decir, la doctrina de Friedman. Todo estaba ya prefigurado en el Laboratorio-Escuela de los años 50. Su profesor de Ciencias Sociales, Curtis Edgett, colocó una alargada pancarta en su cuarto que rezaba: «Dadles lo que les dieron a los Rosenberg». Yo pensaba que se aludía a los comunistas, pero en una conversación personal con él, algunos de mis compañeros de clase y yo descubrimos que se refería a los judíos.
En clase me llamaba «comunista» de forma habitual (uno de nuestros textos era el Mein Kampf). Había un estalinista de verdad en la clase con el que yo siempre discutía y que me llamaba fascista. Lo cierto es que fue en el Laboratorio -Escuela donde recluté a una serie de dirigentes de la Liga de Jóvenes Socialistas (los shachtmanitas) (1). Fue la única vez en mi vida en que hice allí en medio de voz de la razón.
El Laboratorio-Escuela terminaba en aquella época en décimo curso y de allí pasaban los estudiantes directamente a la universidad. No obstante, a mi no me admitieron en 1954 cuando concluí décimo. Me dijeron que el señor Edgett había dado mi nombre y el de una serie de amigos al Federal Bureau of Investigation (FBI) como «comunistas» y envió copia de ello a la universidad.
Se armó una buena, de modo que el Laboratorio-Escuela añadió un curso extra para ayudar a resolver la cuestión, y me admitieron al año siguiente en la UC, donde cursé las «comprehensives» (materias generales) para saltar los dos primeros cursos, de manera que verdaderamente no perdí tiempo. Pero uno de mis compañeros decidió matricularse en Shimer, un colegio universitario secundario creado por la UC. Hará cosa de una década, cuando consiguió acceder a su ficha del FBI, pudo saber que el decano de Shimer había seguido informando periódicamente sobre él, sus amigos y compañeros de clase.
Cambié mi especialidad de química a historia y no llegué a asistir allí a ninguna clase de economía. Creo que los profesores Tugwell y Krueger estaban en el departamento de Ciencias Políticas, no en la Escuela de Empresariales. Si bien nunca me acerqué por la Escuela en mis cuatro años en la UC, aunque posteriormente realizase allí un doctorado en Economía, recuerdo que los estudiantes de Empresariales que conocí eran los únicos que de forma regular llevaban traje y corbata en el campus. Tenían reputación de ser un tanto espesos. Recuerdo un encuentro particularmente memorable. En una fiesta, uno de los estudiantes de Negocios se acercó a una chica atractiva.
Como al día siguiente o así, le pregunté qué tal habían ido las cosas. «Qué tonta era», me dijo el chico. «Si hasta me dio el teléfono equivocado, que resultó ser el de los Bomberos».
«¿Cómo se llamaba?» le pregunté.
«Dijo que Martha Washington,» (2) me respondió.
Fue para mí uno de los primeros ejemplos de GIGO (garbage in, garbage out, basura fuera, basura dentro): la aceptación sin pensar de cualquier cosa como si fuera un hecho real.
En aquella época estudiaba música, y dice algo de la filosofía de la UC que no se enseñara interpretación ni análisis musical de ningún tipo. Teoría sólo, con total olvido de la práctica. De modo que antes de matricularme como estudiante primerizo en 1955, me inscribí en las universidades De Paul y Roosevelt en la licenciatura (habiendo completado los requisitos de diplomado mientras esperaba a graduarme en la escuela secundaria). La UC tenía la misma filosofía de teoría y nada de práctica en lo que respecta a los idiomas. Aprendí a leer y escribir francés e italiano, además de alemán, pero en la práctica no llegué hablar ninguna de las lenguas romances. (Mis exámenes orales de licenciatura fueron en alemán, en efecto).
En la década de 1990 traté de publicar mi historia del comercio internacional y contacté con el editor de la University of Chicago Press, que acababa de llegar de Panteón (3), en Nueva York, con la que mantenía buena relación antes de la dimisiones en masa de finales de los 80. El editor se dirigió a mi un tanto cariacontecido para informarme de que la junta en pleno de la editorial de la UC había amenazado con dimitir si publicaba mi libro. Se trataba de una crítica de la teoría del libre comercio, sobre todo de la censoria historia de Jacob Viner sobre la historia del comercio.
De modo que reconocí que desde la atalaya de la UC, el «libre mercado» de las ideas es aquel en el que los estudiantes son libres de escoger tan sólo la ideología respaldada por la UC. Su enseñanza era como Terminator: es imposible razonar con él, está sólo para liquidar la oposición.
