No ha sorprendido Benedicto XVI con su condena de Jon Sobrino ni con su nueva exhortación apostólica sobre la eucaristía. Veamos algunas de sus reafirmaciones y ciertas reflexiones en torno a ellas. – Indisolubilidad del matrimonio entre una sola mujer y un solo hombre (29). Sin embargo, de las 1.679 causas examinadas por el Tribunal […]
No ha sorprendido Benedicto XVI con su condena de Jon Sobrino ni con su nueva exhortación apostólica sobre la eucaristía. Veamos algunas de sus reafirmaciones y ciertas reflexiones en torno a ellas.
– Indisolubilidad del matrimonio entre una sola mujer y un solo hombre (29). Sin embargo, de las 1.679 causas examinadas por el Tribunal de la Rota Romana en 2005 69 fueron sentencias firmes declarando la nulidad de estos matrimonios, con motivos tan curiosos como la excesiva dependencia de uno de los esposos de su señora madre, el abuso de un cónyuge del cannabis o del alcohol, el ser un mentiroso patológico, el no desear tener un hijo, el ser infiel o padecer aversión al sexo ( www.elmundo.es/papel/2007/01/30/mundo/2078618.html).
– Los que esperan la nulidad eclesiástica deben vivir «como hermanos» con su nueva pareja y los divorciados nuevamente casados no pueden comulgar (29). El papa Benedicto XVI dice que todos están invitados al banquete eucarístico, pero algunos sólo pueden mirar mientras los otros comen y beben para participar plenamente del Cuerpo de Cristo. ¿Será éste un banquete del amor, abierto a todos como el reino de Dios predicado por Jesús?
– Obligatoriedad del celibato para los curas católicos (24), a pesar de su preocupante escasez, de la sexualidad mal asumida de los sacerdotes pederastas y del hecho de que los curas casados son aproximadamente 90,000 en el mundo, un 20% del total de sacerdotes católicos del mundo.
– Se pide a los seminaristas y sacerdotes que dediquen tiempo al estudio del latín y del canto gregoriano (62). ¿No les vendría mejorar profundizar en su conocimiento del inglés o de la doctrina social de la Iglesia? ¿No les vendrían mejor unos cursos sobre sexualidad para evitar los vergonzosos delitos de abusos o los silencios cómplices de sus superiores?
Sin embargo, el más llamativo de todos sus mensajes aparece entre líneas en el apartado de la coherencia eucarística, donde se habla del testimonio de la propia fe en relación con las «leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana» (83). Este nuevo escrito no cita pero tampoco invalida lo que él mismo escribió a los obispos estadounidenses unos meses antes de las últimas elecciones de ese país. A grandes rasgos, se decía que se debe negar la comunión a las personas que cooperen con la instauración de leyes favorables al aborto y la eutanasia. Pero no a los que provocan guerras o deciden sobre la muerte de algunos delincuentes, porque «puede haber una legítima diversidad de opinión incluso entre católicos sobre hacer la guerra o aplicar la pena de muerte, pero no en relación con el aborto y la eutanasia» (Worthiness to Receive Holy Comunión, General Principles, junio 2004, http://www.lifesite.net/ldn/2005/apr/050419a.html).
Se ha destacado que Bush ganó un 6% más de votos católicos que en su primera elección, una porcentaje que le ayudó a vencer en Estados definitorios como Ohio, Iowa y Nuevo México. Ahora, con el debido agradecimiento a la carta del ahora papa y a los que proclamaron su mensaje, los católicos del gobierno de Bush pueden ir tranquilos a comulgar, aunque tengan responsabilidades en los asesinatos de masas (con premeditación y alevosía) en Irak u otros lugares.
Probablemente ya todos y todas saben que el aborto terapéutico no difiere sustancialmente para la jerarquía católica del «crimen abominable» del aborto. Por ello, pudiera ser que a alguna de las activistas feministas católicas que luchan por la no penalización del aborto terapéutico se le negara un día de éstos la comunión en Nicaragua. No sucederá así con Bush, Alemán u Ortega, quienes no tienen responsabilidades con crímenes de este calibre (aborto o eutanasia). Ellos sí pueden recibir la hostia de manos del sacerdote. ¡Un par de hostias sí merecían algunos…!