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Recordando lo necesario

Hugo Chávez

Fuentes: The Independent

Traducido para Rebelión por LB

Si desea saber algo sobre la situación de los derechos humanos en Venezuela antes de la llegada de Hugo Chávez escriba «Caracazo» en Google y apriétese los machos. En 1989 el entonces presidente Carlos Andrés Pérez ganó las elecciones con un rotundo programa de resistencia al dogma del libre mercado: el FMI era «una bomba de neutrones que mataba a la gente pero dejaba los edificios intactos», proclamó.

Pero tras acceder al palacio presidencial dio un giro radical de 90 grados y desató un programa de privatización y de terapia de choque neoliberal. Cuando eliminó los subsidios a la gasolina los precios del combustible se dispararon y los venezolanos pobres salieron a las calles. Los soldados segaron a tiros a los manifestantes. Murieron cerca de 3.000 personas, un balance mortal horripilante y equiparable al de la masacre de la Plaza Tiananmen (en un país con una población 43 veces menor).

Fue su fallido intento de golpe de Estado contra la rampante corrupción del gobierno asesino de Carlos Andrés Pérez lo que lanzó a Chávez a la palestra en 1992. Aunque encarcelado, Chávez se convirtió en un icono para los sufridos pobres de Venezuela. Para 1998, año en el que obtuvo una aplastante victoria con la promesa de emplear la ingente riqueza petrolera del país a favor de los pobres, Venezuela ya era un desastre. La renta per cápita había caído a los niveles de la década de 1960. Uno de cada tres venezolanos subsistían con menos de 2 dólares al día. Los ingresos petroleros habían sido dilapidados.

En los días venideros le dirán repetidamente que Hugo Chávez era un dictador. Un curioso dictador, desde luego: desde 1998 se han celebrado en Venezuela 17 elecciones y referenda. Quizá piense usted que estuvieron manipulados. Cuando ganó por un amplio margen en 2006, el ex presidente de EEUU Jimmy Carter fue uno de los que declararon que Chávez había ganado «sin trampa ni cartón».

En las últimas elecciones, celebradas en octubre del 2012, Carter declaró: «Creo que de entre las 92 elecciones que hemos supervisado el proceso electoral de Venezuela es el mejor de todo el mundo». Yo estuve allí, aunque quizá se imaginen que estuve como aquellos cándidos izquierdistas occidentales que visitaban las aldeas Potemkin en la Rusia estalinista.

Me planté en Venezuela con una comisión electoral genuinamente independiente integrada tanto por simpatizantes como por opositores de Chávez (la oposición había invitado previamente a estos últimos a que hicieran sus propias sus elecciones internas). Nos reunimos con figuras destacadas de la oposición que despotricaban contra Chávez pero que admitían vivir en una democracia. Cuando perdieron las elecciones aceptaron los resultados.

Justicia social

De hecho, el propio Chávez tuvo que aceptar la derrota unos años antes: en 2007 perdió un referéndum y no se quejó de los resultados. Hasta que llegó al poder millones de venezolanos pobres ni siquiera estaban registrados como electores, pero las enérgicas campañas de registro han hecho que el cuerpo electoral casi se haya duplicado. Actualmente hay 6.000 colegios electorales más que los que había antes de Chávez.

Por otro lado, las credenciales democráticas de muchos de sus oponentes son ciertamente dudosas. En 2002 Chávez fue víctima de un golpe de estado de corte pinochetiano que fue derrotado gracias a un levantamiento popular. Gran parte de los medios de comunicación privados incitaron y apoyaron abiertamente el golpe de Estado: es como si los generales británicos desalojaran a Cameron del nº 10 [de Downing Street, residencia del primer ministro británico], apoyados y azuzados las 24 horas del día por las cadenas de noticias. Ahora bien, los medios de comunicación de Venezuela están dominados por las cadenas privadas, algunas de los cuales hacen que Fox News parezca un grupo de entrañables izquierdistas. La televisión estatal [venezolana] puede ser acusada con justicia de parcialidad pro-gubernamental, y es quizás por eso que tiene una ínfima cuota de audiencia del 5,4%. De los siete principales diarios nacionales, cinco apoyan a la oposición y sólo uno simpatiza con el gobierno.