Tras mi licenciatura, mi único contacto con la Escuela de Negocios de la UC tuvo lugar de manera indirecta, después de que me convirtiera en economista de balanza de pagos del Chase Manhattan a mediados de los años 60. Mi jefe, John Deaver, era un protegido de Milton Friedman, el cual le recomendó ante David Rockefeller. Almorcé un fatídico viernes con John Exter, de Citibank, que me contó como ese mismo día había vendido libras esterlinas al descubierto cuando Harold Wilson afirmó que en modo alguno efectuaría una devaluación. Deaver había comunicado a Chase que Wilson había apostado su reputación a que preservaría la tasa de cambio de la libra. Resultó que Chase había comprado en realidad las libras esterlinas que Citibank había vendido.
Oí posteriormente que Rockefeller le dijo a Deaver en el curso de una partida de golf que tenía un buen futuro como profesor de Economía. Deaver, en vez de eso, se fue a trabajar a GM, de la que rápidamente (creo que en tres meses) fue despedido, poniendo a su ayudante al frente. Deaver acabó luego en Philips Endhoven, donde su estancia fue también breve.
Chase decidió fusionar el departamento de Investigación Económica (en el que yo trabajé) convirtiéndolo en el de «Relaciones Públicas y Publicaciones», bajo la dirección de John Wilson. Al adoptar la teoría económica de la Escuela de Chicago, se utilizaba sólo de modo retórico, y no para las decisiones internas reales del banco. Lo mismo ocurrió en Citibank. Wall Street llegó a utilizar el monetarismo de Chicago como retórica para el cabildeo, no como análisis real.
Un amigo mío que trabajó de profesor auxiliar de sociología en Chicago me contó que empezó una clase tratando de explicar si había algo así como una ideología de los intereses creados y qué podría ser. «Eso es lo que hemos venido a aprender», le contestó un estudiante.
El resultado puede ayudar a promover las relaciones públicas y convertir el análisis económico en eufemismo. Pero no sirve de gran cosa para comprender de qué modo funciona el mundo real. Es fama -acaso infamia- que Milton Friedman dijo que «no hay almuerzo que salga gratis». Pero es que la economía de hoy tiene toda ella que ver con conseguir almorzar gratis. De eso es de lo que va Fannie Mae and Freddie, y lo que tienden a ser las fianzas salvadoras que el gobierno proporciona al sector financiero.
La razón más importante por la que apoyar un Centro Friedman va en contra del interés a largo de plazo del sector de negocios es que degrada a retórica ideológica el pensamiento económico, y no en verdadero análisis.
De modo que me ha satisfecho firmar la petición que el profesor Lincoln está haciendo circular deplorando el Centro Friedman. Y me alegra leer el artículo de Henry Liu que explica el papel tan destructivo que puede desempeñar.
NOTAS del traductor:
1. El término se refiere a los seguidores de Max Shachtman (1904-1972), teórico marxista norteamericano de origen judeopolaco ligado a los avatares del trotskismo internacional y cuya influencia se dejó sentir en varias corrientes socialistas de los Estados Unidos, así como en numerosos intelectuales que militarían después en las filas de los neoconservadores.
2. Martha Washington era el nombre de la mujer de George Washington, primer presidente de los Estados Unidos. Hudson usa el ejemplo para acentuar la cortedad de los estudiantes de Empresariales de la UC
3. Antes de las dimisiones en masa de finales de los 80 Pantheon Books, editorial fundada en Nueva York, en 1942 por intelectuales europeos huidos del fascismo, representó uno de los faros de la edición de calidad literaria e intelectual en los Estados Unidos en la postguerra. En 1961 se hizo cargo de su dirección Andre Schiffrin, que publicó a autores como Grass o Chomsky. En 1980, la venta de Random House, de la que Pantheon era filial, y la consiguiente presión mercantilista llevó a la salida de Schiffrin de la editorial, a la dimisión de la mayor parte de su equipo y a una intensa controversia intelectual sobre los peligros de la comercialización acelerada y el gigantismo para la edición culturalmente independiente.
Michael Hudson es ex economista de Wall Street especializado en balanza de pagos y bienes inmobiliarios en el Chase Manhattan Bank (ahora JPMorgan Chase & Co.), Arthur Anderson y después en el Hudson Institute. En 1990 colaboró en el establecimiento del primer fondo soberano de deuda del mundo para Scudder Stevens & Clark. El Dr. Hudson fue asesor económico en jefe de Dennis Kucinich en la reciente campaña primaria presidencial demócrata y ha asesorado a los gobiernos de los EEUU, Canadá, México y Letonia, así como al Instituto de Naciones Unidas para la Formación y la Investigación. Distinguido profesor investigador en la Universidad de Missouri de la ciudad de Kansas, es autor de numerosos libros, entre ellos Super Imperialism: The Economic Strategy of American Empire.