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Fuentes: Rebelión

      Botero II por Mercader     Ayer disfruté de la exposición de Fernando Botero inaugurada en el Museo de Arte Moderno de Quebec.   Es una muestra exquisita como toda la obra de Fernando. Es a la vez un recorrido por los años de su mágica práctica en el arte, desde sus […]

 

 

 

Botero II por Mercader

 

 

Ayer disfruté de la exposición de Fernando Botero inaugurada en el Museo de Arte Moderno de Quebec.

 

Es una muestra exquisita como toda la obra de Fernando. Es a la vez un recorrido por los años de su mágica práctica en el arte, desde sus muñecas o Mona Lisa a la edad de 12 años, hasta casi hoy. No había ni un solo trabajo de su serie Abud Ghraib la cual comenté en un trabajo anterior. Y no había porque esa serie es un conjunto en sí que recorre los museos de país en país. No está a la venta y tiene la intención , según ha dicho Fernando, de sensibilizar al mundo ante prácticas que se creían inexistentes en el convivir moderno de la humanidad. Y a mi entender es una exposición que va mas alla de la simple denuncia de una cárcel aislada en un país lejano, es una muestra con una fuerza plástica y un contenido social convincente. A la Onu le corresponde que se cierre Guantánamo, y se vuelva al estado de derecho existente antes de que los republicanos de Nixon tomaran las riendas de ese poderoso país que es Estados Unidos hasta llegar a las locuras del Bush de hoy día.

 

La muestra de Quebec se abre con una enorme escultura de una de sus ninfas sentada sobre un toro, desnuda, mirando la nieve de afuera y la gente que entra apresuradamente tratando de escapar a los efectos del -20º . La segunda bienvenida nos la da otra musa acostada, desnuda, fumándose un cigarrillo de bronce. Diferente a las que existen en Venecia y París donde los niños pueden subirse a las nalgas o a la cabeza, esta está celosamente cuidada para que ni se toque.

 

Se puede apreciar tambien una enorme mano de seis y pico de pies de altura. El resto de las esculturas son del tamaño que el autor las concibió trabajándolas en arcilla para ser reproducidas a gran escala en las fundiciones.

 

Las telas se reparten en dos salones donde se pueden apreciar algunas de sus obras clásicas y otras telas menos conocidas. También varios dibujos.

 

Lo mas impactante de Botero es su genial idea del gran formato de cualquiera de sus pinturas. Enfrentarse a una pera gigantesca es una experiencia que le puede abrir y cerrar el apetito a cualquiera. Lo mismo que sus inflados biscochos rosados visitados por una que otra mosca ocasional para darle un toque de realismo y de comicidad.

 

Claro de eso se trata, me refiero a este artículo, de rasaltar ese aspecto cómico que va de la mano con una obra pesada y seria. A Botero no hay quien le hable de »sus gordas», él insiste, corrige , reclama, que sus figuras no son gordas, sino que hay que ver su trabajo como una dedicación a destacar el volúmen de las cosas, de las figuras. Sin embargo él aceptó la publicación de una de sus pinturas, »una familia», un óleo de 1989, para que fuese portada de la revista Time (Time, january 16, 1995). Se ilustraba un trabajo sobre la gordura de los americanos bajo el título »Girth of a nation» que parodiaba otro de una película de David Griffith (Birth of a nation).

 

Fernando logra con su coherente obra, desmistificar la copia. El plantea que cualquier variación aportada a cualquier obra existente es parte de la creación del ser humano. De esta manera se pueden apreciar variantes a su modo, de Ingres, Piero de la Francesca, Raphel… sin olvidar que cuando expuso su Gioconda en el Moma, obtuvo mas visita que la verdadera, expuesta al mismo tiempo en el Museo Metropolitano de New York. Con esa exposición fue el único aceptado en ese entonces con un estilo figurativo, dado que lo que estaba de moda era la abstracción, y que como una verdadera locura se instaló por todos lados, hasta en la galería Nouveau de Porfirio Herrera.

 

Y siento que uno de los mayores logros de Fernando en su arte, es el poder lograr una reacción de su público, una reacción de gozo, de risa. Un trabajo que no diga nada, que deje al público indiferente, pronto pasa al olvido.

 

Otro aspecto de la obra de Botero es que nos lleva a su país natal, Colombia, con sus presidentes a caballo entre platanares, sus obispos paseando con sus sombrillas, sus bailes, su violencia, sus monjas, sus santos y sus diablos, sus traficantes de drogas, sus revolucionarios, su gente sencilla de la calle… Se nota también su vivencia en España y las corridas o masacres de toros, su recorrido por los grandes museos los que sin duda le dieron una fuerza extraordinaria para realizar su gigantesca producción.

 

Yo no creo en las clasificaciones; pero es innegable que al ver el retrato de Picasso, de Courbet, de Giacometti, de Ludovico y sus esposa… no puedo dejar de pensar en la caricatura, en el arte de la caricatura.

 

Sentía que a medida que recorría la muestra, rejuvenecía, a pesar de estar de cumpleaños. Reí a todo dar, compartí con mi hijo Leonard todas las ocurrencias de Fernando. Pero lo mejor y lo que mas nos hizo reir, con la venia del volumen, fueron los personajes que veían la exposición. Ocurrió como en aquella película de Woody Allen donde uno de los personajes de un film sale del telón, cobra vida y se mezcla en la aventura con algunos de los expectadores de la misma. Al parecer muchas personas, sobrecargaditas de volúmen, se animaron a ir al museo, como si hubiesen sentido que se les rendía homenaje… eran Boteros en vivo !