Lo cierto es que Chávez ganó democráticamente una elección tras otra a pesar de la hostilidad a menudo viciosa de los medios de comunicación, y que las ganó porque sus políticas transformaron las vidas de millones de venezolanos que habían sido ignorados hasta entonces. La pobreza ha caído de casi la mitad de la población al 27,8%, mientras que la pobreza absoluta se ha reducido a la mitad. Seis millones de niños reciben diariamente comidas gratis; se ha instaurado la atención sanitaria gratuita casi universal y el porcentaje del PIB dedicado a educación se ha duplicado. Un programa de viviendas iniciado en el año 2011 ha permitido construir más de 350.000 viviendas que han sacado a cientos de miles de familias de las infraviviendas que ocupaban en los barrios. Algunos de sus petulantes críticos extranjeros sugieren que Chávez compró los votos de los pobres, como si ganar las elecciones ofreciendo justicia social fuera una especie de soborno.

Alianzas

Todo eso no significa que Chávez esté fuera de toda crítica. Venezuela ya tenía una criminalidad rampante cuando Chávez llegó al poder, pero la situación ha empeorado desde entonces. En 2011 murieron a manos de la delincuencia violenta cerca de 20.000 venezolanos, una cifra intolerable. La culpa la tiene, además de las drogas, la posesión generalizada de armas y el impacto desestabilizador de la vecina Colombia, una policía débil (y a menudo corrupta). Aunque el gobierno ha comenzado a desplegar una fuerza de policía nacional, el crimen endémico constituye una auténtica crisis. Cuando hablé con venezolanos en Caracas, la a veces aterradora ausencia de ley y orden fue una cuestión que mencionaron por igual tanto los partidarios como los opositores de Chávez.

Y luego está el tema de algunas desagradables asociaciones extranjeras de Chávez. Aunque sus aliados más cercanos fueron sus compañeros democráticamente electos de los gobiernos de centro-izquierda de América Latina – casi todos los cuales defendieron apasionadamente a Chávez de las crítica extranjeras – , también apoyó a las brutales dictaduras de Irán, Libia y Siria. Sin duda, eso ha manchado su reputación. Huelga decir que nosotros en Occidente no estamos en condiciones de reprochar nada a Chávez por sus alianzas indeseables. Nosotros apoyamos y proporcionamos armamento a dictaduras como Arabia Saudí. El ex primer ministro británico Tony Blair cobra 13 millones de dólares al año por trabajar para la dictadura de Kazajistán. Con todo, nuestra propia hipocresía no absuelve a Chávez.

La llamada Revolución Bolivariana dependía excesivamente de la reputación personal de Chávez y su muerte plantea inevitablemente interrogantes sobre su rumbo futuro. Pero sobre esta cuestión no tengan la menor duda: Chávez fue un campeón de los pobres elegido democráticamente. Sus políticas rescataron a millones de personas de la más abyecta pobreza y miseria. Chávez significó una ruptura con años de regímenes corruptos y lastrados a veces por gravísimas violaciones de derechos humanos. Sus logros los consiguió haciendo frente a un intento de golpe militar, a unos medios de comunicación agresivamente hostiles y a críticas extranjeras exacerbadas. Demostró que es posible resistir el dogma neoliberal que impera sobre la mayor parte de la humanidad. Millones de venezolanos llorarán su pérdida, y lo harán con razón.

Fuente: http://www.independent.co.uk/voices/comment/hugo-chavez-was-a-democrat-not-a-dictator-and-showed-a-progressive-alternative-to-neoliberalism-is-both-possible-and-popular-8522329.html