Dice una popular canción, que hace alusión a los dictadores militares que asolaron Latinoamérica durante los años de la guerra fría, que si estos déspotas eran la patria, uno podía considerarse extranjero. La presidenta argentina Cristina Fernández redondeó recientemente la misma idea con su frase «La Patria es el Otro», aunque muchos consideran que la […]
Dice una popular canción, que hace alusión a los dictadores militares que asolaron Latinoamérica durante los años de la guerra fría, que si estos déspotas eran la patria, uno podía considerarse extranjero. La presidenta argentina Cristina Fernández redondeó recientemente la misma idea con su frase «La Patria es el Otro», aunque muchos consideran que la patria es el goce de uno. Y aún más, se consideran la patria misma.
Es el caso de la corrupta ultraderecha paraguaya, conocida por su identificación con el hampa y las dictaduras, que hoy saca a relucir una fina susceptibilidad, extraña a la imagen desastrosa que con esmeró construyó con décadas de entusiasta esfuerzo.
A propósito, las últimas comunicaciones oficiales dicen que Venezuela asumirá la presidencia pro témpore del MERCOSUR, en la próxima Cumbre que se realizará en Montevideo el 12 de julio. También se estableció la reinserción automática de Paraguay desde el 15 de agosto, tras la asunción de Cartes, quien goza de total respaldo por parte de las potencias regionales.
En contrapartida, ha trascendido de fuentes oficiales que los ultraderechistas radicalizados ya no serán tolerados, sobre todo los corruptos que realizaron pedidos de soborno al gobierno bolivariano de Venezuela, para votar en el Parlamento Paraguayo por el ingreso de Venezuela al bloque. Aunque estos nefastos personajes tienen un largo historial, hoy la historia se trata de algo tan inocente y consuetudinario para ellos, un simple pedido de coima.
A principios de Julio del 2012, el líder bolivariano Hugo Chávez denunció que representantes del Partido Unace, al cual pertenece el senador Jorge Oviedo Matto, solicitaron «una montaña de dinero» para votar en el Congreso de Paraguay en favor del ingreso de Venezuela al MERCOSUR.
La misma cadena TELESUR, identificada con el gobierno bolivariano, había publicado entonces que «Según denuncias del propio presidente venezolano, y confirmada por autoridades brasileñas, representantes de las cámaras del Congreso de Paraguay habían pedido a delegados del Gobierno de Hugo Chávez una fuerte cantidad de dinero para aprobar la entrada de Venezuela al bloque regional».
La misma Red Globo de Brasil se hizo eco de esas denuncias, e hizo público que la suma ascendía a unos 12 millones de dólares.
«En Itamaraty (Cancillería brasileña) circula una historia muy parecida a la que Chávez contó de que senadores paraguayos querían propina para aprobar la entrada de Venezuela al Mercosur», afirmó el periodista Kennedy Alencar en declaraciones a la radio CBN, del grupo de comunicaciones Globo.
La revelación alcanzó amplia difusión en Brasil, poco después que el fallecido líder bolivariano Hugo Chávez haya identificado al solicitante del dinero como a un tal «Senador Oviedo». Posteriormente, el Senador Oviedo Matto fue vinculado a numerosos casos de corrupción relacionados con ventas de tierras sobre-facturadas al estado. Movimientos Sociales preparan movilizaciones para evitar que vuelva a integrar el Congreso.
«Querían 12 millones de dólares para distribuir entre senadores paraguayos. Ese es el corrillo que circula en Itamaraty», aseveró entonces el periodista, que también es columnista político del diario conservador Folha de São Paulo.
El Unace -partido político imputado- emitió luego un pronunciamiento rechazando la acusación del periodista brasileño, y ratificando su posición de no apoyar el ingreso de Venezuela al MERCOSUR. Sin embargo, quienes conocen la realidad del mundillo político de Paraguay, saben perfectamente bien que es frecuente el pedido de «incentivos» a los interesados en determinado resultado, cuando se realizan las votaciones en los cuerpos legislativos.
Ya decía Fouché que todo hombre tiene su precio, lo desconocido es simplemente el monto. La obstinación de una clase política trasnochada en aferrarse a sus códigos caducos facilitó el ingreso gratuito de Venezuela, sin pagar el peaje requerido. Con el derrocamiento del gobierno paraguayo a mediados del año pasado, que derivó en la suspensión del derecho al voto, se dio pie a la aplicación de una cláusula democrática de la que el mismo Paraguay había sido impulsor. Los acusados de «golpistas» estaban en ese momento demasiado ocupados tomando posesión de las arcas del estado como para realizar una eficaz defensa.
Los viejos exponentes de la partidocracia autoritaria y corrupta, convencidos de que la Patria son ellos y no el otro, intentaron convencernos que su auto-degradación era una «afrenta al Paraguay». En realidad, las mayorías populares paraguayas habían disfrutado viéndolos hacer el ridículo una de tantas veces más.
La suspensión de Paraguay frustró el negocio de quienes hoy se sienten agraviados, e incapaces de digerir su propia humillación -con la que el pueblo paraguayo no fue perjudicado sino más bien beneficiado-, vociferan desesperados contra el regreso del Paraguay al bloque regional.
Y lo hacen argumentando que la razón política no puede primar sobre la jurídica, aunque fueron precisamente ellos quienes introdujeron el elemento político. Durante seis años postergaron la aprobación del ingreso de Venezuela al bloque en el Congreso paraguayo, simplemente porque no les gustaba la política que seguía el gobierno de Hugo Chávez.
La razón política durante todo ese lapso no sólo primó sobre la jurídica, también subordinó al pensamiento racional y a la misma lógica.
Cuando finalmente el gobierno de Caracas se adhirió al Mercado Común, se abrió al bloque una puerta gigantesca, la del Orinoco y el Caribe, incrementando su territorio, su PIB, su población que subió a 270 millones de habitantes y su potencial que escaló a la posición de Quinta Potencia Mundial.
Sin embargo, ninguno de estos beneficios pudo ser vislumbrado por la miope derecha paraguaya, con las barbas en remojo y en pánico ante la perspectiva inexorable de seguir el mismo camino de los prohombres del Pacto de Punto Fijo, ADECO, COPEI, o de los Partidos Blanco y Colorado del Uruguay.
Para colmo, con la torpeza de siempre, todavía creen que se posicionarán políticamente denostando de manera suicida contra los gobiernos de la región, como ignorantes que a lo largo de la historia política paraguaya gobiernos extranjeros hicieron rodar cabezas de funcionarios paraguayos por docenas.
Es que como dice un viejo adagio popular, no existe peor ciego que aquel que no quiere ver.