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Hugo Assmann y el coraje de decir la verdad

Fuentes: Adital

Una noche, unos 15 años atrás, Hugo Assmann me llamó por teléfono y, en el medio de la conversación, dijo la frase que resumía el desahogo que hacía a un amigo y discípulo: «Jung, no podemos perder la parresía!». «El coraje de decir la verdad» fue una de las marcas de Hugo Assmann. Habló abiertamente […]

Una noche, unos 15 años atrás, Hugo Assmann me llamó por teléfono y, en el medio de la conversación, dijo la frase que resumía el desahogo que hacía a un amigo y discípulo: «Jung, no podemos perder la parresía!». «El coraje de decir la verdad» fue una de las marcas de Hugo Assmann. Habló abiertamente contra las dictaduras militares y el capitalismo, por eso pasó por diversos exilios. Hizo de su crítica teológica a la economía capitalista su arma en favor de las luchas de los pobres. Pero también tuvo coraje para criticar problemas y errores de la Iglesia, de las teologías (incluyendo la Teología de Liberación) y de las teorías educacionales que se proponían estar al servicio de las luchas populares. A causa de esta postura siempre crítica (en el mejor sentido de la palabra), buscando siempre nuevas y mejores formas de entender la realidad humana y social, fue muchas veces incomprendido y marginado.

En los últimos años, sufriendo diversos problemas de salud, estaba meditando mucho sobre el tema del «Dios interior» a partir de la frase de San Agustín: «Dios me es más profundo/íntimo que yo a mí mismo». Nuestras últimas conversaciones siempre giraban alrededor de ese tema y del «Dios peregrino», de la mística del Dios que se manifiesta donde quiere, que es peregrino junto con los «nómades», Shekinah. Del Dios que no se deja aprisionar por ninguna idea, teoría o institución.

El día 22 de febrero de 2008, a las 04:00h, Hugo Assmann falleció en el hospital donde estaba internado. Su corazón paró de latir. Los riñones ya no le funcionaban, los pulmones estaban comprometidos. Pidió una copa de agua a la enfermera y cuando ella volvió con el agua, ya no estaba más entre nosotros. Nuestra esperanza cristiana nos dice que él fue a beber su agua en una fuente que no se seca jamás, donde no es necesario tener coraje para decir la verdad porque todas y todos ya viven en la Verdad

Muchas de las personas de las generaciones más nuevas de la teología o de las pastorales populares no conocen mucho sobre la obra y la persona de Hugo Assmann. Enrique Dussel escribió que el libro que Hugo publicó en 1970, «Teología desde la praxis de la liberación. Una evaluación prospectiva» fue la primera clara definición epistemológica de la Teología de Liberación frente a las otras teologías políticas existentes. En su exilio en Costa Rica, después del golpe de Pinochet, fue uno de los fundadores y el primer director del DEI, Departamento Ecuménico de Investigaciones, que vendría a ser uno de los principales centros de producción y de formación de la Teología de Liberación. Su libro «La idolatría del mercado» (escrito junto con su amigo Franz Hinkelammert), de 1989, constituye uno de los marcos de la crítica teológica de la economía. Un libro que todavía continúa siendo actual y merece ser estudiado por todas las personas interesadas en teologías que sean capaces de enfrentar los grandes desafíos del mundo contemporáneo, así como por las personas de otras áreas preocupadas en criticar el espíritu que mueve al capitalismo. El pensador marxista Michel Löwy dio recientemente una entrevista al periódico O Estado de São Paulo (13/01/08) donde citaba a Hugo Assmann como uno de los teólogos de la liberación que profundizó la tesis de Marx que comparaba al capitalismo con una religión y desarrolló «una crítica radical del capitalismo como religión idólatra».

De las decenas de obras que escribió, hay un párrafo que para mí continúa mereciendo un destaque muy especial. Es, probablemente, el trecho más citado de su obra. Fue escrito en 1973, pero continúa siendo profundamente actual:

«Si la situación histórica de dependencia y dominación de dos tercios de la humanidad, con sus treinta millones anuales de muertos de hambre y desnutrición, no se convierte en el punto de partida de cualquier teología cristiana hoy, aun en los países ricos y dominadores, la teología no podrá situar y concretar históricamente sus temas fundamentales. Sus preguntas no serán preguntas reales. Pasarán al lado del hombre real…. Por eso, como observaba un participante del encuentro de Buenos Aires, ‘es necesario salvar a la teología de su cinismo’. Porque realmente frente a los problemas del mundo de hoy muchos escritos de teología se reducen al cinismo».

Una de las grandes luchas de Hugo Assmann fue salvar a la Iglesia, a la academia y a la sociedad del cinismo y de la insensibilidad ante la realidad de injusticia y opresión. Él se fue. Cabe a las generaciones más nuevas asumir esa tarea y el desafío de unir el compromiso existencial por la causa de los más pobres y oprimidos/as con la seriedad de un pensamiento crítico que no se contenta con aplausos fáciles ni tiene miedo de decir verdades inconvenientes y peligrosas.

[Traducción: Daniel Barrantes – [email protected]]